EL DOPAJE genético o celular está relacionado con el uso no terapéutico de los genes, elementos genéticos y/o células que tienen la capacidad de mejorar el rendimiento deportivo.

Consiste en la manipulación del genoma humano mediante terapias capaces de modificar las características de velocidad, fuerza y resistencia de los atletas.

La Agencia Mundial Antidopaje (AMA), en forma abreviada, ha definido el dopaje genético como el uso no terapéutico de la terapia génica para mejorar el rendimiento atlético.
Algunas prácticas de dopaje han aparecido como consecuencia de los avances producidos en la medicina, la genética y la biología molecular. Ejemplos típicos están representados en la introducción de la Eritropoyetina (EPO) para el tratamiento de enfermedades renales crónicas y las musculares degenerativas, de la anemia severa, el sida y el cáncer, entre otras.
Las nuevas tecnologías para el manejo y modificación del material genético con fines terapéuticos pudieran aplicarse con éxito en la introducción del dopaje genético en el deporte, lo cual estaría basado en los siguientes aspectos generales:
Primero, la terapia génica puede utilizarse para mejorar el rendimiento deportivo de los atletas; luego, tiene la potencialidad real para curar o tratar diferentes tipos de enfermedades y es evidente la utilidad en personas enfermas.

Sin embargo, en los deportistas debe tenerse en cuenta que son personas sanas y no pueden predecirse los efectos secundarios; y además que los cambios en la masa muscular pueden comprometer ligamentos, tendones, etc.

Las posibilidades de predecir la utilización de un método prohibido, o de determinado agente dopante, es un factor clave para establecer los métodos de detección y cómo se perfilará la estrategia para combatir su uso.

La posible llegada del dopaje genético a la comunidad deportiva se ha convertido en una lamentable realidad. Por eso en los últimos años algunos comités olímpicos y laboratorios antidoping han iniciado investigaciones para detectar, evitar o reducir el uso de esta nueva forma de fraude.
Luego de descifrar el genoma humano a finales del siglo XX, los genetistas luchan por identificar los genes que determinan algunas características especiales, como estatura, peso, estructura ósea y muscular, capacidad aerobia sobresaliente, control óptimo de temperatura, equilibrio sicológico, etc.

Manipular estas características abre puertas a la selección genética de los deportistas, de ahí que algunos patrocinadores, consorcios y personas deshonestas estén dispuestos a pagar grandes sumas por información que permita crear atletas “a la carta”. Sin dudas, su potencial para romper marcas y ganar medallas sería elevado.

Aunque este tipo de dopaje se encuentra en fase de investigación, sus posibilidades son amplias y los procedimientos analíticos actuales hacen imposible su detección.

Veamos un ejemplo hipotético: en el futuro, durante la celebración de unos juegos olímpicos, los atletas superan todos los records establecidos. Se realizan pruebas para determinar drogas capaces de incrementar las capacidades físicas, como la testosterona y los esteroides anabólicos, pero todas resultan negativas. Sin embargo, algo ha cambiado en los atletas: sus genes modificados para aumentar la fuerza y resistencia.

Algunos especialistas plantean que una situación así está más cerca de lo que muchos suponen. Compañías biotecnológicas  desarrollan ya, por ejemplo, la terapia génica con el fin de aumentar la producción de células rojas, las cuales incrementan las cantidades de oxígeno en el organismo.

El tratamiento se ha concebido para pacientes con anemia, pero podría aplicarse en el fortalecimiento de la capacidad aeróbica de personas sanas. Existen otros estudios similares en curso.

No se conoce hasta hoy ningún caso de doping genético consistente en interactuar sobre las células para que produzcan sustancias dopantes. Por tanto, prohibir la trampa genética será un acto simbólico hasta tanto se encuentre un modo práctico para detectar las alteraciones introducidas.