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La Habana
Año 66 de la Revolución
Un remero llamado Trejo
Por Víctor Joaquín Ortega
lunes, 23 de octubre de 2017 10:36 AM



Foto: JIT Colaborador

La Habana.- ENTRENA para una cercana justa de remos en la que representará a la Universidad. Pero Rafael Trejo también quiere mostrar el tórax y los brazos poderosos que esculpe bajo el sol en cada jornada. Y se ha enamorado de… ¡Esas camisetas blancas, azules, de color vino...! «Si el dueño de la tienda me fiara...»

Una amiga de ambos interviene y varias de esas prendas ya acarician su piel. Tendrá que pagar dos pesos a la semana durante buen tiempo. Dejará de merendar y alguna vez hasta de almorzar. No se inmuta por eso.

Ahora anda muy alegre: su bote triunfó en la regata, después estrenó una de sus nuevas camisetas y se sorprendió con las miradas de las muchachas. Pero vamos a ver a Felo cuando niño…

Amargor para el dulcero atrevido 

¡Coquito acaramelado, panetela borracha, boniatillo...! El niño escucha el pregón, pero no se muestra goloso. Recuerda lo planteado por su profesora Francisca Morrillo en la clase: «Hay un dulcero que mancilla la bandera cubana: la usa como si fuera un trapo para tapar la mercancía. No podemos permitir ese ultraje».

El pequeño Trejo convence a los condiscípulos. Rodean al vendedor, quien piensa que una gran clientela dejará vacío el tablero y llenará los bolsillos. Despierta de su equivocación con los gritos de repudio.

«Deme la bandera», exige el líder de la protesta. El vendedor cede. El muchacho penetra raudo al aula. Detrás, el colectivo. Entrega lo rescatado a su maestra. Se abrazan. Lágrimas recorren ambos rostros. Él se siente mambí; ella tiene de Mendive. Todos cantan el Himno Nacional.

HABLE USTED, MARÍA LUISA

La revolucionaria María Luisa Lafita, fallecida el 22 de diciembre de 2004, lo conoció muy bien. En una ocasión me lo caracterizó así: «Un atleta, lo que se dice un atleta, integrante del equipo de remos de la Universidad de La Habana. Además nadador y jugador de ajedrez. Seis pies de estatura, complexión fuerte. De piel broncínea: trigueño tirando a rojo. Linda dentadura, ojos negros, pelo no frondoso de igual color. Hablaba inglés correctamente. Tocaba violín, piano y cantaba: con su voz de barítono nos acompañó a su novia Ada y a mí en interpretaciones de música clásica».

Le dije entonces: la etapa que vivió no le permitió pensar en Juegos Olímpicos ni en certámenes de arte. ¿Cómo contender en la cita de Ámsterdam 1928, a la que solo concurrió por Cuba el velocista José Barrientos, sin poder hacerse justicia?  

Ella agregó: «Felo prefería otros campos, otros lances. Leía textos de Martí y José Ingenieros. De ideas progresistas, ocupaba el cargo de vicepresidente de la FEU en Derecho. Su espejo era Mella; su corazón, el Apóstol; quería ser como los mambises. Batalló por la unidad en las filas revolucionarias.

Estuvo presente no solo en las acciones estudiantiles; también en las proletarias. Jamás olvidó a los de abajo, de donde surgió: la madre, educadora de primaria; el padre, tabaquero, quien con tremendo esfuerzo se graduó de abogado.

Rafael le aseguraría a su amigo Raúl Roa: «Mi ideal es poder defender algún día a los pobres. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia».

HACIA EL 30 DE SEPTIEMBRE

Rafael Trejo González nació en San Antonio de los Baños el 9 de septiembre de 1910. Veinte años y unos días después integraría la vanguardia del pueblo en acción.

Termina de vestirse. Se coloca su sombrero de pajilla en la cabeza que tiene varios brochazos de pintura muy brillante desde su participación en la huelga de los sombrereros. Se acerca a la pared, le arranca la hoja del día al calendario, y la sitúa en el sombrero. «Te voy a poner aquí porque tú, 30 de septiembre, vas a entrar en la historia de Cuba».

