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MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Mujeres en la historia del béisbol cubano

La llegada de la mujer a los terrenos de béisbol a mediados del siglo XX no fue un fenómeno concerniente solo a la historia del deporte.


Por Dr.C. Felix Julio Alfonso López*
lunes, 15 de marzo de 2021 06:56 PM



Foto: Archivo

ME TRASLADO esta vez al ámbito de las mujeres pioneras en nuestro béisbol, muchísimo menos conocidas que sus pariguales masculinos.

Encabeza esta historia la enigmática señorita que firmaba con el nombre de Elena E., quien en fecha tan temprana como 1881 declaró estar a favor de las prácticas beisboleras, pues «cuánto habrán de alegrarse de ello las madres y los padres de los jóvenes de esta isla y principalmente de esta capital, pues todos los ratos que el estudio les permite o el trabajo les concede, lo emplean en jugar al base ball, en lugar de entretenerse en otras cosas que lejos de desarrollarlos y favorecerlos, los enervaría o los disiparía. El base ball ha venido a la Isla de Cuba a cumplir la alta misión de hacer de nuestros jóvenes hombres y no muñecos».

Por tal motivo expresaba su deseo de que «no decayese nunca el entusiasmo que se nota hoy por el base ball y que se planteasen también otros muy saludables e higiénicos que existen en los Estados Unidos».

Y sorprende al final de su artículo con esta declaración feminista: «Cuándo jugaremos las cubanas, si no este juego, otros que hay análogos y que a la par que nos divirtieran nos desarrollaran».

La investigación realizada sobre el béisbol cubano del siglo XIX no arroja ningún equipo femenino conocido, más allá de los tradicionales y muy importantes roles otorgados a las mujeres como madrinas, directoras de honor, socias honorarias y damas de compañía de los peloteros.

Esto a pesar de que en Estados Unidos, paradigma para el béisbol cubano en muchos aspectos, desde la década de 1890 existían equipos de pelota conformados por mujeres, a las que se llamaba Bloomers Girls, en alusión a Amelia Bloomer, diseñadora de un tipo de pantalón con bombachos.

Sin embargo, un estudio sobre la pelota en Cienfuegos, realizado por el profesor Lesby Domínguez Fonseca, arrojó el hallazgo de un equipo completo formado por mujeres hacia 1900, durante el período de la primera intervención estadounidense. Lo integraban señoritas del aristocrático barrio de Punta Gorda, con su capitana Carolina Villapol, Isabel Castaño, las hermanas Nicolasa, Rosalía, Carmen y María Teresa Entenza, Adelina Vilaseca, Angelita e Isabel Trápaga y Olimpia Trujillo.

Muchos años más tarde fue constituida, el 19 de septiembre de 1947, la Organización Deportiva de Béisbol Femenino de la República de Cuba, al calor de la cual alcanzaron notoriedad deportiva y gran visibilidad en medios de prensa los nombres de varias practicantes como Isora del Castillo, Eulalia “Viyaya” González, Mirta Marrero, Gloria Ruiz, Migdalia Pérez, Isabel Álvarez, Luis Gallegos y Brígida Beiro.

De Isora, oriunda de Regla e hija del pelotero amateur Argelio del Castillo, se recuerda su participación como tercera base en un equipo femenino de Chicago entre los años 1949 y 1950, en el  cual se le conocía con el sobrenombre de “Pimienta” y se estimaban mucho sus cualidades como vocalista.

Viyaya se hizo célebre jugando la primera base contra equipos de hombres. Dueña de un inusual coraje y fortaleza física, no admitía que la trataran con inferioridad en los diamantes, y le gustaba recordar anécdotas que ponían en entredicho la hombría de sus contrarios, como la de aquellos lanzadores que le pegaban la bola cuando les conectaba de jit.

Brígida Beiro comenzó las prácticas beisboleras en su natal Güira de Melena, estimulada por el conocido mánager amateur Octavio Diviñó, quien trataba de crear un equipo de mujeres en la década de 1940.

Su plantel fue bautizado como Las Águilas y jugaron en La Tropical, el Gran Stadium del Cerro y numerosas localidades de provincias.

La matancera Mirta Marrero estudió en el Instituto Cívico Militar de Ceiba del Agua hasta los 14 años. Allí practicaba muchos deportes, con preferencia por el básquetbol, el béisbol y el softbol.

Cuando salió del Colegio en 1944, un tío la llevó a ver uno de los equipos femeninos de pelota que existían en ese momento y quedó cautivada para siempre. Famoso el reportaje que le hiciera Eladio Secades en Bohemia, bajo el título Créalo, o no: la mujer juega a la pelota mejor que el hombre.

En sus párrafos, este maestro del periodismo deportivo y del costumbrismo en el siglo XX la calificó como «la atracción de la taquilla y la vedette del equipo».

En el invierno de 1947 visitó La Habana un numeroso grupo de jugadoras de pelota pertenecientes a los ocho equipos de la All American Girls Professional Baseball League. Poco antes, los Dodgers de Brooklyn y los Yankees de Nueva York realizaron acá varios juegos de entrenamiento.

Cuentan que las jóvenes peloteras norteñas despertaron muchísima más atracción entre los fanáticos habaneros que los equipos de Grandes Ligas, y como resultado de los enfrentamientos con sus similares cubanas, jugadoras locales como Isora del Castillo, Migdalia Pérez, Isabel Álvarez y Mirta Marrero fueron invitadas a realizar entrenamientos en campos de béisbol de Estados Unidos, con excelentes resultados competitivos.

Mirta, por ejemplo, dueña de un temperamento alegre y festivo, se convirtió en una chica muy popular en una liga en que tuvo su temporada más productiva en 1951, cuando compiló récord de 17-8 con 2.24 de promedio de carreras limpias, en 29 encuentros con el Fort Wayne Daisies.

Por supuesto, la llegada de la mujer a los terrenos de béisbol a mediados del siglo XX no fue un fenómeno concerniente solo a la historia del deporte, sino que guarda estrecha relación con las luchas sociales y políticas libradas por las mujeres en el seno de la sociedad cubana durante las primeras décadas republicanas, en pro de demandas como el sufragio, la igualdad de salarios por igual trabajo, el derecho al divorcio y su participación activa en la vida política del país.

Dicho todo esto, creo que la recuperación de estos nombres, protagonistas de la hermosa historia de nuestro deporte nacional y llevados al mármol de una tarja en el Estadio Latinoamericano, glorifican aún más al béisbol y reclama de nosotros, devotos y reverentes admiradores, su protección y enaltecimiento con la declaratoria como Patrimonio Cultural de la Nación Cubana.

*Historiador adjunto de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

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