CUANDO un equipo está en casa tiene mayores posibilidades de ganar que el visitante. El hecho de contar con el favor de los espectadores para ayudarlo, estimularlo, reclamarle esfuerzos, comprometerlo, tiene una influencia evidente.
No se trata de una ley, quizás ni siquiera de una tendencia. Hemos ganado como visitantes y también en escenarios hostiles y condiciones adversas.
Dentro del público se encuentran facilitadores de la concentración, la motivación, el arrojo y el valor. Movilizar al máximo esfuerzo es la clave del éxito en una justa de nivel.
Tomemos como ejemplo el primer lugar del medallero obtenido por Cuba en los XI Juegos Panamericanos de La Habana 1991. La presencia de nuestro pueblo y la confianza que emanaba de las palabras y la imagen de Fidel Castro Ruz “jugaron” a favor de los locales.
¿Entonces cuál es el secreto en este sentido? ¿Por qué hubo competencias en que la derrota se nos hizo presente?
El rendimiento se debe a muchos factores, entre ellos la experiencia de los deportistas en los más disímiles contextos y escenarios.
Fue impresionante entrar con el equipo femenino cubano de voleibol al estadio Maracanazinho en Río de Janeiro: encontramos una samba masiva que se levantaba como un tsunami ante nuestros ojos y oídos. Sin embargo, el equipo dirigido por Eugenio George venció.
Las jugadoras se preocupaban porque no cayera sobre mi cabeza algún objeto, dígase una lata de cerveza o una botella. Alcancé a decirles que me protegía el escudo de la vida. ¿En qué se convirtió aquella samba, en estímulo o inhibición?
Así son las cosas y las cuestiones, diría el cantante Vinicio de Moraes, uno de los autores de la popular canción Chica de Ipanema.
El laberinto que lleva a los buenos rendimientos no da posibilidades a la Teoría del Caos ni a la Filosofía de la Complejidad.
Dentro del resultado hay que desentrañar muchas señales. Vencimos, pero pudo ser mejor si el público fuera a favor. Perdimos, pero pudo ser peor si los espectadores no llegan a estar de nuestra parte.
El concepto es prepararse para todo. Analizar cada detalle obsesivamente y buscar los puntos débiles y fuertes de propios y opositores. Identificar los riesgos y las fortalezas. Por más información que se tenga siempre surgen cuestiones imprevistas.
Otro ejemplo: el espectacular triple salto, en el primer intento, de Yargelis Savigne (15.28 metros) bloqueó mental y físicamente a algunas de las rivales favoritas.
En ese momento la importancia del comportamiento en sí puso en segundo lugar su interpretación. Interesó más el contexto presente y real, y el comportamiento concreto, que el imaginario o simbólico.
La acción está mediada por la responsabilidad histórica del deportista, dando lugar al acto heroico. El estrés, el dolor, no tienen lugar al retomar nuestro comportamiento centrado según objetivos y valores.
El atleta se concentra en el cómo y por qué se hacen las acciones y ejecuciones. Es la regulación de la actuación por medio de los valores. Solo así no lo distrae un espectador novedoso, insólito, súbito.
La educación es el motor impulsor del desarrollo deportivo. El desempeño pedagógico de nuestros entrenadores y del resto de los actores intervinientes es la fuerza germinal para potenciar y posibilitar el máximo esfuerzo, más allá de las condiciones sicosociales adversas que puedan estar presentes.
Termino retomando las palabras de nuestro Comandante en Jefe: «Educar es todo, educar es sembrar valores, es desarrollar una ética, una actitud ante la vida. Educar es sembrar sentimientos. Educar es buscar todo lo bueno que pueda estar en el alma de un ser humano».
|