La Habana.- GRADUADO de la primera Escuela de Instructores de Arte en la década de 1960, Iván López Rodríguez (La Habana, 1943) no pudo resistirse a lo que la vida le “sirvió en bandeja”: convertirse en uno de los periodistas más populares de Cuba.

Su historia nadie puede contarla mejor que él, así que JIT lo visitó recientemente, motivado por el otorgamiento del Premio Nacional de Periodismo Deportivo a la Obra de la Vida, y obtuvo un amplio y valioso testimonio.

INICIOS PROFESIONALES

«Después de adquirir conocimientos sobre actuación con profesores como Modesto Centeno, Rini Leal y otros de la élite, en la época de la cultura del teatro, me fui al servicio social en Pinar del Río.

»Estuve en zonas como San Andrés de Caiguanabo, donde todavía quedaban bandidos. Entonces, sin permiso, cargaba un revólver que me había prestado mi hermano Tony, quien venía del Ejército Rebelde, porque dormía solo en una casa del Partido.

»Formé parte de varios grupos teatrales antes de pasar como actor al Guiñol habanero. Lo de la cultura venía por mi padre. Quería que fuéramos músicos, porque él, siendo guagüero, tocaba muy bien la guitarra. Acompañó incluso a Celina González y Reutilio. Era oriundo de Sancti Spíritus y le iba muy bien con las tonadas. De niño viví las serenatas y el punto guajiro.

»Insisto, quiso que fuéramos músicos, pero no teníamos oído. Aprendí a tocar guitarra y no puedo acompañar a nadie».

INCLINACIÓN POR EL DEPORTE

«En mi natal Camagüey, de niño, hacia 1953, participé en un campeonato de béisbol con el equipo de la Compañía Cubana de Fianza, que llevaba los colores del Almendares. Yo era almendarista. Jugaban además los conjuntos de Versalles, con el verde de los Elefantes de Cienfuegos; el Club de Leones, rojo como el Habana, y Rotario, con el color del Marianao.

»Comencé como cátcher, pero tenía buen brazo y me pasaron a pítcher. En esa posición me desarrollé, incluso en la primera categoría de La Habana con el equipo del Ministerio de Cultura.

»Aprecié muy buenos receptores, el mejor Lázaro Martínez, quien después fue de Industriales. No llegué a la serie nacional, porque no tenía condiciones o quizás debido a que dediqué tiempo al teatro. La verdad es que no solo practiqué la pelota.

»De estudiante fui fondista, llegué a competir en los 3 mil con obstáculos, los 5 mil y 10 mil, y gané el maratón 26 de Julio de Marianao. Competí con los mejores de la época, como Juan Felipe Chaviano. Nunca le pude ganar, pero estaba entre los primeros.

Ni Chaviano, ni Manolito Rodríguez, los líderes entonces, jamás pudieron sacarme una vuelta de ventaja. Tuve buenos profesores como Francisco “Paquito” García, quien fuera director del Seder de la Universidad de La Habana.

»Me eliminé para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Jamaica 1962 en los 3 mil con vallas. Ganó “Lumumba” García, de Camagüey. Yo era un hombre de resistencia. Una vez hicimos un recorrido —no competitivo— de 62 kilómetros por la carretera del Mariel. Salimos a las 6:00 p. m. y a las cinco y tanto de la madrugada estaba entrando a la meta. Fui el primero en llegar. Fue por los años 80 del pasado siglo, en saludo al aniversario de la UJC y las Milicias Nacionales Revolucionarias.

»Aquí, en el barrio, me dicen el caminante o el andarín, porque a diario hago de siete a 10 kilómetros».

UNA VIDA EN JUVENTUD REBELDE

«Entré a Juventud Rebelde como cobrador de suscripciones. Lo hacía en el Vedado. Después estudié periodismo en la Universidad de La Habana, y mi debut en el deporte ocurrió con Eddy Martin. »Me le acerqué en un curso para narradores del que salieron estrellas como Roberto Pacheco. El trabajo en el terreno durante las transmisiones televisivas me lo propusieron Héctor Rodríguez y Eddy, quien era mi jefe en la redacción de JR. Todo se fraguó en casa de Héctor. El deporte es mi pasión, y la pelota la corona de la misma.

