La Habana.- CUALQUIER acercamiento a los orígenes de JIT tiene que pasar por el ímpetu de sus fundadores, y en esa línea de merecido homenaje se impone evocar a José Luis Salmerón, padre de la “criatura” que amó con la pasión que distinguió su obra.

Surgida como una publicación íntegramente beisbolera, sellaba su aparición en la propia imprenta del Inder, lo que hacía de cada número un producto seguido de principio a fin, con Albertico y su tropa unidos al sentido de pertenencia siempre airoso sobre las limitaciones.

Fruto de la decisión de multiplicar su alcance, par de años más tarde comenzó a abrir sus puertas al resto de las disciplinas. Y en busca de mayor prestancia visual y facilidades de circulación terminó por trasladar sus tiradas al Poligráfico Granma.

Entonces, a la clásica presión de los cierres, incrementada por la ausencia de recursos tecnológicos que hoy facilitan la tarea, se sumó el traslado nocturno de los archivos y otra vez el deseo hizo añicos las carencias.

Los autos de Garrido, Anaya y del propio Salmerón fueron soluciones recurrentes, hasta que entró en escena la moto Jawa de Raulito, luego “heredada” por Miguelito, quien abrazó la tarea hasta hoy, desde sus responsabilidades administrativas.

Caminada, Mario, Mariana, Enrique,  Armando, Vidán, Luis… Apelar a nombres siempre será riesgoso, porque JIT fue —y es— más que textos, edición, imágenes y diseño. Otros compañeros del área también dejaron su impronta desde una apoyatura sostenida como imprescindible por quienes le dan continuidad.

Herederos de quienes tributaron publicaciones como LPV, Jaque Mate y Deporte, Derecho del Pueblo, los llegados después a esta familia se nutrieron de la voluntad de no ceder enarbolada por Salmerón, y jamás las rupturas generacionales tuvieron espacio en su seno.

La voluntad del Inder y el rol de directivos que siempre creyeron en el proyecto fueron otras fortalezas sobre las que creció, sin importar las “rotaciones” frente a solo dos computadoras o “batirse” por una buena foto sin disponer de cámaras profesionales.

Ese deseo de hacer permitió ganar espacios, impactar en las agendas de otros medios, merecer presencia en eventos de primer rango dentro y fuera del país, y aquilatar como principal orgullo el reconocimiento de los protagonistas de las historias narradas.

Fue igualmente clave, para responder a las crecientes exigencias, que llegaran internet, la multimedialidad y otros retos que diferencian al periodismo actual del imperante hace un cuarto de siglo, cuando teletipos y fax todavía reinaban en las redacciones.

Ahora que la cuatricromía lo enaltece, el despliegue de imágenes supera con creces los sueños fundadores y sus materiales son más reflexivos porque las noticias vuelan en el ámbito digital, el cumpleaños aporta mejores razones para reverenciar desde la entrega a quienes marcaron el camino.

Ojalá estuvieran todos con nosotros para contar sus historias, pero aun sin su presencia física el primer “brindis” será siempre por ellos.