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Publicación del Instituto Nacional de
Deportes, Educación Física
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ABRIL, 2024
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La Habana
Año 66 de la Revolución
Historia y Revolución en los diamantes

A pesar de los éxitos del béisbol cubano y del apoyo brindado por la joven revolución a la pasión nacional, pronto las agresiones estadounidenses se trasladarían también al ámbito deportivo.


Por Dr.C. Félix Julio Alfonso
martes, 20 de noviembre de 2018 07:58 AM



Fidel intercambió varias veces con equipos profesionales llegados a Cuba.Foto: Bohemia

EL PRIMER día de enero de 1959 las tropas rebeldes entraban en Santiago de Cuba y las columnas guerrilleras de Che y Camilo avanzaban sobre la capital.

La Revolución había triunfado y el júbilo popular era indescriptible. Ese fue un año grande también para el béisbol cubano, iniciado con el éxito sensacional del campeón Almendares en la XI Serie del Caribe, celebrada en el Estadio Universitario de Caracas entre el 10 y el 15 de febrero, a escasos semanas del triunfo.

Las medidas del Gobierno Revolucionario se radicalizaron con la Primera Ley de Reforma Agraria, y en su apoyo, se celebró el simbólico juego entre los Barbudos y la Policía Nacional Revolucionaria, el 24 de julio, con Fidel y Camilo en la batería de los Barbudos.

Ambos carismáticos líderes ya habían cumplido similar función de lanzador-receptor el 14 de abril en la inauguración del campeonato de la Liga Internacional, pero ahora quedaría la ingeniosa y leal respuesta de Camilo a los periodistas: «Yo no estoy contra Fidel ni en la pelota». La concurrencia de más de 33 mil personas dejaba atrás los anteriores récords de audiencia para un partido en el Stadium del Cerro.

Pero la atención beisbolera del país aquel año se centraba en la actuación del equipo Cuban Sugar Kings, perteneciente a la categoría Triple A de la Liga Internacional. Esta liga estaba integrada además por equipos estadounidenses y canadienses, y jugaba un número de partidos similar al de las Mayores.Sin duda, representaba un salto de calidad con relación a su predecesor, los Havana Cubans, que había pertenecido a una organización de clase C.              

Durante el campeonato, en un juego entre los Sugar Kings y Rochester celebrado el 26 de julio de 1959 en La Habana, la explosión de algunos petardos en las gradas y disparos aislados, atribuibles a la propia pasión del juego y a la celebración de la fecha patriótica, provocó la irritación de George Sisler, gerente general del Rochester, quien anunció que no jugaría más en la capital cubana, a pesar de las disculpas ofrecidas por el Director General de Deportes, capitán Felipe Guerra Matos, y de las explicaciones ofrecidas por Bobby Maduro, dueño del equipo azucarero.

Aun así, el campeonato siguió su curso, terminando con la espectacular victoria de los Sugar Kings en la llamada Pequeña Serie Mundial frente al campeón de la Asociación Americana, el Minneapolis.

Las enormes concurrencias obligaron a celebrar los dos últimos partidos en La Habana, y el último juego, el 6 de octubre, se decidió por una carrera en el noveno inning. Fotografías de la época muestran a Fidel, Camilo y Guerra Matos felicitando al jugador cubano Daniel Morejón, autor del jit decisivo.

Sin embargo, a pesar de los éxitos del béisbol cubano y del apoyo brindado por la joven revolución a la pasión nacional, pronto las agresiones estadounidenses se trasladarían también al ámbito deportivo.

Su objetivo principal era el de despojar a Cuba de sus mejores jugadores, dañar el espectáculo deportivo y eliminar cualquier tipo de intercambio con el béisbol organizado de Estados Unidos. Una de las primeras medidas tomadas por el Departamento de Estado fue privar a la Isla de la franquicia del equipo Cuban Sugar Kings, como quedó sancionado en el verano de 1960 durante la convención anual de propietarios de los equipos en la Liga Internacional.

Esta maniobra ya se venía fraguando desde los meses iniciales de la Revolución, según se desprende de una pregunta hecha por un periodista a Fidel durante su visita a la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas, el 22 de abril de 1959.

-    Se ha dicho que usted afirmó que primero pitchearía por los Cuban Sugar Kings antes que permitir que el equipo sea trasladado para Jersey City. Díganos, ¿Cuál es su “average” en carreras limpias?

