Pinar del Río.- CUBA comenzó por el final esta fase eliminatoria rumbo a la Copa del Mundo de Fútbol de Catar 2022.

Si el organigrama hubiera reservado algo de generosidad para la absoluta de la mayor isla de las Antillas, probablemente Guatemala y Curazao no hubieran corrido la misma suerte, al menos habrían encontrado delante un equipo más hecho.

Claro está, los hubieran no existen y la realidad se antoja inalterable. No obstante, parece permisible por esta vez conformarse con el resultado, tomando en cuenta el crecimiento palpable de una selección que no sólo muestra un buen fútbol, sino que además domina y gana.

Lo visto esta tarde en el estadio Kirani James, de Granada, ante San Vicente y las Granadinas, no deja lugar a dudas. Los alumnos de Pablo Elier saltan al césped sin complejos, toman la pelota por convicción y proponen el fútbol con autoridad.

El conjunto Vincy Heat, a sabiendas de tener delante un rival cualitativamente superior en todas las líneas, metió el armario delante de la puerta y defendió por acumulación, encomendado más a tupir espacios que al orden. 

La apuesta local desnudó algunas carencias de los cubanos dentro del área rival y obligó a una prolijidad que por momentos desesperó. El dominio arrollador de los dirigidos por Sánchez no subía al marcador al término de la primera parte. La verticalidad sin espacios es como la vida sin agua.

Las oportunidades no faltaron tampoco a pesar del tiki taka excesivo: William Pozo obligó al arquero sanvicentino a estirarse para sacar un disparo de larga distancia que terminó golpeando el travesaño; Onel probó con más colocación que potencia dentro de un mar de piernas amarillas; y Paradela desperdició las dos más claras con el arco a merced.

La buena noticia otra vez recayó en la solidez defensiva. Cavafe y Modesto apenas tuvieron sobresaltos y el portero cubano, salvo alguna escaramuza aislada, parecía aburrirse en su área. Eso sí, en esas pocas que tuvieron los anfitriones se le vio inseguro, en especial en los balones aéreos. 

Piedra por el carril derecho y Corrales por el izquierdo tuvieron libertades para dejar al área propia y agredir al rival por las bandas haciendo ancho el ataque. Cuando fueron exigidos en defensa solventaron con categoría.

Karel tuvo dos partidos en uno: soberbio y con sobrada presencia física en la contención por un lado, y dubitativo en la salida por la otra. Más de una vez se le vio pedir ayuda en la conducción, en lugar de aprovechar el espacio.

En la segunda mitad, el estratega de los Leones del Caribe movió las piezas. Y aunque no cambió el esquema agregó claridad ofensiva con la entrada de Dayron y presencia en el área además de fuerza aérea con la de Maykel. De la unión de estos Reyes llegó el gol.

El primero levantó la vista y dibujó un pase a gol al pinareño de guardar… El nueve ganó las espaldas a los defensores y batió por aire la fortaleza local para decretar el 1-0 definitivo. Fue el segundo partido marcando en forma consecutiva para el delantero, al que no le asienta el banquillo de suplentes. 

Maykel, con dos goles y un penal provocado en sus últimos 60 minutos en la cancha, es para enmarcar; y el joven del Fort Lauderdale, con tres asistencias y un penal cobrado de forma magistral en el mismo lapso, hace gala de frescura y calidad. 

El juego cubano fue reconocible. El dominio de la pelota y la cancha, además de la circulación del balón, no fueron como alguno puede pensar el resultado de la propuesta del contrincante, sino el cumplimiento de una orientación expresa con una interpretación orquestal.

Los corners desperdiciados indican dónde trabajar. El partido quizá no fue el mejor de algunos, si no que le pregunten a Onel y Paradela. No obstante, la selecta cubana adopta, por merecimiento y profesionalidad, una mentalidad ganadora que augura mejor performance al menos en el área.

La Copa de Oro de Concacaf parece el escenario de lujo para terminar por dar el do de pecho.