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JUEVES 28
MARZO, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Un Rey de mármol para Capablanca

Desde septiembre de 1988 esa pieza identifica el panteón del más célebre de los ajedrecistas cubanos, visita obligada cada año por estos días, cuando La Habana se impregna de su espíritu.


Por: Eyleen Ríos López
(eyleen.rios@inder.gob.cu)
domingo, 12 de mayo de 2019 12:10 PM



Foto: Calixto N. Llanes

La Habana.- UN ENORME rey de mármol es el signo indiscutible que nos guía hasta su tumba. El nombre al pie del panteón está algo borrado por el paso del tiempo, o quizás por las muchas miradas que se le han fijado durante tantos años.

Sencilla, sin detalles recargados, solo con el más indicado con que se le podía rendir homenaje… Un rey resume lo que fue en vida. Así se encuentra el sitio en que descansan desde marzo de 1942, en la Necrópolis de Colón, los restos del más universal de los ajedrecistas cubanos: José Raúl Capablanca.

Una obra salida de las manos y el talento del artista Florencio Gelabert, quien fuera su amigo personal, con más de un metro de alto y hecho con mármol de Carrara. Se trata, sin dudas, de lo que imaginas encontrar para recordar al único cubano campeón mundial de ajedrez, a quien cada año por estas fechas se le recuerda con el torneo internacional de mayor nivel convocado en la Isla: el Capablanca in Memóriam.

Pero la escultura no estuvo ahí desde el mismo momento de su muerte. Tuvieron que pasar muchos años para que alguien llamara la atención acerca de la “desolación” en que se encontraba el panteón situado en el Cuartel N.O., cuadro número uno, del famoso camposanto habanero.

Por suerte, uno de los protagonistas de aquel empeño, quizás el principal, aunque no le guste decirlo así, fue el periodista e historiador Jesús González Bayolo. Escucharlo relatar aquellos sucesos es como volver a vivirlos.

«En 1988 para el centenario de su nacimiento fui hasta el cementerio para hacer un reportaje y me percaté de lo “anónima” que resultaba su tumba, pese a que me contaron que era una de las que más interesaba a los visitantes», recuerda con su habitual estilo para narrar.

Periodista en aquellos años del diario Juventud Rebelde, Bayolo publicó una convocatoria para los interesados en crear una obra con que homenajear al insigne jugador y la respuesta llegó apenas unas horas después. «No escuches a más nadie, ese proyecto es mío», le dijo Gelabert.

El Inder se sumó al empeño y aportó el material para la ejecución. En septiembre de 1988 se inauguró con la presencia de figuras como los Grandes Maestros Silvino García, Vivian Ramón y el ya fallecido Guillermo García, todos claros ejemplos de lo que significó para los cubanos tener a Capablanca.

Esta es de manera muy resumida la historia de cómo llegó hasta allí la escultura, que por cierto según datos de la museóloga  Zeni Pereira fue la última obra vanguardista en colocarse en el cementerio.

Gelabert estuvo muy ligado al campeón cubano y a los detalles tras su fallecimiento en Nueva York el 8 de marzo de 1942, pues es también el autor de la mascarilla que se exhibió durante muchos años en el Club de Ajedrez de La Habana y fue hecha antes del sepelio organizado en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional.

Un detalle, contado ahora por Bayolo y que asegura no escribirlo antes, es que el propio Gelabert le confesó haber realizado dos mascarillas: «Me contó que lo hizo porque tenía miedo que la primera no le fraguara bien, y es que Capablanca llegó a La Habana embalsamado y él no quiso correr el riesgo de que las sustancias del rostro le impidieran hacer el trabajo».

Dos fueron también los sepelios del único monarca del orbe que ha tenido Latinoamérica. Uno en el propio Nueva York y el otro ya mencionado a su arribo a la Isla que lo vio nacer.

En el momento de su muerte, Capablanca era ataché de la embajada cubana en Estados Unidos y por eso el interés del entonces presidente Fulgencio Batista en traerlo de regreso para el entierro en el panteón familiar.

Sin embargo, cuentan que el traslado fue toda una odisea. La escasez de dinero provocó que el recorrido de Nueva York a Miami se hiciera por carretera, y de ahí a la capital cubana en barco.

El féretro fue esperado por un centenar de personas en el puerto habanero y una bandera a media asta dio muestras del dolor causado por la muerte de su Rey.

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