Tokio.- SI ANTES hablamos del empleo del hidrógeno, hoy podemos comentar sobre el manejo de desechos previo y durante los Juegos de la XXXII Olimpiada, a partir de los nuevos datos aportados por el COI.

Reducir los residuos y la contaminación constituye un principio de la nueva gestión olímpica, como continuidad de conceptos harto conocidos como la eliminación de los llamados “elefantes blancos” y la transformación de antiguas zonas industriales en parques deportivos y recreativos.   

. TOKIO 2020 O LOS JUEGOS DEL HIDRÓGENO  

Los “elefantes”, recuerden, tienen que ver con instalaciones gigantes que poco o nada se emplearon tras los Juegos, de lo cual hay sobradas evidencias en Atenas 2004, Beijing 2008 y hasta en Río de Janeiro 2016, por solo mencionar las más recientes ediciones.

La transformación de áreas “enfermas” y casi deshabitadas tiene un loable ejemplo en el parque olímpico de Londres 2012, donde surgió un espacio moderno y amigable con el medio ambiente justo donde se alzaban antiguas fábricas y predominaban la tierra y el agua contaminadas.

Tokio 2020 no ha querido hacer menos, y su proyecto de economía circular en verdad ha ido muy lejos…

Ya sabíamos que para hacer las 5 mil medallas de oro, plata y bronce de la cita se extrajeron metales preciosos de pequeños dispositivos electrónicos aportados por personas de todo el país. Y también que los ciudadanos donaron desechos plásticos para la producción de los podios para las ceremonias de premiación.

Además trasciende que la antorcha olímpica se fabricó con aluminio de una carcasa temporal construida después del Gran Terremoto del Este de Japón, en 2011.

En otra dirección, el comité organizador de Tokio 2020 pretende reutilizar o reciclar el 99 por ciento de los artículos y bienes adquiridos, así como reciclar el 65 por ciento de los desechos.

Por ejemplo: en vez de comprar, la organización contrató la mayoría de los equipos necesarios. Y eso significa que unas 65 mil computadoras, tabletas y otros aparatos informáticos y de consumo se devolverán cuando caigan las cortinas de la cita paralímpica, en septiembre. Lo mismo sucederá con los cerca de 19 mil escritorios de oficina, sillas y otros accesorios instalados.

En términos de recintos deportivos, la correlación entre nuevos, reutilizados y temporales demuestra la batalla contra los elefantes blancos. Solo ocho de las 43 sedes a emplear se levantaron desde cero, otras 25 ya existían y 10 serán temporales. Este diseño redujo muchísimo las potenciales emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera.

Lógicamente, por más que se reduzcan siempre habrá desechos. Entonces urgía un mecanismo eficaz para eliminarlos. Esta vez se han instalado dos dispositivos oceánicos llamados Seabins, que amarrados en el puerto servirán para recolectar todo el plástico posible.

Otro ejemplo tiene que ver con el empleo de maderas en la Plaza de la Villa Olímpica, las cuales fueron donadas por los gobiernos locales del país. Sin embargo, cuando se apague la llama paralímpica esas piezas, más de 40 mil, no quedarán como huellas de lo vivido. Serán retiradas y empleadas en otros proyectos.

Los juegos olímpicos siguen siendo apuestas riesgosas en términos de gastos y legados, pero inspirados en un modelo como el de Tokio 2020 no hay dudas de que pueden ofrecer mejores dividendos, más allá de lo deportivo.