UN TRAVIESO niño del poblado San Germán, en el municipio holguinero de Urbano Noris, llegó a imponer su marca y encestes entre grandes jugadores de la época dorada del baloncesto cubano.
Basilio Santiesteban Zapatín, nacido el 7 de julio de 1956, no pudo alcanzar muchas medallas en la élite internacional, pero tuvo la dicha de integrar el equipo nacional durante varios años y ganar reconocimiento.
Se precia de haber jugado contra los grandes en disímiles competencias de los años 70 y 80 del pasado siglo. Y después del retiro se ha mantenido como profesor, labor que en los últimos años desempeña en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, en la capital.
Durante las recientes ventanas premundialistas en el Coliseo de la Ciudad Deportiva, volvió a “verse” como ala-pívot o delantero para ayudar a su selección. En sus trajines, como parte de la organización del evento, JITpactó una conversación con esta gloria del deporte en la Isla.
San Germán y el baloncesto…
Vivía cerca del área y mi hermano, un año mayor que yo, lo practicaba. Iba a verlo junto a un amigo. La cancha estaba rodeada de pinos y por traviesos tirábamos los frutos al cemento para que se resbalaran. Poco a poco me fui interesando por ese deporte y después ha sido parte de mi vida.
¿Cómo salió de aquel entorno?
Se hizo un torneo zonal en Holguín, me destaqué y me seleccionaron para jugar con Orientales, el equipo principal de la región. Vinimos a la capital y ganamos en la categoría 15-16 años. Retorné a casa y me llegó una citación para la Espa Nacional. Mi papá no quería, pero al final cedió. Me eligieron capitán del grupo.
Ya jugaba un año antes de pertenecer a los juveniles y ganamos en cuatro ocasiones el evento nacional de primera categoría. Integraba un equipo con regulares como Alejandro Urgellés, Pedro Domeq, Tomás Herrera, Raúl Dubois y Osorio Díaz. Y derrotamos al Industriales de Pedro Chappé, Lázaro Ortiz, Franklin Standard y Miguelito Calderón.
¿Algún recuerdo especial de la etapa juvenil?
Uno grande fue la visita a Holanda para jugar contra clubes profesionales. ¡Y ganamos! Algunos allí pretendieron que nos quedáramos, decían que teníamos futuro como profesionales. No estábamos en la nómina principal, pero veníamos fuerte. Regresamos todos a Cuba.
¿Cuándo entra al equipo nacional?
Meses antes de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, pero el entrenador Carmelo Ortega prefirió llevar a Domeq, mi gran amigo en lo personal. Estuvo hospitalizado por hepatitis y aunque yo venía “echando humo” no me dieron el chance. Para entonces las figuras establecidas tenían preferencia y no las que estuvieran mejor.
Después hubo cambios en la dirección del equipo, llegó la nueva división político-administrativa y me tocó jugar con Holguín. Al destacarme volvieron a llamarme a la preselección para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982, pero tampoco hice el equipo. Me quedé como jugador 13.
Y por fin llegó la gran oportunidad…
Para los Juegos Panamericanos de Caracas 1983… Fue un evento importante, a pesar de no lograr un buen resultado, apenas el séptimo lugar. No pasamos la fase de grupos, aunque vencimos 97-79 a Puerto Rico que se quedaría con las medallas de plata. Los boricuas perdieron con Estados Unidos, que contaba con el joven Michael Jordan.
También me enorgullece la participación en cinco ediciones de la llamada Copa Latina, de lo más grande en el continente.
Era complicado incluirse en el equipo Cuba…
¡Muy difícil! Había muchos atletas de calidad. Primero costaba entrar y luego jugar como regular. Le hago una anécdota… Viajamos a una copa presidente en Brasil en 1983. En mi posición estaban además Urgellés y Dubois. Yo era la tercera opción, pero mi desempeño me puso de primero.
¿La hora del retiro?
Carmelo había regresado al frente de la selección, corría el año 1987. Hicieron dos equipos, uno para lidiar en América y otro en Europa. Pensé que debía estar en el primero, pero me incluyeron en el segundo y fuimos a Yugoslavia a jugar en canchas al aire libre. Estaba un poco disgustado. Luego el equipo de mi provincia sufrió varias bajas, así que tendría que llevar la mayor carga. Entonces decidí retirarme.
Era de los pocos zurdos de la época…
Sí, soy zurdo para todo, aunque en el baloncesto no tanto. Tuvimos un profesor que solo nos pedía entradas al aro por la derecha, lo cual me ayudó a desarrollar habilidades con esa mano. Eso me marcó para el futuro. Mi condición de zurdo hacía difícil que me gardearan.
¿Los inicios en la labor docente?
Comencé en la escuela Pedro Marrero, en 27 y 34, en Playa. Así emprendí el camino en la base. Después estuve en Ciudad Libertad atendiendo las categorías desde 8-9 hasta 11-13 años. Me había graduado en 1990 en el ISCF Manuel Fajardo.
Prestó colaboración en el exterior…
En 1998 me enviaron de misión a México. Iba por dos años y estuve cuatro como asesor del baloncesto en el Politécnico Nacional del Distrito Federal y también en Saltillo, estado de Coahuila.
¿Desde las instituciones universitarias?
Al regresar pasé al Varona y desde 2002 atiendo el baloncesto en la Facultad de Lenguas Extranjeras. Lo uso para desarrollar la cultura física en los jóvenes, pues ya no es motivo de clases. También atiendo un equipo, a pesar de que el centro no está entre los fuertes de la capital. En horario extra entreno a los interesados y formamos un team para competir entre centros universitarios de la provincia.
¿Qué opina del baloncesto cubano actual?
No me gusta comparar épocas, tampoco los resultados. Vamos avanzando poco a poco. Ayuda la contratación de atletas en ligas foráneas. Faltan jugadores altos, aunque hay algunos jóvenes para desarrollarlos.
¿Cree poder ayudar a su crecimiento?
Siempre dispuesto para si me llaman. Estoy por retirarme como trabajador y he expresado a la comisionada nacional, Dalia Henry, la posibilidad de abrir una escuelita en el barrio para entrenar a niños y jóvenes. No puedo quedarme sin el baloncesto.
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