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ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
DÍA DE LA PRENSA CUBANA
Resillez abrió su agenda deportiva

Pocos conocen de su labor periodística en los Juegos Centrocaribes de Panamá 1970.


Por: Tony Díaz Susavila
(antonio.diaz@inder.gob.cu)
domingo, 14 de marzo de 2021 11:21 AM



Foto: TVC

La Habana.- LUCHADOR, boxeador en la adolescencia y primera juventud; pescador siempre, incluso submarinista en el litoral de su querida barriada de Cojímar, Antonio Resillez López atesora también una vida dedicada al periodismo y un especial hilo umbilical con el deporte.

Fue alfabetizador en 1961 en la Brigada Conrado Benítez, en la zona montañosa holguinera de Barredera, para ayudar a Cuba a convertirse en territorio libre de analfabetismo. Además fungió como diplomático en Perú. Nació en Guanabacoa hace 76 años y tiene razones para agradecer al Inder en sus 60 décadas de existencia.

«Barredera, adonde regresaré algún día, me marcó. Allí, como corresponsal, me entró el “bichito” del periodismo y me hice novio de mi esposa de siempre, Teresa Serpa Álvarez, quien también es periodista y trabajó casi toda su vida en el Consejo de Estado».

Así inició un diálogo con JIT cargado de fértiles rememoraciones…

«Con el deporte viví una experiencia inolvidable, aunque nunca me vi como reportero de un sector con especialistas de gran prestigio y mucho menos en unos juegos como los Centroamericanos y del Caribe organizados por Panamá en 1970», expresa emocionado el excelso comunicador, quien entonces se desempeñaba como director del Noticiero Nacional de Televisión.

«En una reunión con los integrantes del departamento de deportes de la televisión, en que se encontraban Eddy Martin y Héctor Rodríguez, me eligieron para ir a Panamá. No solo a dar cobertura a los Juegos, sino también para coordinar cómo hacer llegar a Cuba todo lo informativo», explica.

«Eran tiempos de cámaras de 16 milímetros y teletipos. Se desconocía el video type y bastante de las trasmisiones en vivo desde otros países. Recuerdo que algún que otro colega objetó mi selección, pero Eddy y Héctor, quienes eran muy respetados, apoyaron la propuesta de la dirección del canal. A Panamá viajé en barco y lo hecho llegó a Cuba diariamente en un avión», detalla.

DESFILE Y GLORIA

«Los periodistas estamos casi siempre, por las historias que narramos, ante hechos inéditos. Pero lo del desfile como integrante de la delegación cubana, con boina y todo, por aquel estadio en el que no cabía un alma más, lo tengo entre lo que más me ha emocionado en la vida», asegura.

A pesar del medio siglo trascurrido, Resillez no olvida los vítores de aquel 28 de febrero en el Estadio Revolución, con aforo para 22 mil personas. Allí, a las 6:25 p.m., el atleta Frank Prince entró portando el fuego centrocaribeño que encendería el pebetero hasta el 13 de marzo, cuando los Juegos quedaron clausurados.

«Aquello fue apoteósico. Sentí en la piel lo que después confirmamos cuando las personas conocían que éramos los cubanos de Fidel: la solidaridad del pueblo panameño, que peleaba por nacionalizar su canal transoceánico, liderado por su presidente, el general Omar Torrijos», reconoce.

TORRIJOS Y EL POLICIA

«Con Torrijos tuve más de un especial encuentro. El primero en un partido de béisbol en que visitó al equipo Cuba en el banquillo, y donde a pesar de entregarle una tarjeta de presentación en que indicaba ser el director del noticiero de la televisión cubana, continúo diciendo que era policía, pues alguien tan joven no podía dirigir un estelar en una nación como Cuba», relata.

«Pero más interesante fue cuando posteriormente, en un cartel de boxeo, me pidió le transmitiera a Alcides Sagarra, jefe de entrenadores cubanos, una sugerencia a Teófilo Stevenson, nuestro futuro campeón mundial y olímpico. Pidió que llevara “suave” a su adversario panameño, pues era un soldado del ejército de poca experiencia como púgil», dice entre sonrisas.

«Transmití su solicitud a Sagarra y vi, sentado detrás de Torrijos, cómo Teófilo sobrellevaba a su adversario. Pero este se envalentonó y dio un derechazo que desató la furia del superpesado nuestro, quien con un golpe le dislocó la clavícula, lo que provocó el KO y que el doctor Rodrigo Álvarez Cambra ascendiera al cuadrilátero para “reducir” allí mismo la lesión», recuerda.

