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FERNANDO JARAMILLO
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Un poco de Cuba en el corazón
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Varias veces mejor deportista de Ecuador, fue entrenador del bronceado universal Gerardhy Altamirano, guarda con cariño un álbum de recortes sobre sus siete estancias en Cuba.
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Foto: JIT Colaborador
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Quito (15 abr).- A VECES las historias aparecen sin anunciarse. Están escondidas como esperando ser descubiertas y dejan excelente sabor cuando se les encuentra.
Así sucedió cuando me hablaron aquí de Fernando Jaramillo, el ecuatoriano que enseñó las primeras lecciones de taekwondo a un equipo nacional cubano por el ya lejano 1987.
Cinturón negro y Sexto Dan del arte marcial que le robó el corazón a los 15 años tras disfrutar todas las películas de Bruce Lee, conoció la isla sin esperarlo, le mostró todo lo aprendido y volvió una y otra vez para regalar experiencias.
Dueño del gimnasio Ciudad de Quito desde hace 34 años, atesora no pocos premios también conquistados en disciplinas como lucha, judo y kick boxing, vive feliz con una familia que siempre le apoyó y asegura que la relación con los cubanos es de lo mejor que le ha sucedido.
Varias veces mejor deportista de su país, asistió a citas mundiales y los Juegos Olímpicos de Seúl’88, fue entrenador del bronceado universal Gerardhy Altamirano y muestra con cariño un álbum de recortes sobre sus siete estancias en la mayor de las Antillas y la gente con quien compartió.
En el 2013 se convirtió en el primer y único ecuatoriano llegado al Hall de la Fama de la federación mundial, reconocimiento que según asegura se debió en parte a su colaboración en el verde caimán.
Evoca con emoción los Juegos Panamericanos de La Habana’91, habla al detalle de varias ciudades de la nación caribeña, recuerda el sofocante calor al que necesitó acostumbrarse y elogia la combatividad de sus atletas.
Cuando JIT le propuso conversar accedió sin titubeos y colaboró gustoso en una sala donde medallas y trofeos comparten espacio con una foto especialmente dedicada por el cubano Nelson Saenz y un afiche con el conocido Tocopam.
¿Por qué Cuba?
A finales de 1986 los cubanos comienzan a buscar un entrenador de taekwondo porque los juegos de Indianápolis’87 iban a incluir por primera vez nuestro deporte.
No tengo idea sobre por qué no lo solicitaron en Corea o España. Imagino que porque estaban mucho más lejos, y México iba a ser uno de los rivales directos.
El pedido terminó en la concentración de Pichincha, que era mi provincia, y el presidente en aquel entonces Bruno Frixone les dice: “No tenemos un entrenador, pero hay un deportista que cumple esas funciones”, porque yo hacía las dos cosas.
¿Y aceptó sin saber qué iba a encontrar?
Dije sí, quiero ir. No había estado en Cuba y pensé que iba a dar continuidad a un trabajo, no sabía que no conocían nada de taekwondo. Todo se movió así... Recuerdo que un excompañero que había estudiado la licenciatura de deportes allá me dijo “Si va tienes que prepararte”, y me dio unos libros de entrenamiento deportivo. Los estudié y ventajosamente tenía una base para el trabajo, porque allá tienen un excelente nivel y está todo planificado.
¿Cómo recuerda ese primer momento?
Llegué en los primeros días de enero del 87 y me presentan al equipo, la mayoría procedente del kárate estilo joshin-mon, que era el más practicado allá y yo no lo conocía.
Cuando comenzaron a ver lo que yo estaba haciendo se dieron cuenta de que lo que suponían taekwondo era muy diferente, porque estaban usando guantes de boxeo y moviéndose un poco tal vez como en el kárate, y en el taekwondo el 80 por ciento es manejo de piernas, aunque la ventaja era que querían una persona que les pudiera demostrar, algo que no todos los técnicos hacen y yo sí podía hacer.
¿Cuánto duró esa primera etapa y qué la marcó?
