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Publicación del Instituto Nacional de
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DOMINGO 5
MAYO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
OPINIÓN
Días sin deporte

El peligro no está solo en que atletas y entrenadores se hayan contagiado o vayan a contagiarse. El peligro para el deporte radica en que la condición de público está dañada.


Por: Rudens Tembrás Arcia
(jit@inder.gob.cu)
miércoles, 22 de abril de 2020 07:51 AM



Foto: MLB

La Habana.- LOS VETERANOS de nuestro sistema deportivo, esos que han vivido tanto, esos que creyeron haberlo visto todo sobre la faz de la Tierra, no encuentran comparación posible.

Ni en tiempos de guerra, ni ante recios fenómenos naturales, ni en la peor de las crisis económicas, el deporte universal tendió a cero. Ahora ha sucedido, como consecuencia del avance implacable de una enfermedad denominada COVID-19.

Aunque los estudios en curso –muchos a la vez en varios países- intentan establecer a fondo sus orígenes, características, síntomas, secuelas y modos de curación, vacunas de por medio, los fallecidos se amontonan en listas, morgues y cementerios, y pesan más, mucho más, que la amplia relación de curados.

Sabemos que como “buena” enfermedad respiratoria se transmite mediante los fluidos llegados a las mucosas de la boca, la nariz y los ojos. Sabemos que es invisible, y que puede portarse y no padecerse, en tanto muchas personas no desarrollan síntomas, pero dan positivo al test y han contagiado a otras.

Entonces, un aparente problema de los pulmones, que derriba sobre todo a personas mayores y con padecimientos de base, se convierte en una crisis de interacción social, en un fenómeno en que la salvación depende de privar y autoprivarnos de libertades esenciales como salir a la calle, reunirnos, estrechar la mano, besarnos, abrazarnos, jugar, trabajar…

Surgida de la casualidad de las circunstancias, o de una alevosa labor de ingeniería —ya sabremos—, el virus SARS-Cov-2 ataca allí donde la sociedad humana es más frágil. Ataca la ineludible relación física de los unos y los otros, de la cual surgimos y de donde provienen los recursos materiales y simbólicos que hacen posible y llevadera nuestra existencia.

Ante este panorama, el deporte moderno no tiene prácticamente cabida, por más alternativas que se le fabriquen. Hablamos de uno de los grandes inventos de la humanidad, de la posibilidad de simular batallas en las que nadie, o casi nadie, corre riesgo de morir. Pero no nos referimos al viejo juego de la tribu, sino al colosal fenómeno del entretenimiento, a la movilización masiva de voluntades y sentimientos, a la producción industrial del espectáculo, a una de las más extendidas facetas del consumo cultural.

Ni las nuevas tecnologías, ni la televisión, ni los estadios vacíos, ni los e-sports pueden restablecer ahora los tejidos que articulan el fenómeno del deporte tal cual lo conocemos, tal cual funciona y nos cautiva en nuestros días.   

El peligro, entonces, no está solo en que atletas y entrenadores se hayan contagiado o vayan a contagiarse, si en definitiva se abren los estadios antes de que la enfermedad sea contenida. El peligro para el deporte radica en que la condición de público está seriamente dañada, y ese “ingrediente” es insustituible.

Ya lo sabemos: el deporte mundial es un producto, un valor, la ecuación resultante de negociar con espectadores, audiencias, usuarios. No puede pensarse apenas en los asistentes al estadio. Esos no son más que “átomos”. Hay que situarse en el espectador que —desde su salario y estabilidad— demanda y consume mucho más que jugadas, goles, jonrones, touchdown. Sobre ellos rueda una complejísima maquinaria…

La escena actual se antoja “dantesca” en verdad… Parques vacíos, lides canceladas o aplazadas una y otra vez; organizaciones en busca de alternativas para efectuar sus temporadas, algunas en franco desafío a las autoridades; salarios recortados, deudas crecidas; cadenas de televisión repisando instantes del pasado; noticiarios cerrados… Incertidumbre.

El lado hermoso de la cuestión proviene del liderazgo ejercido por luminarias de ayer y hoy, cuyas donaciones y mensajes alentadores, enaltecedores, han ayudado a los millones de fans que enfrentan la enfermedad o el aislamiento.

En Cuba, el panorama atlético no es menos desolador, aunque las huellas del llamado “juego de la tribu” están mucho más presente…

Cuando la situación lo aconsejó fueron suspendidos los eventos nacionales e internacionales. Luego cerraron las instalaciones y el sistema de escuelas, llevando los estudios y el necesario mantenimiento de la forma física a los hogares, como parte del aislamiento social.

Las autoridades se concentraron también en garantizar el regreso a la patria de sus exponentes varados en otras naciones, y en evaluar el estado de salud de quienes recientemente habían regresado del exterior.

Cinco representantes del sector dieron positivo a la COVID-19 y se han recuperado satisfactoriamente, mientras otro grupo debió cumplir la cuarentena en los centros habilitados hasta descartar el padecimiento.

El personal médico del ramo está involucrado en las labores de pesquisaje y otras en todas las provincias de la Isla, y un contingente del Instituto de Medicina del Deporte (IMD), nombrado Cerro Pelado, atiende a pacientes contagiados en el hospital Frank País García, de la capital.

La Misión Deportiva Cubana en Venezuela, integrada por más de 300 colaboradores, cumple las tareas encomendadas, entre esas el pesquisaje, la higienización y la elaboración de mascarillas.

Glorias del deporte y figuras en activo se han unido a la campaña #QuédateEnCasa, mediante videos, fotos y otros mensajes a través de las redes sociales de internet. También grabaron spots para la televisión nacional y se han sumado a iniciativas como la I Carrera en Casa, promovida por la Federación Cubana de Atletismo; y la de sumar silbatazos a los aplausos de las nueve de la noche, como homenaje a los galenos, una propuesta nacida del Proyecto Marabana-Maracuba.

Cumplir rutinas de ejercicios en casa, auxiliadas por programas insertados en el Canal Tele Rebelde, y dedicar tiempo a la lectura de obras vinculadas al deporte destacan también entre las acciones impulsadas desde el Inder en esta aciaga etapa.

Muchos, lógicamente, extrañan las competencias y se inquietan ante la presumible demora de su retorno. Sin embargo, las prioridades no están en debate, no están en duda, como ventaja incuestionable de nuestro sistema social.

Primero la vida y el sustento de todos. Después, en el camino de la recuperación, llegará el fin de estos días sin deporte. Otra vez se cumplirá en esta tierra el precepto fidelista de que el deporte es un derecho y un deber del pueblo.

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