La Habana.- LA HISTORIA de los abusos sexuales en el ámbito deportivo parece no tener fin, pues ahora se añade un nuevo capítulo con las recientes acusaciones contra el estadounidense Rana Reider, entrenador de medallistas olímpicos de atletismo.

Una investigación por múltiples denuncias de conducta sexual inapropiada pesa sobre Reider, uno de los más prestigiosos preparadores del mundo y quien ha tenido bajo su mando a hombres como el triplista Cristian Taylor, dos veces campeón olímpico, y el velocista Andre de Grasse, ganador de los 200 metros en Tokio 2020.

El centro SafeSport, de Estados Unidos, se encargará de seguir el proceso, aunque según el diario británico The Guardian, Reider negó tener conocimiento de esas acusaciones y tampoco han trascendido detalles de ellas.

El preparador de 51 años de edad trabaja actualmente en el Tumbleweed Track Club, con sede en Florida, y tiene como pupilos a los británicos Adam Gemili y Daryll Neita, a quienes su federación aconsejó cesar su relación de trabajo con el preparador estadounidense.

Diferentes medios de prensa se han hecho eco de esta nueva historia. Y aunque el implicado asegura no haber recibido ninguna notificación del mencionado SafeSport, lo cierto es que las alarmas ya andan disparadas.

SafeSport es una institución estadounidense que realiza su trabajo de manera independiente, sin fines de lucro, y su único objetivo es vigilar que no se produzcan malas conductas dentro del deporte olímpico y paralímpico de su país.

Lamentablemente, noticias como esta no son nuevas en el ámbito deportivo. Incluso, se han incrementado en los últimos años, con cifras insospechadas y revelaciones que dejan atrás el silencio de años.

El caso del médico de la selección estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, declarado culpable de este tipo de delito en 2018 tras más de 20 años de actividad profesional, es probablemente uno de los más famosos. Las revelaciones sobre su comportamiento se han convertido en ejemplo a seguir por muchas otras mujeres deportistas que decidieron hacer públicas sus vivencias.

El hecho de que los abusos los sufrieran menores de edad contribuyó mucho al silencio sobre lo que sucedía. Las agresiones se mantuvieron solapadas durante años y solo al llegar a la adultez, algunas decidieron decir basta y con su decisión motivar a otras que hubiesen sufrido similares humillaciones.

La carga sicológica de quienes padecieron el ultraje les ha pasado factura. No son ajenos entre ellas los cuadros de depresión profunda, la culpa por creer que fueron las responsables de la situación y hasta la tendencia al suicidio.

Aunque Estados Unidos es el país con más casos conocidos en los últimos tiempos, no es el único con escándalos de este tipo. Desde España, Suiza y Grecia, por solo citar algunos ejemplos, se divulgaron situaciones en que las ultrajadas unieron fuerzas para convocar a la justicia.

Varias organizaciones que defienden los derechos humanos en el mundo consideran que en el deporte se hacen esfuerzos e inversiones millonarias para combatir el dopaje, pero no hay similar empeño para evitar el posible abuso sexual y sicológico.

Se consideran endebles los mecanismos para prevenir estas conductas, que en contra del deseo de la mayoría, son más comunes de lo que se pensaba.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada cinco menores sufre abusos sexuales en el mundo antes de cumplir los 17 años. Y si bien es cierto que se trata de una estadística general, se incluye lo que sucede en el deporte.

Al parecer, nunca serán suficientes la vigilancia y el cuidado en ese sentido. Mantenerse alerta ante cualquier síntoma de ese problema, y educar desde las más tempranas edades a los propios niños, se vislumbran como prioridades para la sociedad en general.