La Habana.- POR SEGUNDA temporada consecutiva Cuba queda a las puertas de la Liga de Naciones, el certamen vitrina -y todavía nuevo- que cada año celebra la Federación Internacional de Voleibol (FIVB).

Esta vez, el sueño se esfumó ante Eslovenia en la final de la Challenger Cup, celebrada precisamente en ese país europeo hasta este domingo.

Luego de vencer a Bielorrusia (3-1 sets), Egipto (3-2) y Turquía (3-2), lo cual debe ponderarse en cualquier análisis, los locales resultaron un escalón demasiado alto (0-3) para la tropa de Nicolás Vives.

Primero por la creciente calidad de ese elenco, luego porque hubo que jugar bajo presión y con el público en contra, ambiente que exige muchísimo a cualquier selección, y más a una conformada por jóvenes atletas.

Estuvo bien optar, luchar por volver al escenario competitivo que reemplazó a la legendaria Liga Mundial (WL), pero el desenlace final demuestra que la selección tricolor no está lista aún para esos menesteres.

El desarrollo de noveles jugadores, la reinserción de algunos estelares alejados durante años del plantel élite, y la ampliación de la contratación en el exterior son las tareas priorizadas de este momento, sin dejar de participar en las lides que correspondan a nuestra calidad actual.

Sin embargo, únicamente contar con un equipo sólido de "pies a cabeza", por demás sostenible en el tiempo, nos permitirá ingresar a la Liga de Naciones y cumplir allí un destacado papel, como aquellos escritos en la WL durante más de una década.

¿Quién aspira a entrar al máximo nivel de un deporte para allí ser apaleado por Brasil, Estados Unidos, Serbia, Polonia, Rusia y otros conjuntos?

La meta no debe ser llegar solamente, lo cual podría ocurrir hasta por las veleidades de un partido definitorio, como el sucedido hoy. El reto ha de estar en regresar como un contendiente de peso.

Por suerte, esa es la ambición, esa es la idea que quita el sueño a técnicos y jugadores. Todos los esfuerzos van encaminados a disfrutar otra vez de esas mieles.