Estuve unas seis semanas y dejé hecha una planificación para los juegos de Indianápolis. Trabajé más o menos con unos 35 atletas, solo hombres, y la principal recomendación que hice fue que formaran un equipo femenino. En el 88 me volvieron a llamar y estuve trabajando más tiempo, incluso me moví a provincias para dar cursos. Entre los que se formaron para entrenadores estuvieron Manuel Suárez, Rolando “Tito” Romero, Lázaro Pluma, Pedro Lay y algunos otros más.
¿Encontró buena base en los cubanos?
Realmente la base del kárate no servía de mucho, porque son artes totalmente diferentes, pero la física sí les resultó, pues respondían muy bien. Además, desde la primera vez comprobé que el cubano es un peleador nato. Recuerdo que como yo era atleta ellos veían que me levantaba, me movía, y entonces querían medirse conmigo. A mí me encanta competir, incluso ahora que ya estoy “viejito” quisiera seguir compitiendo, y vieron que podía demostrarles, y creo que eso sirvió para que me llamaran después otras veces.
¿Qué referencias tenía?
Siempre me ha interesado el deporte y he seguido a Cuba en judo, lucha, boxeo, donde ha sido imparable, y sabía que en el taekwondo no iba a ser una excepción. Desde las primeras clases vi un afán por aprender, por progresar, por mejorar… Mostraban tremendas condiciones, levantaban mucho las piernas, eran muy ágiles y me dije “Este equipo va a dar mucho de qué hablar”.
¿Algún pasaje especial?
En 1991 durante los Juegos Panamericanos de La Habana estuve asesorando al entrenador y al equipo, y viví algo increíble porque Cuba consiguió el campeonato, le quitó ese puesto a Estados Unidos y lo ganó peleando. Increíble porque todo el coliseo gritaba mi apellido y eso me emocionó bastante porque siento el afecto del cubano por la labor que hice.
¿Cuándo fueron sus últimos intercambios en la isla?
En el 93 y el 95 estuve trabajando con varias selecciones, incluso femeninas y juveniles. Impartí cursos de defensa personal y preparé a los cuatro cinturones negros que tuvo Cuba reconocidos a nivel mundial, examinados por los coreanos. Fueron no solo los primeros en recibir sus cinturones internacionales, sino que se convirtieron después en los primeros árbitros a nivel de la Unión Panamericana.
No voy a Cuba desde el 2005 pero necesito hacerlo, porque pasaron muchos años…
¿Pero no mantiene relaciones con su taekwondo?
Internet es algo que te actualiza muy rápido de todo y sigo la actuación de los cubanos, aunque hace un tiempo que no tengo contacto directo con ellos.
Más allá del deporte, ¿qué le dejó Cuba?
Es chévere que me preguntes eso porque me tocó vivir allí en varias etapas: la primera y segunda tuve un Volga con chofer, la tercera me trasladé en una moto y luego estuve en bicicleta. Conocí la época buena y luego el período especial, pero lo bueno fue que no me trataban como extranjero, fui uno más de los entrenadores del equipo nacional. Conocí varias ciudades y me encantó como país, aunque el calor no tanto porque me gusta el frío.
¿Es Jaramillo un deportista reconocido en su país?
Cuando competía nunca pensaba en dañar al rival, solo en hacer mi mejor demostración y ganar respetando al contrario. Lo que más satisface es que te vean como un campeón, un ejemplo, que quieran ser como tú, y eso es lo que más me ha servido aquí en Ecuador.
Me reconocen, la gente me recuerda, sin embargo las autoridades no piensan igual, y no te tienen en cuenta.
¿Qué le dijera como despedida a los taekwondocas cubanos?
Que los felicito mucho por lo que han hecho y creo que mi aporte sirvió de algo, que sigan adelante y siempre piensen que pueden cumplir los objetivos, las metas que tienen por delante. Porque si bien es cierto que no siempre tienen los medios ideales su espíritu y el deseo de salir adelante hará que lo consigan.
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