Foto: Cortesía entrevistado
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La Habana.- A MANUEL Almira Moragas, ortopédico desde hace un cuatrienio en la Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín, puede considerársele multicampeón en la lucha para vencer a la COVID-19.
Miembro fundador de la Brigada Internacional Henry Reeve, creada en 2005 por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, no meditó dos veces su incorporación a la que siente como su segunda casa, el Hospital Militar Central Doctor Luis Díaz Soto.
«Me considero intrépido, me motivan los retos y la COVID-19 lo era y sigue siendo, sobre todo por el poco conocimiento que se tenía al respecto», dijo a JIT este santiaguero, médico desde 1992, especialista en Medicina General Integral a partir de 1995 y en ortopedia y traumatología en 2001.
«En la vida hay momentos en que corresponde dar el paso al frente sin titubeos ni dilaciones», afirmó.
A disímiles lugares lo llevaron su disposición, preparación y experiencia en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), tanto en tareas partidistas como de mando.
«Hice las dos últimas especialidades en el Luis Díaz Soto. Escogí ortopedia por ser muy práctica y por la frecuencia cada vez mayor de estas afecciones dentro y fuera del ámbito deportivo», argumentó.
DEL KATRINA Y PAKISTÁN
«El gobierno de Estados Unidos negó la entrada de la Brigada Henry Reeve, a pesar de que el Katrina figura entre los huracanes más destructivos y mortales de la historia. Devastó Nueva Orleans, Luisiana, Misisipi y Alabama. Murieron más de mil personas debido a la ausencia o insuficiente asistencia médica», recordó el galeno.
«Poco después nos fuimos a Pakistán por el terremoto. Unos 2 mil 500 médicos y paramédicos cubanos trabajamos más de ocho meses en 32 hospitales de campaña entregados a esa nación. Más de 1,8 millones de pacientes fueron curados y se salvaron 2 mil 86 vidas. Eso habla de nuestro internacionalismo», resaltó.
DE LA CARDÍN A LA LUCHA CONTRA LA COVID-19
Al regreso de una misión en Brasil, como parte del programa Más Médicos, en 2017, se incorporó al Instituto de Medicina del Deporte (IMD) como ortopédico, prestando asistencia en las escuelas superiores de formación de atletas de alto rendimiento Cerro Pelado y Cardín.
Sin embargo, sus vínculos con el deporte vienen desde la adolescencia, pues en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de Guanabacoa, y luego en el centro para cadetes, formó parte del equipo de tiro.
«Al hospital Luis Díaz Soto, más conocido como Naval, regresé el primero de abril de 2020 para trabajar contra la COVID-19, en salas de casos sospechosos y positivos. Allí cumplí cuatro ciclos de 15 días de trabajo y otros tantos de cuarentena, entrando y saliendo», reconoció.
«Vencer la pandemia lleva mucha entrega y sacrificio del personal médico y paramédico, pero sobre todo exige mucha conciencia por parte de la población», sostuvo.
«Conocemos su alta mortalidad. Me tocó atender casos graves, dependientes del suministro de oxígeno y muy afectados sicológicamente por el aislamiento y las preocupaciones familiares», narró.
«Aprecié casos de pacientes aparentemente sanos clínicamente, pero de pronto presentaban complicaciones respiratorias graves», ejemplificó.
«Esta pandemia dejará huellas que conllevarán cambios en nuestra vida diaria. Y a los médicos del sector deportivo nos toca incentivar las nuevas medidas sanitarias y concientizar a los alumnos-atletas sobre su cumplimiento», aseguró.
Hijo de campesinos humildes, Almira forma parte de una familia de galenos-deportistas, pues su esposa Yanin Ortiz Collazo, médico del Naval, practicó tiro en la Eide Mártires de Barbados; y la suegra Gladys Collazo Tejada, hoy ginecóloga en el IMD, jugó voleibol en el alto rendimiento.
«Tengo dos hijos: Manuel cursa su tercer año de medicina y Ramón se presentará a los exámenes de ingreso en busca de esa misma carrera. Ambos quieren ser ortopédicos», dijo sobre sus más certeras “dianas”.
«Tal vez a ellos les toque ganar “medallas” frente a las pandemias a que podría estar sometida nuestra sociedad en el futuro. Son mi orgullo, continuidad de sus padres y abuelos, a quienes debo todo lo logrado por el ejemplo, la tenacidad y la exigencia», expresó el eminente galeno.
Almira cumplió 52 años de edad el pasado 13 de noviembre. Celebró el cumpleaños entre compañeros y alumnos-atletas de la Cardín, en la diaria tarea de construir medallas, las más cercanas en los Juegos Olímpicos de Tokio.
«Soy médico cubano. Servir a mi patria es un honor. Donde me necesite la Revolución estaré», concluyó quien ha desafiado la muerte muchas veces, pero sobre todo quien la venció en innumerables batallas por la vida.
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