»Critiqué y recibí críticas por mi trabajo desde el terreno. Fue un honor transmitir nuestro deporte nacional con esos dos grandes. Eran cátedras andantes de la narración, de la historia del béisbol, del respeto, del humanismo y de la entrega».

LA HIGUERA DEL CHE y FANGIO

«Mi hermano estaba en la embajada cubana en Argentina y ayudó a que entráramos en la Higuera, donde asesinaron al Che Guevara. Fue la primera vez que medios cubanos filmaron el sitio. Milton Díaz-Canter era el camarógrafo.

»Después de muchas gestiones, el ejército boliviano permitió rendir homenaje, de algún modo, a uno de los hombres más grandes del siglo XX. Todavía recuerdo los testimonios de la enfermera que lo vistió, del intendente de la zona, de la piedra en que lo sentaron, del lugar donde lavaron su cuerpo. Inolvidable. Al regreso dialogué con Aleida March y su hijo Camilo sobre el intercambio con los residentes de la Higuera.

»También fue un privilegio ayudar al encuentro en Argentina del campeón mundial de automovilismo, Juan Manuel Fangio, con sus secuestradores de un comando del Movimiento 26 de Julio en 1958.

»Junto a Milton hicimos un documental en 1992, gracias a lo que Cuba y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz representaban para el piloto argentino. Fangio me llevó, él mismo manejando, a su pueblo natal de Balcarce, ubicado a 400 kilómetros de Buenos Aires. Allí se encontraba el museo de automovilismo Juan Manuel Fangio. Se hizo un acto con la presencia de Arnol García, pues el jefe del grupo de captores, Faustino Pérez, no pudo asistir por razones de trabajo.

»Le entregamos el documental Mis amigos, los secuestradores; compartimos con su familia y los trabajadores del museo, donde se le entregó un trofeo confeccionado por el Inder. También le obsequiaron un álbum enviado por la juventud cubana, hecho en JR, con fotos y publicaciones de las visitas a Cuba del cinco veces monarca del orbe».

FIDEL NOS OFRECIÓ DISCULPAS

«Sostuve varios encuentros con el Comandante en Jefe, en conferencias de prensa, al regreso de coberturas y cuando en 1999 se preparaba el equipo nacional que enfrentaría a los Orioles de Baltimore. 

»En una ocasión, concluida una rueda de prensa, cada cual salió a dar la noticia. Fui a prepararla para la Revista de la Mañana, aquel programa matutino de la televisión. Del canal vine para la casa y como a la una de la madrugada tocaron a la puerta del apartamento y salió mi esposa Carmita. La pobre, se llevó tremenda sorpresa porque me buscaba un militar, quien me llevó a donde habíamos tenido el encuentro con el Comandante.

»Fidel ofreció disculpas a cada uno de los periodistas antes de compartir con todos. ¡Mira qué grandeza, qué humildad! La causa fue una mala indicación brindada por un funcionario».

RETIRADO Y PREMIADO

«Llevo alrededor de ocho años retirado, pero todavía me paran en la calle para hablar de pelota, tema sobre el cual me mantengo muy actualizado. La gente me reconoce y eso dice que del trabajo realizado algo quedó.

»El Premio Nacional de Periodismo Deportivo a la Obra de la Vida lo dedico a mi única esposa, a mis hijos Yadi y Aloima, y a mi nieta Andrea. Conocí a Carmita (Carmen Cotarelo Duarte) cuando estudiaba teatro. Ella trabajó en Juventud Rebelde.

»El reconocimiento les pertenece. Carmita dio educación a los muchachos, ambos graduados en lengua extranjera, mientras yo andaba en los trajines periodísticos. Todos son profesionales, incluida mi nieta que es sicóloga. También se lo dedico a quienes me enseñaron, especialmente a Eddy Martin, mi segundo padre en este mundo, y a Héctor, Rubén Rodríguez y otros.

»Es un honor haber sido premiado junto a compañeros de la valía de Juan Moreno, con quien trabajé en JR, y Francisco “Pancho” Soriano, reconocido narrador-comentarista del deporte nacional.

»Agradezco al Inder y la Upec por el Premio. Siento gran orgullo por formar parte de un gremio que es ya una conquista de la Revolución».