Foto: Mónica Ramírez

La Habana.- UN DÍA como hoy, hace 87 años, nació en la oriental localidad de Baracoa Eugenio George Laffita.

Leyenda del voleibol mundial, al llevar las riendas de las Espectaculares Morenas del Caribe, subió a lo más alto del podio en los más importantes torneos, entre esos los juegos olímpicos de Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sídney 2000, algo que aún constituye récord en la rama femenina.

El laureado director técnico, a quien una triunfal carrera jamás le arrebató su sencillez, falleció víctima de cáncer el 31 de mayo de 2014.

Entre sus muchas distinciones resaltó la elección como mejor entrenador de equipos femeninos en el siglo XX, aunque el máximo galardón de su carrera fue el respeto y cariño de su pueblo, en especial el de sus jugadoras que lo recuerdan como un padre. 

Junto a las medallas doradas bajo los cinco aros resaltaba siempre el bronce en Atenas 2004, los títulos mundiales en Leningrado 1978 y Sao Paulo 1994, y la presea plateada en 1986.

Atesoró igualmente éxitos al hilo en las copas del mundo de 1989, 1991, 1995 y 1999, siempre en tierra japonesa; y las de plata en 1977 y 1985. Sumó el oro en la Copa de Grandes Campeones de 1993 y el segundo peldaño en 1997.

En los grandes premios conquistó dos coronas y cuatro platas; dirigió los equipos formados para las galas mundiales disputadas en 1985, 1989 y 1991; y celebró sonados éxitos en juegos panamericanos y centrocaribes, además de una buena cantidad en torneos Norceca, europeos y asiáticos.

Al regreso de Indianápolis 1987 recibió de manos del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz la medalla de Entrenador Destacado.

Por su entrega como técnico y pedagogo fue distinguido en 2005 con la exaltación al Salón de la Fama del Voleibol Mundial. También mereció la Orden del Collar Dorado de la FIVB, entregada por la Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe (Norceca), en la cual fungió como presidente de la comisión técnica y de entrenadores hasta su deceso.

Eugenio abrazó el deporte de sus amores desde adolescente en la Ciudad Primada. Luego continuó labrando sus sueños en La Habana, a donde se trasladó con apenas 17 “primaveras”.

Tres años después se dio a conocer internacionalmente como jugador. Participó en los juegos panamericanos de México 1955 y Chicago 1959, en el Mundial de París 1956 y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Jamaica 1962.

Nació para estudiar, enseñar, para trazar estrategias y mezclar lo mejor del mundo hasta convertirse en uno de los artífices de la Escuela Cubana de Voleibol.

Bien temprano debutó como entrenador del equipo masculino que ganó los históricos Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Juan 1966, la primera medalla dorada luego del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.

Similar hazaña consiguió con los elencos femeninos desde que pasó a encabezar su colectivo técnico en 1969. Compartió indistintamente con entrenadores muy recordados como Antonio Ñico Perdomo y Luis Felipe Calderón, entre otros.

Tuvo siempre, además, el apoyo incondicional de su esposa Graciela González (Chela) hasta irrumpir en la élite universal y convertir el voleibol en una disciplina emblemática del movimiento deportivo cubano.