La Habana.- GRADUADA en Cuba de Licenciada y Máster en Ciencias de la Cultura Física, la colombiana Ingrid Victoria Vallejo regresó al Congreso Internacional Cubamotricidad 2018 con un tema de urgencia cotidiana para el mundo: La paz.
Su investigación El deporte como fenómeno social para la construcción de la paz motivó un necesario debate en el Palacio de Convenciones de la capital cubana.
Hizo su análisis a partir del andar del cafetero campeón mundial de halterofilia de Anaheim, EE. UU. 2017, en la división de los 62 kg, Francisco Mosquera, nacido en Turbo, Antioquia, en junio de 1992, justo en una zona de amplia conflagración.
Una pregunta al excelso atleta da el concepto de quien nació en guerra y sufre como todo humano sus consecuencias, por lo que clama por la paz.
«La paz como un valor, es complejo; salir de lo que nos han mostrado todo el tiempo es difícil. Pero la paz es un valor que se vive en familia...», dijo.
Con ello el también subtitular del orbe en Houston 2015 implora por el diálogo entre los hombres, algo que por años tuvo como asiento a la capital cubana entre el gobierno y las fuerzas revolucionarias colombianas, y que concluyó con la firma de acuerdos positivos que fuerzas reaccionarias quieren romper allí.
Vallejo emplea la entrevista para evaluar los entornos en que el pesista se formó, y va más allá de la significación social en que se concibe el deporte en Colombia en el marco del alto rendimiento deportivo, articulandolo con la realidad social del país.
Docente universitaria –Investigadora en la Escuela Nacional del Deporte- ella se vio compelida a abandonar su natal municipio de Sibundoy en busca de mejores oportunidades en la ciudad de Popayán, del Valle del Cauca.
«Yo doy gracias a Cuba que pude estudiar. Cuba hizo realidad mi sueño», expresó la otrora atleta de una de las naciones de mayor prestigio en el levantamiento de pesas en la región en uno y otro sexo.
Coincidentemente, en salones del Palacio de Convenciones se perfiló el camino para el entendimiento entre las partes que propició la firma del acuerdo del cese al fuego del ejército y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), después de décadas de beligerancia.
Alli se rubricó el histórico documento que abrió una nueva era para Colombia.
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