Tokio.- DURANTE la ceremonia inaugural de estos Juegos Olímpicos, disfrutada por millones en todo el mundo a través de la televisión, se enviaron mensajes de amor, aliento a una humanidad que transita por tiempos difíciles y sobre todo de esperanza para imponerse a la adversidad.
En uno de sus momentos más especiales se invocó a la capacidad de los seres humanos de superar las situaciones más difíciles, su poder de resiliencia, con la impactante historia de la húngara-israelí Agnes Keleti, la campeona olímpica de mayor edad aún viva.
Ella habló desde la lejanía de su casa, y su imagen en las pantallas gigantes del Estadio Nacional de Tokio sirvió como uno de los ejemplos más genuinos de perseverancia y supervivencia.
Agnes sobrevivió al holocausto nazi, se convirtió en campeona olímpica de gimnasia con una edad en la que ya muchas se retiran del deporte activo -y mucho más en su disciplina- y en enero pasado cumplió 100 años. Su foto sonriente y sosteniendo las medallas conseguidas en Helsinki 1952 y Melbourne 1956 recorrió las portadas de sitios digitales y su experiencia se hizo mucho más trascendental.
Keleti tiene una historia más allá de su paso por las citas bajo los cinco aros… se libró del campo de exterminio nazi con papeles falsos. Ocultó su procedencia judía y bajo una personalidad “adquirida” pudo mantenerse con vida hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
Ese halo triunfador le acompañó luego cuando retomó el deporte que practicaba desde niña y con más de 30 años pudo cumplir el sueño de cualquier atleta: convertirse en campeona olímpica.
Lo hizo con creces, pues llegó a ganar 10 premios –cinco de ellos dorados– y lo más espectacular es que era una veterana en medio de un mundo colmado de jóvenes, casi adolescentes.
Radicada en Australia y más tarde en Israel, Keleti se convirtió en profesora de deportes tras el retiro de las competiciones. Y aunque ya le falla la memoria a más corto plazo, sus recuerdos de las participaciones olímpicas aún se mantienen nítidos.
Entrevistada por sus 100 años aseguró que amaba la vida y que aunque no le dejan hacer el ejercicio de apertura de piernas, se siente muy bien. «El truco es no mirarse al espejo. Es así como me he conservado joven», bromeó ahora que vive nuevamente en Hungría.
Ejemplo inspirador, la suya es una de esas historias que transforman el mundo, como la misma organización de Tokio 2020, la cita que con enormes esfuerzos se va imponiendo a los riesgos, para contribuir a que este planeta sea un lugar mejor.
|