La Habana.- EL MOVIMIENTO Deportivo Cubano necesitaría multiplicar a jóvenes como Lázaro Giosvanny Lía Armenteros. Su amor por la profesión escogida resulta evidente en cada frase y gesto… Basta ver su mirada cuando habla sobre sus cuatro cursos como profesor de Educación Física. 

Graduado de la escuela de profesores de educación física (Epef) de La Habana, y seleccionado el pasado año como mejor docente de la especialidad en ese territorio, Lázaro derrocha energía cuando cuenta sus experiencias frente a los alumnos.

Reconoce que no practicó deporte alguno de modo oficial, que sus experiencias no trascendieron más allá de las “guerrillas” de fútbol y pelota en el barrio, y que solo por embullo hizo las pruebas de aptitud para ingresar a la Epef al terminar el noveno grado.

«La profesora Mirelis (de Educación Física en su secundaria básica) me decía que estudiara eso… Lo hice por embullo. Fuimos como cinco de mis amigos y al final solo me gradué yo», recuerda con el orgullo de haber seguido aquel consejo y escogido el camino correcto.

«La educación física “me robó”. Desde que estudiaba en la Epef fui enamorándome un poco cada día. Ayudaron mucho los profesores. Luego cumplí durante 14 meses el servicio militar activo y me incorporé al trabajo en la escuela René Fraga Moreno, en Arroyo Arenas», narra sobre lo vivido hasta ahora.

Con 23 años de edad, Lázaro usa gorras de beisbol, lleva tatuajes en los brazos y habla con la frescura propia de la juventud… Sin embargo, tiene ideas claras y describe con certeza lo mucho que puede hacerse desde las aulas.

«Motivar la clase es la clave de todo. Debe lograrse que los alumnos hagan lo que les gusta, entren al turno para atenderte», comenta respecto a su día a día con alumnos del primer ciclo de la enseñanza primaria.

«Por ejemplo, a los niños de primero y segundo grados les propongo un viaje imaginario, les digo que iremos al zoológico, al acuario o al campo; que vamos a alcanzar las frutas de los árboles. Entonces, dispersos por el área, tienen que estirarse e inclinarse para “recogerlas”. Así están haciendo extensión y flexión sin ser conscientes de ello. Así cumplen el calentamiento y lo disfrutan», explica.

«También jugamos a que son carros y veremos cuál será el más veloz… Así hacemos las carreras y propiciamos que vuele su imaginación, que sean lo que quieran», añade con evidente entusiasmo.

También imparte clases frente a alumnos de quinto grado, con quienes cambian los métodos, pues los juegos han de ser más competitivos. «A ellos les gusta demostrar que son los mejores, de ahí que para el calentamiento —por ejemplo— les ofrezca una influencia combinada, para que trabajen varios segmentos del cuerpo a la vez».

Con los más grandes, los del segundo ciclo de la enseñanza primaria, se presentó en cada competencia del concurso de la clase. Ganó en las tres realizadas a nivel municipal, luego en una de alcance regional y otra provincial.

La pandemia de la covid-19 le quitó el placer de medirse en la fase nacional, pero no pierde las esperanzas de hacerlo muy pronto.

La actual situación sanitaria le ha dejado también sin clases frente a los niños. Extraña cada minuto perdido y confiesa que eso ha sido lo más duro en estos meses.

«Tengo muchos deseos de volver a la escuela. Disfruto no solo las clases, sino también interactuar con cada alumno y ver como quieren tomarme de ejemplo para muchas cosas. Esa es la forma de demostrar que soy importante para ellos», dice orgulloso.

Además de lo aprendido en la Epef, Lázaro tuvo la suerte de llegar a un centro en que encontró a Andrés Pérez, un veterano de 30 años de experiencia que no ha dudado en regalarle cuanto sabe.

«No me oculta nada. Me guía en todo y eso ha sido una suerte», confiesa antes de reconocer que su interés debe ser permanente, que estudia un poco cada día y se actualiza en temas novedosos.

«Todos los días se aprende un poco más, eso es fundamental. Hay que mantenerse al tanto de cada novedad, de cada detalle que aporte a una mejor clase», acepta con el brillo en la mirada que mantuvo durante todo el diálogo.

A ese destello suma una sonrisa cuando confiesa de qué modo le gustaría ser recordado por sus alumnos: «Como un “loco” por la Educación Física».