La Habana.- LA DICHA de las preseas ha acompañando a este hombre durante años. Coincidir con su padre en la lista de medallistas en juegos panamericanos, y luego ser parte de las conquistas de sus alumnos le hacen una figura imprescindible del tiro deportivo cubano.

Practicó una modalidad que nunca ha entrado en la pirámide del alto rendimiento: el skeet (tiro al plato con escopeta), siempre nutrida de las filas de los cazadores y muy afectada en los últimos años por la escasez de cartuchos.

Ganó plata por equipos en los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987 y otros metales en eventos internacionales. Sin embargo, tuvo pocas oportunidades de integrar los equipos nacionales por lo complicado de algunos trámites.

Delfín Gómez Suárez funge desde hace varios años como jefe del colectivo de entrenadores de la preselección nacional de este deporte, en un período en que la carencia de municiones ha golpeado mucho los resultados.

Su labor ha tenido entonces mucho de educador, para fraguar la maravilla en medio también del deterioro del polígono Enrique Borbonet y de peligros como la indeseable cercanía del basurero y algunas acciones vandálicas.

Ante eso, no obstante, ha inculcado siempre a atletas, entrenadores, armeros y otros actores que «hay que sobreponerse a las dificultades, pues esa ha sido la historia del tiro cubano».

A muy poco de partir a otro difícil escenario, el de Lima 2019, JIT conversó con este hombre de puntería...

¿Cuándo fue tu primer cartuchazo?

Era muy niño cuando acompañaba a mi padre, de quien heredé el nombre, a las cacerías. Esta especialidad siempre se ha nutrido de los cazadores y sus hijos, pues nunca ha estado en la pirámide de alto rendimiento. Aquí en la capital, en los años 60 y 70, ellos se reunían en el campo Jorge Agostini de Boyeros y aprendían la modalidad. Así se hicieron las primeras captaciones.

No había Eide, quien tenía condiciones iba para la Espa Nacional directo. Yo entré en 1973, igual que Guillermo Alfredo Torres. Tres años después pasamos al equipo nacional.

¿Coincidiste con tu padre en los equipos nacionales?

No como competidor, eso solo lo hicieron Guillermo y su papá Servilio. En mi caso era atleta y él entrenador, función que desempeñó hasta los Juegos Olímpicos de Moscú 1980.

¿Cuáles fueron los resultados más relevantes?

Para mí la plata por equipos en los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987, aunque también tengo medallas en copas del mundo. No pude asistir a los Juegos Centroamericanos y del Caribe por dificultades con ciertos trámites legales que se exigían en aquellos tiempos.

¿Qué recuerda de esa presea en Indianápolis?

Fue una gran experiencia junto a Guillermo Alfredo Torres y Servando Puldón. Hicimos 431 puntos, solo ocho por debajo de Estados Unidos y uno más que Canadá. Cuba solo había podido ganarle a los norteamericanos en la edición de México 1975. Después lo hicimos de nuevo en Mar del Plata 1995.

En individuales sí tenemos la satisfacción de los oros de Guillermo, Servando y Juan Miguel Rodríguez en La Habana 1991, Mar del Plata y Winnipeg 1999, respectivamente.

¿Por qué te retiraste?

Acabé en 1989, aunque quizás pude durar un par de años más. Sucede que Guillermo, Puldón y Juan Miguel tenían mejores resultados y venían surgiendo nuevas figuras. Me propusieron entrenar al equipo juvenil y allí estuve por siete años. Ya en 1997 pasé al equipo nacional como jefe de cátedra.

¿Pensaste alguna vez dedicarte a entrenar?

No, pero siempre me ha gustado el deporte y me propusieron seguir vinculado desde esa función. Decidí aceptar ese reto.

¿Cómo ha sido preparar a antiguos compañeros de arma?

Al principio me pareció difícil, pero ellos lo han hecho más fácil. Son personas especiales y hemos mantenido relaciones de respeto, de amigos y hermanos. He sentido su apoyo en cada resultado, sobre todo al principio, al iniciar de cero.

Las mayores alegrías fueron el bronce de Juan Miguel en Atenas 2004 y los subtítulos en los campeonatos mundiales de 1998 y 2002.

No obstante, en funciones de jefe de cátedra no puedo olvidar el bronce de Eglys Cruz en Beijing 2008 y el título de Leuris Pupo en Londres 2012, así como otros premios frutos de la entrega y dedicación de los atletas y técnicos.

La falta de municiones… ¿El gran problema?

Sí, eso nos ha golpeado duro. Si algo tiene de mérito los logros alcanzados en medio de la escasez de balas, cartuchos y armas, principalmente tras la caída del campo socialista, es la preparación y capacidad de nuestros entrenadores.

En el skeet, por ejemplo, todas las provincias tenían uno y hasta tres campos de tiro. Ya no existen casi. Si mañana se revierte esa situación no dudo que la modalidad vuelva a florecer. Nuestro sistema deportivo está preparado para eso.

El polígono Enrique Borbonet se ha vuelto obsoleto respecto a la tecnología de punta. Ese es otro elemento en contra de nuestra preparación. Por suerte, para citas multideportivas y otros eventos el Inder apoya con la asistencia a bases y eventos internacionales que mucho ayudan.

¿Cuáles son sus consideraciones sobre Lima?

Siempre soy optimista y lo trasmito a mis compañeros y atletas. Vamos con todo, sabemos que tenemos rivales muy fuertes, pero vamos a luchar, ese es el espíritu.

En el deporte siempre hay un rango para ganar y perder. Los propósitos son buscar la mayor cantidad de finales y después las medallas.