La Habana.- DOS AÑOS después de ocupar espacios en la cúspide olímpica el boxeo cubano celebró por partida doble la edición fundacional de los Campeonatos Mundiales, clausurada el 30 de agosto de 1974.
Esta convirtió en fiesta las jornadas vividas en la habanera Ciudad Deportiva y dejó el buen sabor de la corona por países, gracias a cinco fajas, una medalla de plata y dos de bronce.
La final disputada el 30 de agosto de 1974 tuvo entre sus vencedores locales a Emilio Correa (67 kg) y Teófilo Stevenson (+81), miembros del trío de monarcas con que la Isla mostró madurez en la cita bajo los cinco aros de Múnich 1972.
Jorge Hernández (48), Douglas Rodríguez (51) y Rolando Garbey (71) completaron las hegemonías de casa en memorable programa presenciado por el presidente cubano Fidel Castro Ruz, a quien atletas y técnicos consideraron el mejor de los “psicólogos”.
Correa accedió al trono arrollando al estadounidense Clinton Jackson en pleito al que el colega Elio Menéndez asignó un lugar de honor en la antología de los mejores vistos en Cuba a partir de la erradicación del profesionalismo.
«Fueron dos rounds de ininterrumpidos cambios de golpes en la corta y media distancias, las preferidas de ambos, y un tercero en el que la recuperación del cubano y su combatividad salieron a relucir para provocar que el árbitro detuviese las acciones», reseñó.
El gigante Stevenson destrozó los alardes del camionero estadounidense Marvin Stinson y selló el dominio de un elenco cuyo saldo se completó con subtítulo de Jorge Luis Romero (54) y bronces de Mariano Álvarez (57) y Luis Echaide (60).
Douglas volvió a olvidarse de las molestias de sus muñecas y fue todo coraje. Atacó sin tregua para regalarse un colofón de leyenda frente al venezolano Alfredo Pérez.
Jorge besó la gloria al romper las esperanzas del keniano Stephen Muchoki para dorar el camino iniciado como verdugo del húngaro rey olímpico Gyorgy Gedo.
Garbey ganó par de veces previo al límite antes de dominar por puntos al mexicano Emeterio Villanueva, su víctima en la final panamericana de Cali 1971, y se despidió con fallo de 3-2 a costa del venezolano Alfredo Lemus, otro al que había derrotado.
Las fajas restantes quedaron en poder del puertorriqueño Wilfredo Gómez (54), el estadounidense Howard Davis (57), los soviéticos Vasili Solomin (60) y Rufat Riskiev (75), el ugandés Ayub Kalule (64) y el yugoslavo Mate Parlov (81).
Solomin adicionó la obtención de la Copa Russell al mejor del certamen, y Gilberto Carrillo (81), uno de los anfitriones sin medalla, fue proclamado el Más Combativo, especialmente por la garra derrochada en su duelo con Parlov.
Fue esa otra de las peleas pasadas con destaque a los libros de la instalación capitalina, que también vibró con la hidalguía de Romero, derribado cinco veces por el boricua Gómez, y fue testigo de las simpatías provocadas por el carismático Kalule.
La impronta técnica del ucraniano Andrei Chervonenko, artífice de la colaboración recibida en aquellos años, y Alcides Sagarra, ascendido a la élite de los entrenadores a fuerza de entrega y consagración, rindió frutos de cara al futuro.
Intervinieron 263 concursantes de 45 países, 17 conocieron el podio y seis validaron el sueño de llevarse al menos un fajín.
La Unión Soviética acuñó la segunda mejor colección de preseas (2-2-4) y Estados Unidos se ubicó después (2-1-4), por delante de Yugoslavia (1-0-2).
Los organizadores recibieron merecidos elogios y en general la competencia devino espaldarazo a la decisión de optar por un torneo abierto, asumida por diferencia de un voto en detrimento de eliminatorias continentales.
Aunque las comparaciones siempre generan polémica, no son pocos los que aún insisten en que el nivel reunido en La Habana jamás volvió a verse en esos concursos, llamados a sumar en breve su edición número 20 en la ciudad rusa de Ekaterimburgo.
|