Foto: Mónica Ramírez

La Habana.- ERNERTO Miguel Pérez cumplirá 11 años el próximo día 29 como un niño feliz marcado por un don especial para el ajedrez.

Tiene metas ambiciosas y asegura con inusual seguridad que un día será Gran Maestro y estará alguna vez entre los 15 mejores jugadores del mundo como lo hace ahora su ídolo Leinier Domínguez.

«Claro que puedo cumplirlo. Es un sacrificio que puede hacerse», dice con una madurez que sorprende, mientras sus expresivos ojos brillan con picardía, muestra de que conoce lo arriesgado de predecir el futuro.

Pero en su caso está justificado tal optimismo, y se encarga de subir escalón por escalón en ese largo camino.

Alumno de la escuela de talentos del Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez (ISLA), es campeón de la capital entre niños de 10-11 años y monarca de la sexta Copa Nacional El ajedrez y la naturaleza.

Esos serían saldos suficientes para despedir con nota excelente la temporada, pero aún hay más: terminó empatado del séptimo al onceno puestos en el último torneo panamericano categoría sub-12 con sede en México.

Allí cerró con seis puntos de nueve posibles luego de ganar cuatro partidas, acordar igual número de tablas y ceder solo una vez.

«Me sentí cómodo jugando, pero no me gustó la comida porque siempre tenía picante», expresa recordando que su labor le permitió superar lo conseguido cuando debutó un año antes a ese nivel en Brasil y solo completó cuatro rayitas.

Rápido para responder cada pregunta de JIT aceptó el diálogo en la casona del Vedado sede del ISLA sin preocuparse por buscar alguna vez la aprobación de la madre, que le observó  con el orgullo reflejado en su rostro.

¿Por qué el ajedrez?

Mi papá, que jugaba siempre con mi abuelo, se animó a enseñarme y así fue como empecé hasta que me gustó mucho.

¿Qué recuerdas de tu encuentro con este local?

La primera vez que vine me enseñaron a anotar en la planilla. Dando la clase se fue la luz y cuando se acabó el tiempo ya sabía hacerlo.

¿Y la competencia inicial?

Fue dos o tres meses después de haber empezado aquí, en un campeonato donde todos los niños eran de 14-15 años y yo tenía siete. Recuerdo que solo hice dos y medio de nueve, y como no me gustaba perder lloraba cuando me pasaba, algo que ya no hago.

¿Cuáles son tus piezas favoritas?

Me gusta más jugar con negras, por las defensas que prefiero, aunque mi favorita es la Alekhine. Juego peón dama porque prefiero las posiciones que se dan con esas aperturas.

¿En quién te inspiras?

Leinier e Ivanchuk son mis ídolos, de los antiguos me gustan William Steinitz y Capablanca.

OPINIONES DEL PROFESOR

Eduardo ha tenido un solo entrenador en su corta carrera. Desde que llegó a la escuela de talentos fue Sergio Arteaga el encargado de engrandecer los elementales conocimientos que poseía.

La facilidad para captar nuevos conceptos y su facilidad para memorizar le sorprendieron desde el comienzo, pero fue su habilidad para no dejar piezas “en el aire” lo que más llamó la atención al técnico.

«Solo sabía lo elemental del juego y aun así no dejaba piezas sueltas, una de las cosas más difíciles de erradicar para los entrenadores, porque al principio es normal que no comprendan  que están sin defender», recuerda Arteaga.

«Es un jugador posicional, sólido y técnico, pero sabe rematar la lucha cuando requiere de una solución táctica, y tiene habilidades porque las entrena. Resolvemos diariamente entre 15 y 30 problemas», explica.

Eduardo está considerado el número uno entre los muchachos que más brillan en un centro del que emergieron no pocos Maestros.

«Razona con mucha lógica, con solo una vez que le señales los errores capta ese mensaje y lo lleva a la práctica. Eso te da margen para realizar un trabajo personalizado y obtener resultados mucho más rápido», asegura el especialista.

Sobre el repertorio de aperturas confiesa que es capaz de jugar lo mismo peón dama que peón rey, además de que varía mucho las defensas con negras y eso lo hace un rival difícil, porque evita que sus oponentes se preparen a partir de un sistema específico.

«Además de sus resultados deportivos responde muy bien al trabajo educativo. Si bien es cierto que es muy inteligente, con muy buena memoria, le cuesta aceptar el revés.

»Antes lloraba, era descortés y no le daba la mano a su contrario… Pero hemos insistido en eso, conversamos mucho y ya admite más que forma parte del deporte», lo que demuestra que madura.