La Habana.- MÁS ALLÁ de títulos y condecoraciones, cargos nacionales e internacionales, medallas y reconocimientos en el terruño y allende las fronteras está la estirpe, sencillez y nobleza de Gustavo Epifanio Rolle Fernández.

Gloria deportiva, entrenador, hombre, amigo, dirigente, compañero, esposo, padre, abuelo, profesor y educador son facetas que matizaron la vida y obra de esta singular personalidad de la lucha y el deporte cubanos, al despedirse físicamente a los 77 años de edad.

Jornada de impacto y tristeza la de este miércoles 27 de noviembre, cuando en la tarde se anunció por los medios su fallecimiento luego del repentino resquebrajamiento de su salud.

Hasta ese instante, muchísimos combates había librado con éxitos Rolle y no solo sobre los colchones de gimnasios en distintas naciones del mundo, sino también en las arenas de Playa Girón en 1961 frente a los invasores y mercenarios, en la Delegación de la Dignidad a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Puerto Rico en 1966.

Con 19 años –nació el 21 de enero de 1942- acudió al llamado de la Patria, hecho que hace tiempo rememoró así: «Yo pertenecía al Batallón 144, Batería de Morteros. Había concluido la Escuela de la Chorrera, cuando partimos para la limpia del Escambray. Por los días 13 –de abril- concluimos esa misión. Dos días después, ocurrió el ataque a los aeropuertos militares; rápidamente fuimos acuartelados en el Tecnológico Hermanos Gómez, Antiguo Quinto Distrito y el día 17 partimos rumbo a Girón».

Esa entereza de héroe la patentizó como atleta y en su condición de directivo para potenciar su deporte preferido, en el que alcanzó por méritos propios el calificativo de Padre de la Lucha en Cuba, modalidad con campeones regionales, panamericanos, olímpicos y mundiales.

Por su capacidad organizativa y poder de aglutinamiento lo promovieron para presidir la Dirección de Alto Rendimiento en el organismo rector del deporte cubano, en un período de notables resultados: Panamericanos de La Habana 1991 y Mar del Plata 1995, Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y los Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico 1993.

Las estadísticas recopilan una extraordinaria trayectoria: 11 Olimpiadas, 10 certámenes multideportivos continentales y nueve regionales; la creación del Torneo Internacional Cerro Pelado-Granma en su deporte, comisionado y federativo nacional por más de una década, miembro de la entonces Federación Internacional de Luchas Asociadas y primer cubano con el Botón de oro de la Fila.

Unido a ello, sobresale su contribución internacionalista en la República Bolivariana de Venezuela y Guatemala, la elección como entrenador Emérito, miembro honorario de la Fila y la exaltación al Salón de la Fama de la actual Unión Mundial de Luchas.

Sin embargo, continuó su andar apacible, la relación permanente con deportistas de distintas modalidades y el hablar pausado, consciente de que tales conquistas se sustentaron en el amor a la familia y a su esposa Bertha Isabel (más conocida por Rebeca), el apoyo de atletas, entrenadores y dirigentes y en el compromiso permanente con el pueblo.

Su vertical camino alcanza la connotación de educadores como Eugenio George Laffita, Alcides Sagarra Carón y Ronaldo Veitía.

Hoy cuando el deporte cubano lamenta la desaparición física y se enluta, la mirada a esa vida y a esa obra contribuye de acicate para seguir adelante, inspirados en la grandeza de Rolle.