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«Lo primero es tener disciplina y luego entrenar muy fuerte»
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«Creo que quedan algunos años para que peligre mi récord nacional.»
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La Habana (24 sep).- NO DISFRUTÉ en vivo de sus carreras ni estuve frente al televisor cuando por caprichos del destino quedó sin un oro merecido en los Juegos Olímpicos de Moscú´80 o cayó a un foso tras brillar en los panamericanos de México´75.
La diferencia generacional también me impidió verle convertirse en el único cubano que ha cubierto los 100 metros en menos de 10 segundos, pero después supe de esas y otras hazañas que le agigantaron en escenarios locales y foráneos.
Armada de tales referencias fui al encuentro del cienfueguero Silvio Leonard Sarría, protagonista en época de oro de la velocidad en la isla como continuador de la obra que tuvo antecedentes de alto vuelo en Pepe Barrientos, Rafael Fortún y Enrique Figuerola.
Bajo el sol abrasador que casi nunca falta en el habanero Estadio Panamericano JIT esperó que terminara una sesión matutina con las muchachas que ahora dirige como entrenador.
«Pienso que pude dar más», fue su primera frase en un diálogo que le llevó a revivir buenos y malos momentos de una carrera marcada por demasiados contratiempos y que en su opinión terminó muy pronto.
Recién celebró su cumpleaños 58 y desde hace 40 ostenta el récord nacional juvenil en el hectómetro: 10.24 segundos marcados el 4 de septiembre de 1973 en Praga.
También hace mucho pasaron a la mayoría de edad sus cotas absolutas para la isla en 100 (9.98 segundos en 1977) y 200 metros (20.06 en 1978).
«Creo que quedan algunos años para que peligre mi récord nacional. Falta el atleta que tenga ese interés de superarse», dijo sin tapujos sobre una de las deudas del atletismo local.
¿Qué pasa con la velocidad en Cuba?
Siempre digo que se necesita trabajar con mayor matrícula en los centros y hemos perdido la masividad de otros tiempos, o sea buscar los niños que están en las calles y hacerlos velocistas. Hay que trabajar mucho más con festivales y otras iniciativas que teníamos antes.
¿Así sucedió con usted?
Yo soy un ejemplo, pues llegué por la educación física. Entrenaba de todo, lo mismo fútbol que béisbol, pero vinieron las competencias de atletismo y clasifiqué para las regionales e hice equipo provincial en 1968 para eliminarme para los Juegos Escolares.
Un año después entré a la EIDE de Villa Clara en la categoría 13-14. Primero en los relevos, porque nunca destaqué en las vallas y tampoco tuve buen brazo. Me dediqué al 4x75 y 4x200.
Ya en los octavos juegos sí corro 100 y 200, y comienzo a entrenar con Bienvenido Boitisolo, que fue mi preparador hasta que voy a la ESPA nacional en 1972.
¿Necesitó de mucho sacrificio?
El atletismo y el deporte en general exigen mucho para tener resultados, y dejé de hacer bastantes cosas. Les digo ahora a mis atletas que lo primero es tener disciplina y luego entrenar muy fuerte.
Yo entrenaba en dobles sesiones. Irolán Echevarría nos despertaba a las cinco y media de la madrugada para hacer las mañanitas. Luego docencia, y en la tarde otra vez entrenar.
Hacíamos entrenamientos en muchos lugares, lo mismo en el Parque Lenin que en las playas para la fuerza... Es mucho sacrificio, pero para tener resultados hay que hacerlo.
¿Qué le caracterizó?
Fui sobre todo disciplinado. También creo que tenía talento, porque solo pesaba 60 kilos y medía 1,72 metros, y todo el que competía conmigo era de 70-80 kilos y cerca de 1,90, lo que me hacía el más pequeño. Pero era fuerte y rápido.
En los entrenamientos no tenía miedo a nada y no dejaba de hacer lo que me mandaban. No podía trabajar mucho las pesas por un problema en la columna y por eso priorizaba los saltos. Es una cosa que siempre recuerdo a mis atletas: ellos buscan quitarse ejercicios y yo nunca lo hice.
Pese a sus muchos premios le faltó el oro olímpico, ¿cómo lo asume al paso de tantos años?
Siempre pienso que pude dar más, sobre todo en los eventos internacionales, específicamente en Moscú´80, que se convirtió en una Olimpiada desagradable para mí.
Las cosas se hicieron mal desde el principio en los 100 metros, porque no se sortearon bien los carriles y me asignaron el uno aunque llegué con buenos tiempos.
Ya en la carrera miré con la vista periférica y me equivoqué al no tirar el cuerpo. El británico Allan Wells sí lo hizo y ganó pese a que los dos marcamos 10.25 segundos.
En los 200 también me afectó mucho que me pusieran por el carril número uno. Esa no se la voy a perdonar nunca a los organizadores. Fui cuarto con 20.30.
