La Habana.- «PIENSO que los Juegos Olímpicos de México 1968 marcaron a cada uno de los 138 deportistas cubanos que asistimos a esa cita y representaron un antes y un después. Son muchos los recuerdos, especialmente para los integrantes de las cuartetas femenina y masculina de la posta corta, que ganamos plata», expresó a JIT el velocista Hermes Ramírez.

Cuba asistía a su segunda cita bajo los cinco aros en plena efervescencia revolucionaria, tras el triunfo de 1959.

«Llegamos a la capital mexicana cuando se conmemoraba un año de la caída en combate del Che, y a donde diez días antes de iniciarse la fiesta hubo una matanza de estudiantes en la plaza de Tlatelolco. Exigían justicia social», argumentó.

A pesar de la situación se decidió seguir adelante y en la tarde del 12 de octubre, la joven corredora de 20 añosEnriqueta Basilio se convirtió en la primera mujer en encender un pebetero en la historia olímpica.

«Aquel estadio majestuoso comenzó a ser desde ese día testigo inigualable de proezas y récords, entre ellos el de nuestra posta corta, que en semifinales hizo 38,3 segundos para mejorar la marca de entonces de 38,8. Para ganarnos en la finalísima los norteamericanos hicieron 38,2», recuerda.

Corrieron además el extinto Pablo Montes, Juan Morales y Enrique Figuerola, último en tomar el batón.

«Pero las muchachitas lo hicieron igual. Fulgencia Romay, Violeta Quesada, Miguelina Cobián y la desaparecida Marlene Elejalde ganaron plata en pelea con las estadounidenses», argumentó.

«Nosotras también hicimos lo nuestro, solo que fue minutos después de ellos. Estábamos calentando y el resultado de ellos nos inspiró. Marcamos 43,3 segundos en la final para romper el récord de las corredoras soviéticas en las eliminatorias», dijo Miguelina Cobían.

Las antillanas solo fueron superadas por las norteñas, quienes estamparon 42,8 segundos.

«Se hablaba mucho de la altura sobre el nivel del mar de Ciudad México (2240 m), pero era igual para todos.  Los que corrían hasta 800 metros se beneficiaban, pero los que saltaban o lanzaban claro que se lo sentían, pero te reitero que era igual para todos. A algunos, como a mí, se le resecaban las fosas nasales», reafirma Fulgencia Romay.

Ellas salieron este sábado con la antorcha desde el Monumento al yate Granma, en el Museo de la Revolución, de la capital cubana.

La flama fue será entregada en la escalerilla del Buque Escuela Cuauhtémoc, de la Armada de los Estados Unidos Mexicanos, a Figuerola y otros representantes de aquella embajada atlética de la Isla.

La flama viajará a Veracruz y de ahí a Ciudad México, con su monumental estadio como sede del colofón de los festejos iniciados en enero.

«Nos preparamos en Santiago de Cuba. En el Caney de las Mercedes. José Llanusa y Manuel González Guerra, presidentes del Inder y del Comité Olímpico Cubano, estuvieron al frente de la delegación», rememora Lázaro Betancourt.

«Nosotros tuvimos el privilegio de estar en el mismo escenario en que los corredores estadounidenses Tommie Smith (oro) y John Carlos (bronce) realizaron una protesta del movimiento Black Power, que provocó fueran expulsados de la villa olímpica; y del desempeño de nuestro amigo Aurelio Janet, primer lanzador de jabalina cubano clasificado a una final olímpica», abundó.

«Obviamente también disfrutamos de momentos cumbres como los récords de los estadounidense James Hines (9,95 en 100 m) y Bob Beamon (8,90 m) en el salto de longitud. Hines fue quien rompió la barrera de los 10 flat», apuntó.

Por Cuba otros dos competidores, Enrique Regüeiferos y Rolando Garbey, se hicieron de las restantes preseas plateadas de la delegación.

Como el anfitrión, los caribeños presentaron equipo completo (11 púgiles), pero solo los mencionados lograron preseas.

Garbey cayó 0-5 ante el soviético Boris Lagutin, rey de Tokio 1964 y participante en Roma 1960; y Regüeiferos en una injusta decisión de 2-3 frente al polaco Jerzey Kulej, dorado de Tokio. El cubano había obtenido cuatro éxitos, dos de ellos antes del tiempo reglamentario.

Cinco mil 516 deportistas de 112 países participaron en la justa, primera organizada en una nación de América Latina.

La cita fue pionera igualmente en la transmisión por televisión vía satélite a todo el mundo y en el uso de dispositivos para dar más claridad a los resultados atléticos.

De esos sobresalen los paneles táctiles que registraban los tiempos intermedios y finales de los nadadores, y el cronógrafo fotográfico, o lo que es lo mismo, una cámara en la meta que permitía autenticar al ganador aunque fuera por una centésima de segundo.

Inéditas pruebas de género permitió así mismo verificar el sexo de los competidores por vez primera en la historia.

México 1968 legó al mundo atlético y a la humanidad el novedoso espíritu olímpico. Millones de personas hicieron de la cita una fiesta, la misma que celebra este año su medio siglo y que tuvo en Cuba la casa para encender la llama que recorrerá la nación azteca.