TODO programa que mejore la salud conlleva bienestar, vivencia esta última que se relaciona con la sensación de satisfacción.
En el mundo se desarrollan actualmente muchos programas para el cuidado de los seres humanos. La importancia de los estudios genéticos y de otro tipo está probada, pero los investigadores señalan que los estilos de vida y las costumbres tienen un impacto más general sobre la vitalidad física y mental.
Todos los proyectos en curso establecen objetivos que exigen comportamientos saludables. Durante años las estrategias han estado encaminadas a alargar la vida, “frenando” el envejecimiento y tributando a la longevidad satisfactoria.
Hace un tiempo estudiaba el mínimo de filosofía en la Academia de Ciencias de Cuba. Todos los lunes el profesor Burguete dictaba su conferencia de cuatro horas. Era riguroso en el contenido de su especialidad y debíamos estar a la hora de inicio.
Un día llegué unos minutos tarde y a manera de justificación le expliqué que estaba haciendo ejercicios físicos, cuestión que por demás era cierta. Con su agudeza característica me preguntó: ¿Usted es de los que prefiere morir sano?
Efectivamente, la vida es finita. Hay causas de muerte en los accidentes, las imprudencias, las enfermedades, los desastres naturales, etcétera. Pero aun así, vivir con salud es un bien muy preciado, de ahí que debamos atendernos sistemáticamente.
Los decesos a nivel mundial, según los registros estadísticos, se deben fundamentalmente a males como la arterioesclerosis, el cáncer y las enfermedades del corazón y el sistema respiratorio, entre otras. Esa lista posee un orden jerárquico diferente para cada país y va cambiando de acuerdo al impacto de los factores de riesgo, entre los que destaca la obesidad.
Ese flagelo facilita la aparición de trastornos del corazón, la arterioesclerosis, la diabetes, la artritis y los problemas respiratorios. Recientemente se ha comprobado que además genera trastornos de la atención y el dormir.
Mucho antes de morir a causa de una enfermedad crónica, las personas viven sensaciones desagradables y a menudo dolorosas, todo lo cual es prevenible y evitable, si se sigue un programa de salud meticuloso y amigable.
Las enfermedades del corazón, el cáncer y la arterioesclerosis figuran entre las que pueden minimizarse con un estilo de vida que incluya el ejercicio físico y la alimentación balanceada.
La rutina diaria de las personas que más afecta la salud es aquella caracterizada por un bajo grado de actividad física. Quienes habitualmente no se mueven durante el día notarán las consecuencias en la medida en que la edad avance, siendo los 75 años de edad uno de los puntos críticos de esa pendiente.
La inmovilidad favorece la acumulación de grasa en el cuerpo y a eso sigue la obesidad, un estado que mucho tiene que ver con la dieta preferida. Otro componente del mal lo constituye el hábito de fumar.
Sabemos que nuestra vida es finita y podemos decidir su rumbo con un grado elevado de bienestar o de malestar. Los comportamientos más importantes para tomar la vía correcta se relacionan con realizar ejercicios al menos 30 minutos cada día.
Y además con evitar la sal, los alimentos con grasas y el azúcar; comer lo más natural posible, considerando la presencia de frutas y vegetales en sus tres colores básicos: amarillo, verde y rojo. Otro aspecto clave radica en tomar al menos litro y medio de agua en cada jornada.
En cuanto a la gama de posibilidades para evitar la pasividad destacamos la marcha, la carrera, los deportes en equipo y los programas vinculados al Tai Chi Chuan. Estos ejercicios chinos derivados de las artes marciales ofrecen beneficios al metabolismo, la respuesta cardiovascular y respiratoria, como un amortiguamiento de la tensión síquica.
Lo importante es dar el primer paso hacia el bienestar y no dejarse rendir.
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