Ni el sol implacable ni la lluvia persistente, que incluso por momentos se vivieron al unísono, impidieron la celebración de la fiesta beisbolera en que se convirtió el estadio Mártires de Barbados. Congas e incansables movimientos rítmicos de los aficionados fueron el mejor añadido a un juego que es pasión en la Isla. (Fotos: Calixto N. Llanes)