«No se sienta mal, usted cumplió, el boxeador de ustedes cumplía, pero el nuestro no, me dijo Torrijos, con su personalidad de pueblo», agrega.

«Después fui invitado por él a visitar su casa, establecimos un buen vínculo. Incluso se preocupó por mi estancia en la villa, sobre cómo nos atendían, qué necesitábamos. Era un gran amigo de Cuba. Esto que te digo, más ampliado, lo narro en el libro titulado ¿Si te contará…? Off de Récord, que anda por su segunda edición», abunda.

MI HERMANO

Octavio Suárez García-Calzadilla fue un gimnasta cubano participante en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 y México 1968. Medallista de oro por equipos en Panamá 1970, de bronce en los Juegos Panamericanos de Sao Paulo 1963, y de plata en Winnipeg 1967 en caballo de salto.

«Octavio fue mi hermano desde que nos mudamos para Cojímar, donde mi familia se hizo de una casa por el asma que todavía me acompaña. Era mi compañero de andanzas. Éramos inseparables», cuenta.

«Al ser miembro de la delegación me facilitó todo. Los directivos me permitieron dormir en su cuarto, pues apenas conocía a los atletas cubanos. Yo dirigía el Noticiero, no tenía mucho acercamiento al deporte, solo el profesional con el equipo de trabajo de la televisión», rememora.

«Octavio me introdujo en ese mundo, como lo hicieron Eddy y Héctor, que ni imaginaron cuánto me ayudaron, porque el deporte tiene sus especificidades», admite.

«Junto a Octavio entraba al restaurante de la villa, según los horarios de competencias y de grabación de nosotros, y realmente me sentí periodista-atleta o atleta-periodista. ¡Qué días más hermosos! La camaradería primaba y no solo entre nosotros, también con deportistas de otros países», destaca.

«Panamá 1970 fue una fiesta de principio a fin para los cubanos. Además resultó el salto dentro del deporte mundial. Creo que ahí comenzamos a ser una potencia deportiva. Fue una experiencia extraordinaria que continuó en Cuba porque junto a varios de aquellos campeones superé el tifus», exclama.

OCTAVIO TAMBIÉN EN LAS MALAS

«Después de los festejos vinieron las preocupaciones. Contrajimos la fiebre tifoidea, junto a un pequeño grupo de atletas y directivos que integraron la delegación. Nuevamente compartimos habitación, esta vez en el hospital Luis de Puente Uceda, hoy convertido en Centro Nacional de Cirugía de Mínimo Acceso», recuerda.

«Como tenía todo el tiempo de la vida, leía mucho. Libro que pedía, libro que me llevaban. Pero lo hacía con dolor en el alma, porque una vez terminaba de leerlos eran quemados. Bueno, todo lo que usaba o tocaba cualquiera de nosotros era incinerado», evoca ahora con seriedad.

«Como hoy, cuando se aíslan los enfermos de la COVID-19, así fue entonces. Estar confinado es difícil. Por eso la lectura puede alejar la mente de lo malo», afirma.

«Después de un tiempo prudencial, tras los exámenes de rigor, fuimos dados de alta sin que pudiéramos aún festejar, porque después de una enfermedad como esa no está permitido durante un tiempo. Todos salimos de allí sanos, algunos incluso hacia la llamada Zafra del Pueblo, gracias a la salud cubana», rememora.

Octavio después dejó la gimnástica, se convirtió en karateca en el centro de entrenamiento ubicado arriba del restaurante Caracas, en Prado y Neptuno. Estuvo en seguridad personal hasta su retiro.

RESILLEZ, EL ANDARÍN

«En las mañanas, cuando el tiempo lo permite y el cuerpo lo pide, camino unos nueve kilómetros, ida y vuelta, desde Cojímar hasta la conocida playa de los rusos, en Alamar. Eso permite ejercitarme, disfrutar de las aves marinas, de las bondades de nuestra naturaleza y de ese mar azul», dice agradecido.

«Con 76 años de edad es difícil correr, sobre todo para quien no lo hizo antes por asumir tanta labor de buró. Pero disfruto el bien que hoy me hace. No tuve descendiente atleta, por el contrario, mi hija mayor se inclinó también por el periodismo, pero no lo ejerció», afirma.

«Sigo viviendo en la misma casa cojimera que heredé de mis padres y en deuda con el Inder, que hace más de medio siglo me convirtió en periodista deportivo circunstancial, pudiera decir. Le debo mucho al deporte», concluye quien se hizo célebre delante de las cámaras por sus comentarios y el programa Agenda Abierta.

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