DAILÍN Belmonte Torres nació con una fuerza de voluntad inmensa. Tras su baja estatura y un peso corporal de adolescente, pocos podían imaginar que se escondía una mujer capaz del mayor de los esfuerzos: superar las pruebas más exigentes del atletismo.
Años después de su última carrera de largo aliento, su físico aparenta haber atravesado el riguroso proceso de la maternidad. La mejor maratonista cubana de los últimos años es una mujer feliz. Su trato desborda ilimitada dulzura, incluso hacia aquellos que poco le conocen. Con semejante carácter, cuesta imaginarla “devorando” kilómetros para llegar a la meta, a veces con una impresionante frescura.
Las dos medallas de plata en juegos centroamericanos y del Caribe hablan de su talento, como sus tres incursiones en citas mundiales y juegos panamericanos. Pero nada le hace sentir más orgullo que sus presentaciones en las citas olímpicas de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.
La pandemia de la covid-19 le hizo replantearse el rumbo y decidió formar una familia. Dos años después, la pequeña Milagros Heilin es la alegría de su vida, capaz de ocupar totalmente el vacío que quedó tras la despedida del alto rendimiento.
De sus vivencias, la pasión por las agotadoras carreras y otros detalles de su exitosa trayectoria accedió a conversar con JIT.
¿Por qué elige el atletismo?
Tenía solo 11 años de edad y estaba criada en un ambiente muy sano en Palma Soriano, en medio del monte. Era la única niña entre hermanos y primos varones. A mi papá le encantaba el deporte y me enseñó las primeras cosas, pero también crecí admirando a Juantorena, Ana Fidelia y por supuesto a Fidel. Soñaba con conocerlos.
¿Cómo recuerda aquellos primeros momentos?
Me costó trabajo, pasé mucho para que me tomaran en cuenta. Era muy pequeña de estatura y decían que no cumplía con los requisitos para ser corredora. Sin embargo, tenía una voluntad enorme desde niña y eso me ayudó.
¿Cuándo decide pasar a las pruebas de fondo?
Siempre fui muy resistente y eso me ayudaba. Cuando era niña, y se hacían los combinados de varias distancias, yo las corría todas. Decidí pasar al fondo cuando estaba en la Espa. Lo hice con los 5 mil metros y por suerte mi entrenador de entonces, Samuel González, me vio cualidades y no le importó que no tuviera las condiciones físicas que pedían. Se enfocó en formarme como corredora de fondo.
Pero la maratón no llegó de repente... ¿Cómo recuerda esa decisión?
Cuando tenía como 20 años de edad se iba a retirar Mariela González y mi entrenador de entonces, Nelson Miyares, me dijo que no había corredora de fondo para sustituirla y que yo tenía las condiciones para hacer la maratón. Fui tan obediente siempre que acepté, aunque me asustara. Implica un entrenamiento muy difícil y lleva mucho sacrificio, pero lo hice por disciplina.
¿Qué puede contar de ese proceso?
Comencé a entrenarme junto a Mariela para tomar experiencias sobre las formas de preparación y cómo ganar capacidad aeróbica. Mi tesis de licenciatura la comencé sobre ese tema para llevar a los estudios mi progreso en esa etapa. Puedo asegurarle que fue un tiempo de mucho avance.
¿La adaptación a otra distancia frenó en algo sus planes?
Era muy buena en 5 mil y 10 mil metros, pero asistir a juegos olímpicos, campeonatos mundiales y figurar entre las mejores de Latinoamérica era muy difícil. Existían muchas mujeres con mejores resultados. Sin embargo, en la maratón tenía más posibilidades, así que no resultó un freno. Al contrario, me abrió más posibilidades.
¿Qué recuerda de la primera vez en los 42 kilómetros?
Tengo una anécdota que ahora me parece graciosa, aunque en aquel momento no lo fue. Como parte de la preparación me decían que en el kilómetro 35 iba a sentir contracturas y la sensación de que no iba a poder llegar. Pues resulta que el día que me tocó correr mi primera maratón llegué al 35 y me paré, frené en seco, a pesar de que venía súper bien. Tenía miedo de llegar a ese punto muerto que me auguraban.
Y ahí llegó mi entrenador, se bajó de la moto y me dijo: dale, qué tú haces parada, dale a correr que estas como una lechuga, todo lo que tienes es miedo a lo que te hemos dicho, tú eres muy fuerte sicológicamente y puedes. Eso fue un impulso y volví a moverme, corrí, llegué a la meta y nunca tuve el punto muerto.
¿Qué significa la maratón en su vida?
El motor impulsor de mi vida deportiva. Me abrió las puertas a cosas lindas, me dio la oportunidad de representar a Cuba y sentir que las mujeres podemos hacer grandes cosas. En realidad disfruté mucho mi trayectoria, me sentí una mujer útil y emprendedora.
¿Su mejor recuerdo?
Cumplir sueños como los de conocer a grandes figuras del atletismo y a Fidel, quien me dio la medalla en una olimpiada del deporte cubano. Me esforcé y cumplí lo deseado, por eso estoy satisfecha. También me siento orgullosa de haber corrido en los juegos olímpicos y firmado en los de Londres 2012 la mejor marca de mi vida. El atletismo me ha llenado de amor, aunque quedaron cosas pendientes.
¿Cambiaría algo de lo vivido?
Lo único que cambiaría sería el final de mi carrera. Cuando decidí tener mi familia y pasar más tiempo con mi mamá, ella falleció. No pudo conocer a la niña. Ese dolor lo voy a tener siempre. Fue una mala pasada que me jugó la vida.
¿Alguna añoranza?
No puedo negar que me gustaría volver a correr. Siento que si lo hago voy a ser mejor que antes. Ya logré cosas que me había propuesto, como tener mi familia y mi niña. Creo, de verdad, que si tuviera las condiciones necesarias pudiera regresar a la maratón. No pierdo las esperanzas de hacerlo.
|