Pinar del Río.- EL MADRID tenía que cambiar el libreto para la final de la Supercopa de España. 120 minutos tres días antes contra el Barcelona y un rival que se encierra bien detrás se lo exigían.

Al equipo de Ancelotti no se le da bien romper muros, pero era una final y el olor a título los motiva de una forma especial. Pronto el control en los linderos del área del Athletic de Bilbao, sin posibilidades de adentrarse, obligaron a disparar desde fuera.

Uno tras otro lo intentaron Benzema, Toni Kroos y Casemiro. Se jugaba en el área de los leones, pero así lo querían los vascos que sentían comodidad y tenían de aliado al reloj.

Los blancos basculaban el balón minimizando pérdidas. En la sala de máquinas sucedía lo de siempre: Modric y Kroos ponían las ideas y los balones, cerca o lejos da siempre igual.

Para los vascos se dificultaba llegar con claridad a la puerta madridista, primero porque entre Lucas Vázquez y Casemiro secaron a Muniain y el galgo Iñaki Williams tenía que correr con menos claridad en el pase y cuando fue bueno encontró a Militao enseñando que también es veloz como un rayo.

No aparecían Vinicius ni Benzema, ni hizo falta para que el Madrid encontrara la ventaja que merecía desde mucho antes. En su lugar aparecieron Rodrygo y Modric.

El brasileño aprovechó el desdén de la defensa rival que prefería doblar la marca a Vini y dejó una pelota servida para que el croata hiciera arte y la mandara a guardar al ángulo del arco.

Con el 1-0, Marcelino se vio obligado a cambiar el plan y metió a Nico Williams por Berenguer para buscar al menos el empate, pero el avance rojiblanco acomodaba la defensa merengue que esperaba para aprovechar los espacios.

Apenas comenzar el segundo tiempo, en un latigazo de Benzema, Yeray se barrió con los brazos abiertos bloqueando el chute. El VAR le indicó al principal la pena máxima cobrada por el francés que anda invicto en 16 intentos consecutivos.

La cuesta del 2-0 resultó empinada en demasía para los del Athletic, que lo intentaban con más ganas que claridad. Más allá de algún alumbramiento de Sancet, se diluía el equipo de Marcelino en querer y no poder.

A falta de muy poco para el final, el VAR otra vez delató unas manos, estas de Militao. Además del penal, el principal vio oportuno sancionar con tarjeta roja. Uno menos en Madrid y la posibilidad manifiesta de recortar, soñaban en Bilbao.

Sin embargo, Courtois destrozó los sueños de los leones con el pie. Raúl García cobró fuerte al medio y el meta belga en pleno vuelo levantó la pierna izquierda para despejar el balón y destruir las esperanzas rivales.

Lo demás fue pasar el tiempo para ver a los blancos levantar el primer título de Ancelotti en su regreso. Quizá este resulte menor para el italiano que tiene la liga entre ceja y ceja, pero siempre se celebra como hicieron en Riad.