EL HAMPDEN Park de Glasgow abrió sus puertas y llenó a discreción las gradas para presenciar un partido espectacular. Por desgracia para ellos, la espectacularidad la pondrían los checos que llegaron a aguarles la fiesta. Eso sí, los locales no lanzaron la toalla y dieron guerra de la buena.

Pocas veces se vio un equipo tan bien en la derrota como al ejército Tartán, pero el de hoy era el día de Patrick Schick. Al del Leverkusen no le bastó con marcar de cabeza poco antes del descanso, sino que vino del camerino a mandarse un golazo de escándalo desde los 49 metros, una barbaridad sin precedentes en eurocopas y copas del mundo.

El mismo Schick casi marca el tercero, pero el portero le negó tanto desparpajo. Pareciera que los escoceses se dedicaron a mirarlo en su show, pero nada más lejos de la verdad.

Si bien Patrick se puso la capa en la delantera, el guardameta checo sacó el escudo antimisiles para despejar el bombardeo de los británicos que se fueron inconformes con el resultado, pero con la cabeza en alto por la entrega.

En el segundo turno Eslovaquia le enseñó a Pablo Sousa, por enésima vez, que no se puede pedir peras al olmo. El portugués le pide a los polacos un juego asociativo y vistoso que les hace torpes renunciando a su ADN.

Para colmo, la suerte le abandonó al minuto 17, cuando Szczesny se marcó en su propio arco en un rebote desafortunado, el segundo autogol en lo que va de torneo y ambos de jugadores de la Juventus; y luego Krychowiak se hizo expulsar cuando los polacos gozaban de su mejor momento ya habiendo empatado el partido. 

Los halcones eslovacos fueron a lo suyo: robar al tímido ataque polaco y correr para hacer daño de la mano de Marek Hamsik. Entonces, al 68´, llegó la recompensa para el formidable partido de Skriniar.

El defensor campeón de la Serie A con el Inter marcó el tanto definitivo a la salida de un córner, para dar los tres puntos a los de Tarkovic, quien orientó neutralizar a Lewandowski y se notó el desespero del delantero del Bayern.

A última hora, lo que se vendía como el partido de la jornada terminó en un monólogo prolijo y soporífero de La Roja. A Suecia le bastó con unos pocos toques para las internadas de Isak y Berg, y el 14% de la posesión para lograr lo que España en casi mil con el 85% de la tenencia: cero goles.

Los suecos sin Ibrahimovic se dedicaron al antifútbol, encomendados al portero Robin Olsen unas veces y al desacierto de Morata en otras. Salvo los intentos de Koke y algún atrevimiento de Dani Olmo, el resto era tocar y merecer para España.

Pero en el fútbol no gana el que merece, sino el que marca. El tiki taka valió al final lo mismo que el parado rácano de Janne Andersson en La Cartuja, donde hizo falta más que calor para domar a los nórdicos.

A falta de gol, Luis Enrique dejó en la banca a Gerard Moreno, el hombre que más marcó esta temporada de los suyos, y cuando el reloj apuró terminaron cayendo centros al área como abdicando de meterse dentro del arco rival con cien pases. 

El empate reavivó la vieja polémica de lo bello y lo bueno. Un punto fue a parar tanto a casa del príncipe como a la del mendigo. En el río revuelto ganó Eslovaquia, que se burló de los pronósticos y es líder. El España vs Polonia se antoja un viacrucis para ambos. Luis Enrique deberá aprender el teorema de que a falta de goles no valen pases.