A MIRIAM Ferrer le aterrorizan las entrevistas. Inexplicable que a una mujer tan decidida le resulte difícil hablar si su interlocutor es un periodista.
No obstante, una vez se “suelta” sale a la luz la Miriam más auténtica, la autora de grandes resultados en el atletismo para personas con discapacidad.
También emerge la Miriam iniciadora del relevo 4×100 metros que todavía posee el récord cubano (42.89 segundos); y la amante del deporte al que ha dedicado su vida con tanta intensidad que jamás lo ha considerado un sacrificio.
Varias veces campeona nacional en los 100 metros, medallista de plata en el relevo 4×100 de los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 y ganadora del hectómetro en campeonatos regionales, a Miriam la etapa como atleta le dejó algunos sinsabores.
Sin embargo, tantos años después prefiere quitar importancia a aquella parte de su historia y está convencida de que lo hecho como entrenadora lo compensa todo. «La vida sabe lo que hace, lo que me quitaron como atleta me lo dieron ahora y lo estoy disfrutando al máximo», dice sin un centímetro de duda.
Las brillantes carreras de Omara Durand y Yunidis Castillo han sido moldeadas por su dedicación durante años. Madre de Stefani y Thalía, muy pronto se estrenará como abuela. Y aunque teme al paso del tiempo, Miriam es toda energía en cada tarea.
Obtener de primera mano sus vivencias de momentos importantes del atletismo en la Isla, más detalles de su cotidianidad, fue un gran privilegio para JIT.
¿Difícil ser atleta de alto rendimiento?
Para mí nada resultó difícil como atleta, nunca. Quizás porque lo llevé como un juego… Disfrutaba tanto el deporte que no era un sacrificio. Incluso siendo una adulta en el equipo nacional lo tomaba así, me distraía mucho y nada era complicado, ni los entrenamientos, ni la disciplina.
¿Su mejor recuerdo?
El campeonato mundial de Stuttgart 1993. Corrí junto a la rusa Irina Privalova y la jamaicana Marlene Ottey, las favoritas. Sin embargo, tuve mejor arrancada que ellas y eso fue algo grande para mí. Leandro Civil, el entrenador de Ana Fidelia Quirós en ese momento, estaba presente, me llamó y me dijo: mira el tiempo de reacción que tuviste. Fue emocionante.
¿Cuál no quisiera recordar?
Los años inactiva. No me gusta ni contarlo. Me fui del deporte y empecé a trabajar como profesora en una escuela secundaria. El periodista Juan Velázquez me vio y me preguntó por qué había dejado los entrenamientos. Eso me hizo reaccionar.
Fue a finales de la década de los años 80. Tenía los mejores resultados de la velocidad y había sido varias veces campeona nacional, pero no competía afuera… Cada vez que llegaba al aeropuerto había problemas con el visado o el pasaporte. Me fui desilusionando…
Perdí un tiempo precioso. Cuando me reincorporé, con 24 años, logré lo máximo de mi carrera. No hubiera sido campeona olímpica, pero los resultados habrían sido mejores.
¿Cómo llega a entrenadora de atletismo para personas con discapacidad?
Trabajaba con la preselección nacional y me propusieron que entrenara a Ana Ibis Jiménez, especialista en los 100 metros y el salto largo. Acepté y luego vinieron otros como Suslaydis Giralt y Adrián Iznaga. Agradezco la oportunidad que me dieron.
¿Difieren la planificación y otros detalles?
Es lo mismo, aunque cada discapacidad tiene sus características. Trabajo con todos por igual, ni puedo explicar cómo lo he logrado. He tenido ciegos totales y se preparan como los demás, pasan vallas y hacen tramos…
Fíjese si no veo las diferencias que Yunidis no hacía pesas cuando llegó. La habían entrenado así. Cuando empezó conmigo había que hacerlo y se asombró. Me preguntaba cómo iba a hacer prom… Y lo hizo. Para mí no hay limitaciones, planifico como un convencional, no me limito y ahí están los resultados.
A propósito, hábleme de Yunidis…
Extraordinaria. Magníficos resultados. Espectacular. Siento orgullo por haberla puesto a correr los 400 metros. Antes solo corría los 100 y 200. Casi lloraba cuando empezó, pero lo hizo y con resultados.
Omara…
Una atleta excepcional, muy disciplinada, puede estar cansada y no lo dice. Jamás la escuchará pidiendo que le quiten un tramo. Es una fuera de serie y muy entregada.
Volvamos a la Miriam atleta… ¿Relevo o individual?
Relevo. Y me encantaba arrancar. En ocasiones corrí la tercera curva y me gustaba, pero prefería empezar. Lo hacía bien y les daba ventaja a Aliuska López, Liliana Allen y Julia Duporty. Nuestra posta corría duro, de hecho el crono de 42.82 figura como récord nacional desde la lid mundial de Stuttgart 1993.
¿Lo más difícil de ser entrenadora?
Comprender a los atletas, “meterse en ellos” y saber qué necesitan en cada momento para obtener los resultados. Uno tiene que convertirse hasta en sicólogo para poder identificar sus estados de ánimo de solo mirarlos. Yo descubro, por el modo en que calientan, cómo están y si tienen problemas.
Los animo desde el principio para activarlos. Tengo que hablarles fuerte para que “suene” mi voz… Trabajo para cosas grandes, no para ir a finales. Trabajo para medallas siempre.
Entonces… ¿Atleta o entrenadora?
Mis mejores resultados, mis mayores alegrías han sido como entrenadora. No me arrepiento de serlo ni de trabajar con las personas con discapacidad.
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