En la víspera, los organizadores de la tángana habían acordado que si Gerardo Machado ocupaba militarmente la Universidad, se reunirían en el Parque Eloy Alfaro para salir en manifestación y llegar a casa del digno profesor Enrique José Varona. Se hará así.

El comandante Ainciart, asesino de marca mayor, ordena detener a Pepelín Leyva y a Trejo: sabe que están entre los dirigentes de la acción. Los guardias intentan prender a los dos jóvenes que corren hasta una casa de la calle Infanta; entran, suben a la azotea y desde allí lanzan piedras, palos y tejas a sus perseguidores. No los pueden prender. A los 15 minutos, descienden al llamado de varios compañeros.

La combativa caminata empieza. Trejo y Pepelín en la primera fila. El corneta Oliva, veterano del Ejército Libertador que trajo Alpízar, pregunta qué toca. Pepelín le dice: «A degüello». Obedece.

El choque con los esbirros: un grupo porta la bandera cubana. Es agujereada a tiros. Pepelín y el as de boxeo Rodolfo de Armas hacen daño con sus puños. Pablo de la Torriente, tras golpear a varios enemigos, cae con la cabeza ensangrentada de un toletazo. Juan Marinello es apresado al tratar de auxiliarlo. El comunista Isidro Figueroa recibe un balazo.

Trejo se enfrenta cuerpo a cuerpo con un policía. Antonio Díaz Baldoquín acude en su apoyo. El guardia saca el arma. El disparo. Díaz Baldoquín, desde el suelo, observa la escena. Teme que... Respira más tranquilo cuando ve a Felo dirigirse a un zaguán. «Fue al aire. De todas formas hay que llevarlo al hospital, el tipo se dio gusto dándole con el palo».

Aprovecha la estampida del caballo para escapar del jinete que lo amenazaba machete en mano. «¡Me han herido!», exclama Rafael. «No, viejo, son los toletazos». Trejo se saca la camisa, le enseña la herida. «Ves que no miento». Su interlocutor trata de ocultar la palidez que lo ataca. «Es un roce, no te preocupes». Pero sabe que es muy grave.

El auto del doctor Busquet se dirige hacia el Hospital de Emergencias. Camilla. Médicos. Carreras. Shock. Transfusión de sangre. Laparotomía exploratoria. Ciertas esperanzas. Fantasías por amor. Treinta horas más tarde, Trejo cae en coma y muere. La autopsia revela que, además del plomo mortal en el pulmón, los golpes propinados habían dejado huellas terribles en el cráneo y el hígado. No podía salvarse. Nombre del criminal: Félix Robaina Crespo.

REPITE EL TRAGO

Antes de obedecer, pasa el paño por el mostrador. Luego, busca la botella de ron. El que le pidió la repetición del trago, dice con voz seca:

- Félix Robaina...

- ¿Qué?

- Tú eres el asesino de Trejo. Aquí tienes recuerdos de él.

La pistola, desde la mano, ruge varias veces. El tipejo cae sobre las botellas que se derrumban y rompen: el alcohol se confunde con la sangre.

LA SOBREVIDA

El Gimnasio Rafael Trejo, de La Habana Vieja, sigue siendo cantera y forja de boxeadores que ya no son carne de cañón para el encerado, sino los mayores conquistadores de medallas olímpicas para la Mayor de las Antillas.

Entre esas cuerdas, en el cartel nocturno del 25 de julio de 1953, debía pelear Giraldo Córdova Cardín, un wélter aficionado hasta entonces invicto, pero que perdió al no presentarse. Esa noche dejó sin cuerpo la flamante bata comprada por sus amigos y “recibió” una gran rechifla, mas prefirió atacar el cuartel Moncada la madrugada del 26.

Como señaló Fidel en el manifiesto ¡Revolución no, zarpazo!, a pocas horas del golpe militar del 10 de marzo de 1952: «Cubanos: Hay tiranos otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras». Los hubo. Y el remero Rafael Trejo González mantuvo y mantiene potente la boga de su embarcación.

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