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CON LA versión de San Luis 1904 comenzó la tradición de entregar medallas de oro, plata y bronce a los ocupantes de los tres primeros puestos de cada prueba, y se estrenaron la lucha libre y el boxeo.

Se repitieron errores de su antecesora durante un programa extendido del primero de julio al 23 de noviembre, adicionado a una Feria Mundial, y no quedó para la historia un informe oficial de su Comité Organizador.

La participación descendió a 651 atletas de 12 países y sumaron 95 los eventos en 16 deportes. Seis mujeres estadounidenses compitieron en arquería.

A pesar de las enormes inversiones de dinero, el número de concursantes procedentes de otros países solo llegó a 42, lo que evidencia que la sede apenas logró interesar a los europeos en cruzar el Atlántico.

Obviamente Estados Unidos se llevó la mayor cantidad de metales (79-83-80), en una lid donde Alemania (4-4-5) y Cuba (4-2-3) se ubicaron después y también estuvieron Australia, Austria, Canadá, Francia, Grecia, Hungría, Reino Unido, Sudáfrica y Suiza.

De manera general mermó el carácter de competencia internacional, la idea básica del olimpismo y el interés de los aficionados por el espectáculo.

Desafortunadamente los primeros juegos fuera del viejo continente estuvieron marcados por la segregación racial imperante en el país anfitrión y un ambiente de caos.

El desfile inaugural, denominado Día Antropológico, mostró a miembros de razas supuestamente inferiores que luego competirían en eventos paralelos sin registro oficial.

El Barón de Coubertin calificó esos hechos como espectáculo bochornoso, y en el plano antideportivo se inscribió también la actuación del maratonista local Fred Lordz, quien aquejado de calambre cubrió en automóvil gran parte del trayecto.

Pasó primero la meta, pero tras conocerse el hecho lo expulsaron de por vida del olimpismo, declarándose campeón a su compañero Thomas Hicks.

Varios relatos precisan que apenas 14 de los 32 iniciadores finalizaron el recorrido, solo dos de ellos extranjeros: el griego Valouis y el cubano Félix "El Andarín" Carvajal, un cartero de débil físico que cruzó cuarto luego de enfrentar vicisitudes antes y durante la carrera.

Fueron los segundos juegos para el gran esgrimista Ramón Fonst, quien con 17 años había hecho debutar a Cuba en París 1900 como doble campeón en espada y esta vez volvió a quedarse con un título en esa arma y añadió el de florete.

Impuso marca al combatir 24 asaltos sin ser tocado y fue parte de la cosecha dorada completada en ese deporte por Dionisio Díaz (sable) y Albertson Van Zo Post (stick) para que la isla ascendiera notoriamente por países.

El más laureado de la cita resultó el gimnasta de casa Anton Heida (5-1-0), en tanto su compañero George Eyser también acumuló seis metales (3-2-1) pese a competir con su pierna izquierda de madera, y el ciclista igualmente local Marcus Hurley conquistó cuatro coronas y un bronce.

Otro con memorable demostración fue Archie Hahn, conocido como “El Meteoro Milwaukee” y vencedor en 60, 100 y 200 metros, en esa última distancia con récord olímpico de 21,6 segundos, vigente durante 28 años.

En el lanzamiento de disco los estadounidenses Martin Sheridan y Ralph Rose concluyeron abrazados a 39,28 metros y el desempate concedido por los jueces asignó la cima al primero. George Poage, bronceado en 200 y 400 metros con vallas, resultó el primer atleta negro medallista olímpico.

El dominio estadounidense en el atletismo solo fue roto por el canadiense Etienne Desmarteau en impulsión de la bala y el británico Thomas Francis en decatlón.