La Habana.- EN APENAS unos meses la cubana María Caridad Colón estará celebrando los 40 años de convertirse en la primera campeona olímpica de Latinoamérica, y aunque quizás el festejo sea más íntimo de lo deseado, sonreirá feliz al saberse parte de una gloriosa historia.

Ojalá que el próximo 25 de julio haya acabado la pesadilla de la COVID-19 y la exjabalinista, reina bajo los cinco aros en Moscú 1980, tenga más razones para celebrar junto a amigos y admiradores una fecha que marcó su vida para siempre.

Incluso, pudiera recordarla de la misma forma en que ahora pasa algunos ratos del día: lanzando la jabalina en el patio de su casa, en el barrio capitalino de Santo Suárez.

En el mismo espacio en que cultiva rosas y orquídeas, María Caridad ha decidido dedicar tiempo a la mayor pasión de su vida, y así sortear estos momentos complicados en que el llamado a quedarse en casa deviene casi una orden.

«Todavía me acuerdo de hacerlo», dice en un video en que se le ve en plena actividad y nos hace recordar aquellos segundos del disparo de 68,40 metros que la encumbró en la historia del deporte olímpico.

Algunas canas adornan el pelo que siempre exhibió con orgullo esta mulata cubana, pero conserva la misma sonrisa y entusiasmo de aquellos días. Así se muestra María Caridad, siempre dispuesta a hacer deporte y con un nuevo proyecto en mente desde hace algunos meses.

«Esto del coronavirus llegó para detenerlo todo, pero cuando acabe vamos a cumplir lo previsto, vamos a hacer en Baracoa el encuentro de veteranas con niñas que comienzan a lanzar», revela sobre una iniciativa que desarrolla junto a la Comisión Nacional de Atletismo.

«La idea es motivar a las niñas para que se dediquen a la jabalina, que les guste y quieran ser como nosotras», agrega pensando en la también campeona olímpica Orisleydis Menéndez, quien se suma a la iniciativa, y en otras que sin llegar a reinar bajo los cinco aros dejaron su huella en el deporte.

María Caridad integra el Comité de la Mujer de la World Athletics y también el del Comité Olímpico Cubano. Desde esas responsabilidades ha generado iniciativas para el desarrollo y no solo de las jabalinistas.

Habitualmente se vincula a los proyectos relacionados con el deporte en general. Para ella estar “quieta” es un castigo. Por eso en estos días de inmovilidad sufre el doble, aunque reconoce que toca.

«Tenemos que cuidarnos y cuidar a los que están cerca. Hacer lo que nos indiquen y sobre todo estar en las casas para que esto termine lo antes posible», confiesa algo triste porque, como muchos, lamenta el alejamiento de sus seres queridos y el obligatorio freno a su vida cotidiana.

La conversación telefónica no puede terminar sin un repaso a aquel día de julio de 1980, cuando en el estadio moscovita dejó de ser una deportista cubana para convertirse en un referente universal.

«Ese día es como si hubiera pasado ayer. Todavía tengo muy presente aquella sensación de salir a darlo todo en el primer disparo, porque a mí había que “matarme” en el terreno, y lo conseguí… Gané incluso sin ser la favorita», rememora seguramente con brillo en los ojos, un brillo que no puede apreciarse a la distancia, pero que siempre aflora en su rostro cuando de Moscú y su medalla de oro se trata.