Pinar del Río.- EL CASO de Rafael Nadal es uno de esos que inspiran a la literatura y el cine, con la diferencia de que el imaginario da paso a la realidad.
De lo contrario cómo explicar que a sus 35 años haya obtenido el mejor inicio de temporada de su carrera, colándose hace unas horas en la final del ATP 500 de Acapulco con su victoria consecutiva número 14.
Los focos estaban en Daniil Medvedev, quien el lunes será el nuevo número uno del mundo, destronando a Novack Djokovic, quien cayó en Dubái antes de lo planeado.
Pasaron 27 días desde la final en Melbourne que encumbró a Nadal como el único hombre capaz de ganar 21 torneos grandes, y Daniil tenía en mente tomar desquite.
El balear entendió que en un torneo así no debería dar libertades al ruso, quien le puso en más de un aprieto en el Abierto de Tenis de Australia 2022. Por eso cambió el guion.
Salió Nadal como una tromba y en la primera oportunidad que tuvo quebró el potente saque de Medvedev. De ahí en más fue defender el servicio propio y evadir los intentos de ruptura del adversario, quien no dejó de intentarlo.
El manacorí cocinaba al eslavo a fuego lento. Después del quiebre no se desgastaba restando el vendaval que era Daniil soplando “vientos sostenidos” por encima de los 190 kilómetros por hora desde la línea de saque.
El público aupaba al “Matador”, quien destrozaba al oponente en un juego despiadado, parecido a la tauromaquia. Los constantes cambios de ritmo destrozaban cualquier intento del ruso de asentarse en el partido.
No había un plan efectivo para frenar al español, quien renacía de la adversidad causando la desesperación del ahora número uno del mundo. A veces restaba corto el máximo ganador de lides grandes para obligar a la enorme torre rusa a bajar hasta la red, casi siempre con éxito.
Aparentemente perdía dividendos Rafa, pero la estrategia estaba clara. En cada internada a la red se debilitaba la enorme envergadura del “Androide”. Sacrificaba piezas para mejorar la posición el campeón del primer grand slam del año.
Las pelotas bajas obligaban a Daniil a doblar sus rodillas y casi siempre el resto encontraba la red o se iba fuera de la cancha. Los errores le desesperaron tanto como la firmeza de un oponente que con casi una década más de edad renacía entre el agotamiento y el sudor por el calor y la humedad a pie de cancha.
El segundo set fue un calco: ruptura temprana de la leyenda e intentar sin poder el retador. Hasta 11 oportunidades de quiebre defendió Nadal con éxito, dejando la efectividad del contrario en cero. Cerró el partido con un doble 6-3 después del tercer quiebre en seis oportunidades.
Fue la cuarta victoria del ibérico ante el moscovita en cinco partidos. Con esa, “La Fiera” se metió en la final del abierto mexicano y peleará por su tercer título de la temporada, porque un campeón vive de ganar.
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