La Habana.- LA MEDALLA de oro más segura de Cuba en los XVIII Juegos Panamericanos de Lima lleva el nombre de Mijaín López, tres veces campeón olímpico y cinco del orbe en la división mayor de la lucha grecorromana.

Se trata de un gladiador “sin rivales” en América durante varios lustros, y quien no baja de lo más alto del podio en las citas multideportivas continentales desde su debut en Santo Domingo 2003, como natural relevo del también extraclase Héctor Milián.

Asistiremos, por tanto, a la muy probable quinta coronación consecutiva del Gigante de Herradura, algo sin precedentes a este nivel; y de paso a su despedida panamericana, pues ha confirmado el adiós al colchón tras los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Hace solo unos días, en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el vicepresidente del Inder Jorge Polo Vázquez no dejó dudas de que Mijaín será nuevamente el abanderado de la delegación de la Isla, una escena que apreciaremos por octava ocasión en 11 años, exactamente a partir de la fiesta bajo los cinco aros de Beijing 2008.

Según los estrategas de la lucha cubana, el pinareño se prepara exclusivamente rumbo a Lima, donde tendrá como principales rivales al estadounidense Adam Jacob Coon, tercero del ranking mundial y líder del reciente certamen continental efectuado en Buenos Aires; y al representante de Chile Yasmany Acosta, cuarto del listado universal y formado por nuestra propia escuela.

Esa debe ser su única aparición oficial de la temporada, lo que implicaría que su clasificación olímpica la busque Oscar Pino (9no. del RM) durante el Mundial de Astaná en septiembre.

Anclar entre los seis mejores del peso será la tarea del capitalino, frente a hombres de rigor como Sergey Semenov (RUS), Heiki Nabi (EST), Riza Kayaalp (TUR), Jacob Coon, Acosta y otros. Por cierto, Pino podría doblar en ambos estilos varoniles durante esa lid, a tenor de la estrategia en curso para llevarlo a Tokio como librista.

Muchos extrañamos a Mijaín sobre los colchones, pero la búsqueda de su cuarto oro olímpico aconseja la preparación y el descanso adecuados, y hacer el peso y competir solo lo necesario, para evitar lesiones. Su altísima maestría se lo permite, y la mística de no enseñarse demasiado infunde terror en sus oponentes.