La Habana.- MIJAÍN López Núñez, nuestro triple campeón olímpico y cinco veces del orbe, es un hijo amoroso, un amigo intenso y un auténtico padre de familia.

Aunque su notoriedad proviene de los colchones de la lucha, en que se pasea a sus anchas desde hace casi dos décadas, sus amigos y allegados saben de la dedicación que pone a sus progenitores, hermanos, amigos y sobre todo a su descendencia.

Sin embargo, Mijaín tiene otro papá (en presente) digamos que adoptivo. Responde al nombre de Pedro Val y figura entre los grandes-grandes entrenadores de todos los tiempos en el deporte de las llaves y los agarres. Le tomó de jovenzuelo con un talento por pulir y en poco tiempo lo condujo a la cúspide universal.

Estuvo presente en su vida hasta la inolvidable victoria en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Luego, su resquebrajada salud se rindió y partió a la inmortalidad.   

En la víspera de este Día de los Padres, JIT pudo conversar con Mijaín y escucharle sentidas palabras sobre su carrera y la huella dejada por este maestro de gladiadores, quien además llevó a la cima olímpica a Héctor Milián (Barcelona 1992) y Filiberto Azcuy (Atlanta 1996 y Sídney 2000).

Luego de ratificar el amor a los suyos, a quien dedica todos sus esfuerzos dentro y fuera del deporte, Mijaín ratificó que sigue trabajando en función de la corona olímpica en los Juegos de Tokio.

No es fácil lidiar con la pandemia y la incertidumbre de si habrá o no Juegos, pues su “almanaque” se acerca a los 38 años y todos vislumbran el cierre de una exitosa carrera.

De todas formas, su compromiso es firme: convertirse en el primer gladiador de la historia (rama varonil) con cuatro premios dorados bajo los cinco aros.

«La rutina diaria se mantiene. Hago mi preparación física, con ejercicios, la marchita y algo de pesas. La idea es controlar el peso y mantener los tonos musculares. Nada de colchón por ahora y no me preocupa. La experiencia, la maestría alcanzada, permitirá recuperar las habilidades en poco tiempo», reconoció vía telefónica.

Luego le preguntamos por Pedro… ¿Qué te diría en un momento como este?     

«Estoy seguro de que me transmitiría tranquilidad, me insistiría en que me cuidara mucho e hiciera lo establecido. Me exigiría mantener el peso y los tonos musculares para cuando reanudemos los entrenamientos en el Cerro Pelado no partir de cero. Como ves, eso estoy haciendo y siento que le soy fiel a su memoria», confesó con algo de emoción.

«Pedro fue un tremendo entrenador, el mejor para mí, y no se le debe marginar de ningún listado en ese sentido. Reconozco la obra de Alcides Sagarra, Eugenio George, Ronaldo Veitía y otros tantos. Él estuvo a ese nivel», comentó el llamado Gigante de Herradura.

Más adelante recordó que «nuestros seis oros olímpicos pasaron por sus manos, y a nivel mundial, panamericano y centrocaribeño son muchos más los premios alcanzados».

«Si la lucha se ha ido convirtiendo en un deporte insignia de Cuba se debe en gran medida a la labor de Pedro Val. No solo a él, pero en gran medida a él. Eso no podemos olvidarlo y deben saberlo las venideras generaciones de luchadores y entrenadores», consideró el pinareño.

Interrogado más tarde sobre una eventual asistencia al certamen mundial que pretenden organizar a finales de este año, como aliciente por el aplazamiento olímpico, fue radical…

«Nada de eso. Ese campeonato mundial no me reportaría nada que ya no tenga. Solo servirá para que me estudien los rivales. Mi compromiso personal y con el pueblo de Cuba está en Tokio. Eso sí quiero ganarlo y dedicárselo a Pedro, pues sigue ayudándome junto a mi actual profesor Raúl Trujillo y el resto del colectivo técnico», declaró casi al cierre del diálogo.

«Felicito a todos los padres de Cuba, en especial a los del deporte y la lucha», concluyó.

Mijaín celebrará con los suyos, por los presentes y los “ausentes”. Lo hará con la cautela de estos tiempos, pero con metas e ideas muy claras.

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