-    Bueno, los cubanos no quieren que los Cuban Sugar Kings se vayan de Cuba. Nosotros queremos que se queden en Cuba y lo que es más, queremos hacer un equipo de Grandes Ligas. Le voy a decir algo más. Tenemos interés en los deportes, por el deporte mismo, y porque es una forma de atraer el turismo, ya que tenemos uno de los lugares más maravillosos del mundo y esperamos convertir nuestra maravillosa isla en un paraíso del turismo internacional, y eso será una forma de ayudar a resolver las pequeñas dificultades económicas. (…) Esta es una de las razones por las cuales estamos interesados en los Sugar Kings y además, estamos empeñados en demostrar que contamos con buenos jugadores de pelota. También vamos a incrementar todo tipo de deportes. Quiero que ustedes sepan que en tres meses hemos distribuido más clases de equipos para diferentes deportes, que lo que se había distribuido antes en veinte años de gobierno. Y esperamos tener uno de los mejores equipos de pelota de Cuba.

Sobre lo de cual es mi “average”, les diré. Nunca fuimos un Babe Ruth cubano, pero muchas veces  hemos colgado los nueve ceros en la pizarra… (risas y aplausos).

El pretexto utilizado fue “proteger” a los peloteros rentados norteamericanos de posibles ataques en sus visitas a Cuba. La sede de la franquicia fue otorgada entonces a Jersey City, New Jersey, y se produjo al mismo tiempo que la administración de Eisenhower despojó a la Isla de su cuota azucarera en el mercado norteamericano, y la Revolución respondiera con la nacionalización de los centrales azucareros y monopolios de propiedad estadounidense.

Otras medidas represivas fueron las de prohibir a jugadores estadounidenses participar en los campeonatos invernales cubanos o jugar en Cuba como miembros de otros equipos. Incluso, se habló de prohibirle jugar en su patria a los beisbolistas que se desempeñaban en equipos del béisbol organizado norteamericano. Semejante despropósito no encontró ningún respaldo, y por esta razón el último campeonato profesional se celebró entre el 15 de noviembre de 1960 y el 15 de febrero de 1961 solo con jugadores cubanos.

En febrero de 1960, la XII Serie del Caribe había tenido como sede a Ciudad de Panamá, y allí se impuso el equipo campeón cubano Cienfuegos, con impecable resultado de 6 ganados y ninguno perdido. La sede rotativa del año 1961 le correspondía a La Habana y un equipo de la isla era el defensor del título, pero ello no impidió que el comisionado de las Grandes Ligas, Ford Fricks, decidiera otorgar la competencia a Caracas y excluir al conjunto antillano.

El resultado fue la renuncia de Venezuela a organizar un campeonato espurio y las Series del Caribe fueron suspendidas, dejando a Cuba como la gran ganadora de la justa durante sus doce participaciones, con siete títulos ganados, incluyendo los últimos cinco de manera consecutiva.

En este convulso escenario, La Revolución tomó la determinación de hacer masivas y democráticas las prácticas atléticas en el país, en función de convertir al deporte en una esfera priorizada del desarrollo social del pueblo.

Bajo tales presupuestos, las actividades lucrativas y comerciales asociadas al profesionalismo no tenían cabida, por lo que se declaró la eliminación de la competencias profesionales mediante la resolución 82-A del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) en 1962.

Pero ya desde antes, la Dirección General de Deportes había dado pasos en función de organizar campeonatos de varios deportes de carácter verdaderamente nacional, entre los cuales se destacó el torneo beisbolero celebrado entre marzo y octubre de 1960, ganado por el equipos “Mulos de Nicaro”, campeón oriental.

Este fue, al decir del investigador Carlos Reig, en el texto “Primer inning del béisbol revolucionario”, lo que tomaría luego forma definitiva con las series nacionales inauguradas el 14 de enero de 1962.

Desde entonces, los campeonatos nacionales y sus diferentes estructuras y equipos han coloreado el panorama beisbolero de la Isla, dando inmensas alegrías a su noble y conocedora afición, desarrollando talentos desde las categorías inferiores hasta las de mayores, y sobre todo han mostrado béisbol de calidad desde los más apartados rincones del país hasta los torneos oficiales de mayor nivel internacional, sean juegos centroamericanos, panamericanos, campeonatos del mundo, copas intercontinentales, olimpiadas o clásicos mundiales.

*Tomado del libro Con las bases llenas. Béisbol, historia y revolución. Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2008. 

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