Tokio.- ESTE reportero y sus colegas cubanos llegaron a esta capital el pasado 16 de julio para dar cobertura a los Juegos de la XXXII Olimpiada.

Han transcurrido ocho días en que al tanto de las cuestiones deportivas y de la covid-19, fundamentalmente, no nos percatamos o enteramos de que Japón se tambalea levemente con nosotros “arriba”.

Me explico: la Agencia Meteorológica de Japón confirma en tiempo real que del 16 al 23 de julio se han producido nada menos que 46 sismos en todo el país, algunos de hasta cuatro y cinco grados en la escala de Richter.

En Fukushima, por ejemplo, durante miércoles y jueves debe haber sido más fácil “propinar ponchados” a las softbolistas olímpicas, pues la tierra no paró de moverse. En ese sitio se produjo el terremoto y posterior tsunami de 2011, causante de grandes pérdidas y el fallo de una central nuclear.

Siendo absolutamente sincero, en el Centro de Prensa Principal de estos Juegos, instalado en el fastuoso Tokyo Big Sight, muy cerca de la bahía tokiota, he tenido la sensación de que mesas y televisores vibran a placer sin causa aparente. Nadie se alarma y yo tampoco, pero las cosas se mueven. Al menos para mí.

Al montar en los ómnibus queda también muy claro que vivimos por estos días en una urbe elástica, danzante, en la cual edificios, carreteras, puentes, puertos y otras infraestructuras están diseñadas para “bailar” al compás de la tierra.

Separaciones entre estructuras, grandes y medianos extensores instalados, bases movibles en las uniones de megapiezas de hierro y hormigón delatan parte de la estrategia para enfrentar sacudidas de hasta nueve grados, en que hasta los rascacielos parecen serpentinas por segundos o minutos.

Los organizadores de Tokio 2020 saben que un movimiento telúrico fuerte representaría el caos total para los Juegos, de ahí que ensayaran una y otra vez las acciones y medidas a ejecutar.

Se trata de una posibilidad real, pues el país sufre hasta 5 mil sismos al año, la mayoría impercentibles para las personas. No obstante, la nación está ubicada en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico y una debacle puede suceder. Solo en los últimos 15 años se vivieron acá tres terremotos de gran intensidad.

Nos han dicho y hemos podido leer en los manuales que si la “tierra de abre” por algún lugar de esta urbe deberemos mantener la calma y seguir las instrucciones de voluntarios y autoridades…

«Se ha producido un terremoto. Mantengan la calma y protéjanse. Esta instalación es segura», será el primer mensaje que escucharemos en inglés y japonés por los altavoces de las instalaciones.

«Actuar llevado por el pánico puede ser peligroso. Mantengan la calma y sigan las instrucciones de los organizadores. Los ascensores no pueden ser utilizados», continuará oyéndose.

Minutos después llegarán a cada escena los bomberos y médicos para atender, clasificar y extraer los posibles heridos, apoyados por las Fuerzas de Autodefensa Japonesa.

Al mismo tiempo, la gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, mantendrá una reunión de urgencia con autoridades municipales, de guardacostas, bomberos y del ejército. En una docena de pantallas instaladas en el fastuoso edificio del gobierno municipal se evaluarán los daños principales y las acciones a realizar.

El ambiente en la villa olímpica será indescriptible. Lo mismo en otras instalaciones de gran magnitud. La cúpula del COI analizará junto a los organizadores si los Juegos siguen adelante o llegan a su fin.

Tal panorama no se antoja de ciencia ficción. Es parte de los riesgos que enfrenta Tokio 2020, más allá de la covid-19 y los tifones, como si fuera poco.