LA DERROTA liguera ante el Rayo Vallecano puso fin a la etapa de Ronald Koeman como director técnico del Fútbol Club Barcelona, despedido en la noche de este miércoles.
La crisis de resultados del holandés al frente del club blaugrana colmó la paciencia de la nueva junta directiva encabezada por Johan Laporta.
Sin embargo, pensar que solo el seleccionador neerlandés merece cargar con la responsabilidad de la inestabilidad del club es una cuestión de mínimos.
La entidad culé sufre una crisis institucional que trasciende lo meramente deportivo. Luego de la destitución de Bartomeu como presidente no han podido enrumbar hacia buen puerto ni la directiva encargada a Carles Tusquets ni la recientemente elegida de Laporta.
La deuda acumulada por la exagerada masa salarial les impidió, en principio, renovar una plantilla que permitiera competir con los mejores clubes de Europa. A ello se sumó la pérdida de jugadores referentes como Lionel Messi y Antoine Griezmann.
Las ausencias en el frente de ataque agravaron la pérdida de Luis Suárez el año anterior, quien no contaba para la renovación pretendida por Koeman. El efecto se hizo notar en el Can Barça y la baja efectividad goleadora los privó de resultados satisfactorios.
Cuéntese que en sus dos primeros partidos de la Champions League encajaron seis goles y solamente dispararon una vez al arco, siendo el peor equipo de la competencia en ese apartado.
La llegada de Memphis Depay, que ilusionó con goles en sus primeros partidos, terminó diluyéndose… Y junto a Luuk de Jong, la otra apuesta del ahora extécnico culé, a quien la grada del Camp Nou no le mostraba paciencia, no han servido para llenar el enorme vacío dejado en el ataque barcelonista.
A ello se suman las lesiones que incapacitan a piezas claves para el conjunto blaugrana. Nombres como el de Pedri o Ansu Fati encabezan la larga lista de jugadores en la enfermería.
No obstante las circunstancias desfavorables, tampoco puede pensarse en la destitución del otrora defensor culé como chivo expiatorio de la situación que viven en mitad de la tabla liguera y con difícil panorama en la fase de grupos de la Champions.
En la cancha no puede definirse una idea clara sobre a qué quiere jugar el equipo y constantemente apelan a desórdenes como los de desequilibrar el parado inicial en busca de una resolución que aporte resultados de emergencia.
Las postales de Gerard Piqué en el frente de ataque describen gráficamente la situación. El hecho de que la salvación de la debacle ante el modesto Dynamo de Kiev resultó un gol del defensa desespera al aficionado y la directiva.
Incluso una plantilla diezmada por ausencias y lesiones todavía puede considerarse a la altura de mejores dividendos, si tenemos en cuenta que equipos como Rayo Vallecano y Osasuna ocupan mejores puestos en la clasificación de la liga doméstica.
Con la destitución, el club de la Ciudad Condal debe centrarse en el futuro a largo plazo. La persona elegida por la jefatura deportiva debería encargarse de una renovación a largo plazo, y ser preferiblemente alguien que entienda la identidad del club.
A la par de la solución de elementos administrativos, la mesura en la elección del nuevo técnico será fundamental en las aspiraciones del Barcelona de regresar a la élite mundial. Si bien la paciencia exagerada puede resultar nociva, tampoco las prisas son buenas.
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