Tokio.- POR DESCABELLADO que pueda parecer, el Bloqueo Económico, Comercial y Financiero sostenido durante décadas por los Estados Unidos contra Cuba tiene expresión concreta en los Juegos Olímpicos asignados a esta ciudad.
No solo porque las trabas que emergen de su carácter extraterritorial exigieran a la Isla hacer “malabares” para garantizar pagos y aseguramientos logísticos que otros países resolvieron con una simple transferencia bancaria, gestionada desde una computadora.
O porque la preparación de sus atletas tuviera que prescindir de fondos dispuestos por organizaciones deportivas internacionales a las que esa hostil política cerró las puertas de transacciones que se ejecutan sin el menor problema cuando los destinos son otros.
Sucede que la afrenta más reciente tiene como escenario a la mismísima villa olímpica, donde el Sumitomo Mitsui Banking Corporation prohíbe que los cubanos ejecuten una operación tan simple como canjear dólares u otra moneda para obtener yenes, la del país anfitrión.
Dicho en otras palabras: la entidad financiera da la espalda a su compromiso de servir porque así lo determina la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que azota con multas millonarias a los infractores de sus designios.
La explicación la ofrecieron los empleados que dijeron «No» a las primeras solicitudes, quizás sin saber que esa orden es concreción de una postura 29 veces condenada en el seno de la Organización de Naciones Unidas, donde Japón ha votado por su eliminación desde 1997.
Lo cierto es que hay mucho de discriminación en ese acto, que priva a la delegación cubana de una opción casi exclusiva para los principales protagonistas de la lid, por las restricciones de movilidad a que están sometidos como parte de la batalla contra la covid-19.
Nuevamente el odio del gobierno estadounidense deja huellas nefastas, esta vez atentando incluso contra los esfuerzos que sustentan un evento embestido por la pandemia.
¡Qué pena! La potencia más grande del mundo considera inapropiado que un atleta cubano acceda a la moneda que le permitiría llevar a casa un suvenir que se vende a escasos metros del banco que le niega el canje.
¿Qué dirán de esto sus defensores, empeñados en cacarear que el bloqueo es un asunto bilateral?
Nada, lo mismo que cuando el nombre de Cuba vuelva a escucharse alto y fuerte en Tokio.
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