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La Habana
Año 66 de la Revolución
DE LA BASE...
El tesoro de Olvis, un activista de karate

Una vida consagrada al deporte y al trabajo como liniero de la empresa eléctrica.


Por: Lisset Isabel Ricardo
(lisset.ricardo@inder.gob.cu)
lunes, 17 de enero de 2022 10:59 AM



Foto: Calixto N. Llanes

La Habana.- COMO a muchos niños, a Olvis García Gómez le gustaba imitar a Bruce Lee, artista marcial considerado el más influyente de todos los tiempos. Sus ojos “achinados” hicieron incluso que sus amiguitos le apodaran con el nombre del famoso actor.

«Cuando estuve becado en una secundaria básica en Consolación del Sur, un profesor de Educación Física me compartió sus saberes de karate. Hasta ese momento yo solo sabía tirar patadas», cuenta.

Al finalizar esa enseñanza, Olvis retornó a su localidad de San Cristóbal para estudiar en el Politécnico de Agronomía, donde había un gimnasio con tatami. «Estaban las condiciones para practicar y comenzamos con el entrenador Carlos Uz. Se sorprendió porque tenía algunas habilidades y conocimiento», relata.

Puso tanto empeño que asistió a una competencia con 17 años de edad y lo captaron para la academia de karate que funcionaba en la Escuela de Profesores de Educación Física Nancy Uranga Romagoza, la hoy Facultad de Cultura Física de Pinar del Río.

«Asistí a eventos provinciales y en dos copas nacionales obtuve tercer y cuarto lugares. Tras un curso surgieron incomprensiones con los alumnos de más experiencia. No me sentí bien y preferí cumplir con el servicio militar. Entrenaba en la unidad y Carlos me invitaba a torneos los fines de semana», comenta.

Cuando terminó el servicio, Olvis continuó en el deporte. Iba a Mango Jobo a prepararse con Lázaro Montano, exintegrante del equipo nacional de este deporte.

«Pero no siempre podía, así que lo hacía en el llamado Rancho de los Combatientes del Ejército Rebelde. Entonces un niño del barrio fue allí y por él se unieron otros. Ya había descubierto que me gustaba enseñar porque Carlos me pedía que lo ayudara con los más pequeños y me llevaba a las competencias.

»Conocí de pedagogía y metodología del entrenamiento y me hice activista. Tuve muchos logros en Pinar del Río y él me ayudó. Asistía a los congresillos y adquirí mucha “vista”», reconoce.

El sueño de Olvis era seguir compitiendo y llegar lejos. Tenía solo 20 años. Sin embargo, entendió que le tocaba ayudar a su madre y hermanas. Luego le nacieron dos hijas. Hasta hoy labora en la empresa eléctrica, lo que combina desde hace más de 20 años con el activismo deportivo.

«Con el maestro Carlos creamos una de las dos escuelas de karate de San Cristóbal. Ese municipio tuvo siempre resultados gracias a él y a esas dos áreas», explica.

Diez años dedicó Olvis a esa instalación hasta que en 2011 se trasladó a la capital con su papá, quien gestionó que prosiguiera como activista en la Escuela Secundaria Básica Urbana Mártires de Humboldt 7, en el barrio de Cayo Hueso, en Centro Habana, muy cerca del reconocido Callejón de Hamel.

«La dirección del centro siempre me ha apoyado y por eso no solo les atiendo el área de karate, sino también resuelvo los problemas eléctricos», comenta.   

Pero Olvis no olvida a sus alumnos de San Cristóbal… «Algunos ya son médicos, como Jermani Herrera y Adrián Zerquera. Yaité Engracia y Yadiray Colomé conquistaron oro en los Juegos Escolares Nacionales de 2005 en la categoría de 11-12 años, únicas titulares de la provincia aquel año».

Conserva anécdotas que le conmueven… El director del centro le preguntó un día qué había hecho con uno de sus alumnos. Ya no era aquel de conductas y expresiones inapropiadas. Le respondió que solo le enseñaba karate y exigía disciplina.

Poco tiempo después de llegar a la capital y ascender del segundo al cuarto dan, fue elegido vicepresidente nacional del estilo Goju-Ryu, reconocido por la Federación Cubana de Karate.

Una década después continúa impartiendo clases en la cancha de baloncesto de la Mártires de Humboldt 7. Tiene 15 alumnos, con varias niñas incluidas. Asegura que acá le han sido más difíciles las captaciones.

«La dirección del Inder en San Cristóbal nos atendía, enviaba metodólogos que orientaban cómo dar las clases y aprendíamos. En Centro Habana no hay técnico. Solo conozco a Arnaldo Adrián, otro activista. Trabajo porque me apasiona el deporte y para ofrecer mis conocimientos», resalta.

Las comisiones municipales debían preocuparse más por el calendario anual y las relacionarse con los activistas, sostiene, pues muchos como él contribuyen a la enseñanza de los niños.

«Ese trabajo es fundamental, tienen dificultades académicas o de disciplina y logramos que las superen. Uno se enorgullece y convence de que vale la pena este sacrificio», afirma.

Relata que los padres agradecen los cambios de sus hijos en ámbitos fuera del deporte, pero critica que ante indisciplinas o incumplimientos docentes algunos los amenazan con quitarles el karate. Olvis prefiere compartir la solución de los problemas.

«Los niños se acercan por las clases que impartimos. No estudié en academias, pero tengo conocimientos por la experiencia y puedo influir. Debemos incentivarlos con un juego, con algo que les guste y motive. Volverán por la ansiedad de entrenarse», dice.

Algunos padres quieren que su niño sea un superdotado, reflexiona… Que hable inglés, toque un instrumento musical y sepa de computación. Todo debe tener su momento y no saturar de actividades. Otros se esmeran porque tengan un kimono, ya que no pueden competir sin uniforme. Olvis confía en que un día la industria deportiva nacional pueda vender esos artículos.

Lunes, miércoles y viernes, de 5 a 7 de la tarde, imparte sus clases. Si le coincide con trabajo tiene la presencia del jubilado Raúl Bravo, cinta negra y cuarto dan del estilo Yjoshimon Shorin Ryu, un alumno del gran maestro Raúl Rizo.  

Sus alumnos -entre ellos Adrián González (8 años), Heiler Kindelán y Erika Antuané (14), y las hermanitas Lidianna (12), Liannis (9) y Luz Merlins (7)- hablan de lo mucho que aprenden sobre el karate, la disciplina, la marcialidad y los buenos modales, tal y como lo demuestra el “profe”…

Entonces Olvis ya no fantasea con Bruce Lee. Sueña desde hace tiempo con ser un mejor educador. Se sabe espejo donde se miran los niños y jóvenes que atiende, y sabe que representan un tesoro para el país.

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