Foto: Armando Hernandez

La Habana.- LA PRIMERA medalla olímpica del deporte revolucionario cubano llegó hace exactamente medio siglo y tuvo como protagonista a un hombre que aún vive para disfrutarlo.

A sus 76 años de edad Enrique Figuerola Camué se adentra en sus recuerdos y revive una y otra vez aquel 15 de octubre de 1964 en que abrazó la gloria bajo los cinco aros para marcar un camino que transitarían luego muchos de sus compatriotas.

“El Fígaro” logró en Tokio uno de los 100 metros más rápidos de su vida al marcar 10.2 segundos, aunque quizás no tuvo tiempo para pensar lo que ello representaría para su pequeña isla.

«El estadounidense Bob Hayes y yo fuimos los primeros del mundo en todo lo que corrimos desde 1963. Él tenía una fortaleza impresionante, con 1,90 metros de estatura, y la lucha fue intensa, por lo que ambos aspirábamos al oro», evoca como si hubiera sido ayer.

Luego de entrar tercero en la semifinal, el bólido caribeño arrancó con su habitual rapidez y se mantuvo al frente durante los primeros 20 metros. Incluso tras el “despegue” de Hayes nunca perdió la segunda posición.

La emoción se prolongó más allá de la meta, pues la entrada fue tan pareja con el canadiense Harry Jerome en busca de la plata que se necesitó del photo-finish.

Con apenas 167 centímetros de estatura y sin toda la preparación técnica que quizás se requería para el estrellato, Figuerola echó por tierra cánones, se impuso en una élite de mayoría estadounidense e hizo historia.

«Era un compromiso grande la medalla, porque era el de más posibilidades en ese momento y sabía que tenía que ganarla. Fue un resultado que me estremeció y me comprometió a dar más», agrega este hombre marcado por las primicias.

Terminó cuarto en Roma´60 cuando inauguró la presencia cubana en una final olímpica de la velocidad, y en el propio 1964 estrenó los reinados en la encuesta de Prensa Latina para elegir al mejor deportista de la región.

En junio de 1967 igualó con 10 segundos “flat” el récord mundial vigente entonces para el hectómetro y pasó a los libros como el primer nacido en esta isla capaz de tal hazaña.

Además fue campeón panamericano, doble monarca en universiadas mundiales y otra vez medallista de plata olímpico como integrante del relevo 4x100 en México´68.

Él se sabe parte de una generación privilegiada, que inició accesos a podios, transitó senderos desconocidos y sobre todo se convirtió en hito de un quehacer que todavía enriquece en cada presentación el movimiento deportivo cubano.