La Habana.- MIENTRAS San Salvador ya entregó su documentación final y Mayagüez hizo firme su renuncia, la familia deportiva centrocaribeña espera con ansias la definición de la sede de sus juegos multideportivos correspondientes a 2022.
El pasado año sobrevino la primera de las crisis al respecto, cuando Ciudad de Panamá renunció a la sede por falta de presupuesto en medio de la pandemia de la covid-19.
Luego se abrió una luz de esperanza con las candidaturas de San Salvador y Mayagüez, cuyos fuertes mensajes se escucharon durante meses.
Incluso en abril último, durante la visita de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe a la urbe boricua, la prensa local especuló sobre una clara victoria.
Los argumentos tenían que ver no solo con la calidad del expediente en general y la disponibilidad de instalaciones adecuadas, sino también con el propósito de asumir la cita en 2022 y no en 2023, como proponía su rival salvadoreña.
Ahora, esta última ha quedado sola en la carrera por la condición de anfitriona, y se antojan lógicas las dudas sobre si su propuesta sigue fijada para la misma temporada de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023.
Esa coincidencia era hasta hace poco una línea roja para Centro Caribe Sport (CCS), pero ante una sola alternativa en la mesa habrá que esperar su decisión.
Lo cierto es que nuevamente los juegos multideportivos más antiguos del mundo sufren las consecuencias de la crisis económica, que unida a los impactos de la pandemia ha generado su “tambaleo” y una visible postura conservadora de potencias como México y Colombia.
Según CCS, su comité ejecutivo espera el informe final de la comisión de futuras sedes, junto a las apreciaciones de los grupos legal y de marketing. De ese modo debe validarse la propuesta de San Salvador.
Solo entonces sabremos dónde, cómo y cuándo viviremos los XXIV Juegos Centrocaribes.
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