La Habana.- AUNQUE los llamados ramos de la victoria que reciben como tradición los medallistas en cualquier cita olímpica no serán novedad en Tokio 2020, sí habrá diferencias en el significado simbólico de los más de 5 mil que está previsto entregar aquí.
Cada una de las flores que conformarán el regalo tiene su propia historia. Hablarán de la región en que fueron cultivadas, de lo que simbolizan y es el mensaje que pretenden trasmitir al mundo los organizadores desde una nación con cultura milenaria y cientos de razones para sentirse orgullosa de ella.
Se escogieron eustomas y sellos de Salomón, Fukushima; girasoles de Miyagi; gentianas de Iwate; y aspidistras de Tokio. En tanto el diseño lo encargaron al Consejo Floral Nipón e incluye la mascota Miraitowa para que los afortunados de recibirla puedan atesorarla como uno de los recuerdos de la cita.
Las eustomas llegarán específicamente de la región más afectada por el gran terremoto del 2011, y su cultivo está promovido por una organización sin fines de lucro que alienta la reconstrucción de esa zona y en especial la producción agrícola.
En la prefectura de Miyagi cientos de personas buscaron refugios en las colinas durante el devastador tsunami… muchos perdieron la vida y ahora sus familiares les honran sembrando allí girasoles que cada año florecen para recordar el ciclo de la vida.
Esos serán los girasoles que formarán parte del regalo, igual que las gentianas con su característico color azul índigo que es el mismo del emblema escogido para la cita.
Los ramos medirán 28 centímetros de alto y tendrán un diámetro de 17 centímetros, y para prolongar su durabilidad se ideó proteger los tallos con pequeñas bolsas de agua con gel y así garantizar que mantendrán su frescura durante más días.
Tendrán un diseño simétrico, con las flores acomodadas de manera que se propicie una vista perfecta desde cualquier ángulo y los organizadores aseguran que la imagen de los medallistas sosteniendo su arreglo perdurará por generaciones.
En esta nación se venera la naturaleza y en especial el florecimiento de las plantas. El hanami –tradición de ver florecer el cerezo– es uno de los acontecimientos más esperados cada año y se convierte en una fiesta que marca el fin del invierno y la llegada de temperaturas más cálidas.
Es el momento de contemplar las flores, de compartir entre amigos, de tomar el aire en espacios abiertos y venerar los obsequios que ofrece la naturaleza.
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