Vayamos a los Juegos Panamericanos de México´75, donde pese a llevarse el oro en el hectómetro tampoco fue bueno el final.
Tuve varios accidentes en los mejores momentos de mi carrera y uno de los más conocidos fue aquella caída.
Conocía que existía un foso al final de la pista, pero tenía una cerca y confiaba en eso.
Resulta que la quitaron para entrar una cámara de televisión y no volvieron a ponerla, y nunca lo supe. Corrí confiado y cuando llegué de lo único que pude agarrarme fue de un hierro suelto que quedaba.
Había arrancado con dolor por la lesión en la columna e hice los pasos transitorios lo más rápido posible, pero faltando unos 20 metros me doy cuenta de que alguien iba delante porque vi un brazo antes que el mío, y puse la máxima velocidad, pero el dolor fue más fuerte y no pude parar.
¿Qué consecuencias le dejó?
Me sometieron a una riesgosa operación de la columna en el hospital Frank País, pero gracias a los conocimientos de los médicos todo salió bien y a los 45 días volví a entrenar.
¿Entonces todo estaba en orden para los Juegos Olímpicos de Montreal´76?
Yo era el principal favorito para ganar los 100 metros, pero nuevamente la casualidad se interpuso. Un pomo de perfume caído al suelo me dejó una herida de ocho puntos en el tobillo cuando faltaban cuatro días para la competencia.
Pasé 48 horas en cama con tratamiento y al tercer día hice algo de arrancadas, pero me afectó la inactividad y no fue lo mismo. La competencia se ganó con un 10.06 que yo habría podido hacer.
Hablemos ahora de algo grato y dígame cómo recuerda sus 9.98.
Tengo muy presente ese día de 1977. Fue en Guadalajara y hubo una arrancada en falso después de la cual un trinitario levantó la mano y nos paramos. Se dio otra arrancada en falso y en la cuarta Osvaldo Lara me dice “Me voy a llevar la salida” y le contesté “No lo hagas que esto está malo”, pero cuando estuvimos de nuevo en posición pensé “Bueno, si aquí hay otra arrancada en falso va a ser mía porque no aguanto más”, y salí con el disparo. Me di cuenta de que lo hice bien, por delante de todos, y estuve seguro que iba por menos de 10 flat.
¿Cuál considera la clave de los velocistas jamaicanos?
Están trabajando con métodos que nosotros tuvimos y hemos perdido. Tienen la masividad que hace falta y lo están haciendo bien. Creo que su hegemonía va a durar mucho más.
¿Es Usain Bolt el mayor fenómeno del atletismo en todos los tiempos?
Es el más grande de la velocidad mundial, pero no del atletismo completo. Nosotros tenemos a uno de esos “extraterrestres”, que es Javier Sotomayor con ese 2,45 que todavía hay que buscar quién lo romperá.
No se puede olvidar que tuvo más de 20 saltos por encima de 2,40, y en ocasiones nosotros mismos olvidamos lo que tenemos en casa para admirar lo de afuera.
Además hay muchos otros, como Marita Koch en los 400 o Sergey Bubka en la pértiga.
¿Si existiera una máquina del tiempo la abordaría para vérselas con Bolt?
Me gustaría probarme en este tiempo con todos, y creo que si hubiera existido esa máquina también la habría usado para competir con Carl Lewis.
¿Le dejó buenos amigos el atletismo?
Sí, sobre todo Osvaldo Lara. Aunque en la pista siempre fuimos rivales nos relacionamos mucho, algo que era raro de ver y llamaba la atención. Siempre compartimos habitaciones, salíamos juntos y nos visitábamos.
¿Ídolos?
Enrique Figuerola, desde chiquito. Quise seguir su ejemplo y creo que lo conseguí. Además, siempre me aconsejó mucho cuando yo era atleta. Principalmente sobre las arrancadas, donde no fui bueno. Lo mejor de mi carrera era el final.
¿El retiro llegó en el momento justo?
Pude durar un poco más, pero lo decidí porque ya no ganaba igual. Internacionalmente entraba tercero, cuarto... y eso no me gustaba.
El día de mi retiro quisieron que corriera en la final del Barrientos del 85, incluso dejaron libre el carril cuatro para mí, pero dije “Nada de eso, porque ninguno me va a dejar ganar y mi despedida no puede ser con un último lugar”.
¿El mejor momento?
El récord de 9.98, porque los Juegos Olímpicos de Moscú me dejaron una plata que pudo ser oro y por eso no puede serlo.
Esa es mi gran espina.
¿Otros grandes premios?
Mis dos hijas, una de 25 que es estomatóloga y otra de 18 que estudia informática y le gusta mucho el baile.
¿Qué le aportó este deporte?
Me dejó grandes enseñanzas, experiencias, muchos amigos y el entrenador que soy.
¿Si volviera a empezar?
Me tiraría para adelante en la meta de Moscú y fuera al final de la pista de México a revisar la cerca para no caerme.
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