La Habana.- VARIOS días transcurrieron ya desde que finalizó la Olimpiada Mundial de Ajedrez en la ciudad georgiana de Batumi, donde China triunfó por partida doble y Cuba tuvo poco que celebrar como colectivos.

Los análisis detallados vendrán más adelante, sobre todo aquellos en los que se hablará de temas técnicos, calidad de juego, aciertos o desaciertos en los momentos claves. 

De eso se encargarán los entrenadores, quienes seguro ya tienen una clara idea de qué falló para incumplir los propósitos en cuanto a ubicación en la tabla de posiciones se refiere.

Una referencia solo estadística deja claras varias ideas. La primera es que el puesto 61 de los hombres se inscribe como el peor de la historia para los caribeños, y el 27 de las mujeres figura cinco lugares por detrás de la preclasificación, organizada por el Elo promedio de los elencos.

Los varones ganaron cinco matches, perdieron cuatro y quedaron igualados en dos, mientras sus compañeras vencieron en seis, cayeron en tres y cerraron dos con acumulados parejos.

Individualmente –dejando claro que solo vamos a guiarnos por los “numeritos”– la mirada tiene matices de buenas y malas actuaciones.

Entre los hombres se presumía un resultado discreto, ante las ausencias de sus tres hombres proa en los últimos años: Leinier Domínguez, Lázaro Bruzón y Yuniesky Quesada. No obstante, parecía que la “discreción” no iba a ser tan marcada, sobre todo porque nunca se vieron con equipos preclasificados entre los 20 primeros puestos.

Una de las cuestiones que más influyó, según la opinión de muchos, fue la falta de un líder, de ese que “aguantara” en el primer tablero ante rivales de rango similar o inferior, e incluso lograra buenos resultados frente a los de mayor nivel.

Yusnel Bacallao fue el escogido para esa función y jugó bien en las cuatro primeras rondas, pero luego no pudo mantener el ritmo y cerró con solo cinco puntos de nueve posibles, luego de tres triunfos, cuatro derrotas y par de tablas.

Yuri González e Isán Ortiz tampoco lo hicieron bien en las mesas dos-tres, incluso fueron los de mayores restas en sus coeficientes Elo, con 12,7 y 12,6, respectivamente. Sus perfomance rating se mostraron muy por debajo de lo que pudieron ser.

En la cuarta mesa, Omar Almeida fue otra cosa. Fue el único con “números” positivos, ganancia de 4,6 para su Elo y seis victorias, dos tablas y apenas una derrota. Yasser Quesada, a quien utilizaron en la función de suplente, no encajó revés y completó 5,5 unidades en ocho partidas.

La selección femenina, es verdad, "ancló” por debajo de lo querido, pero hubo como siempre señales individuales muy potentes. Por ejemplo, Lisandra LLaudy estuvo entre las mejores de la cuarta mesa casi todo el torneo, y completó 6,5 puntos en nueve salidas, con cinco éxitos incluidos.

Yerisbel Miranda, la debutante del colectivo, ganó siete de las ocho partidas que jugó desde su función de suplente y como recompensa trajo a casa 27,8 de ganancia para su ranking.

También lo hizo con registros positivos la veterana Maritza Arribas, en una tercera posición defendida con seis rayas de nueve (cuatro victorias) y suma de 14,4 para el Elo.

Lisandra Ordaz fue la única con resta. Su final fue de 3,5 puntos de nueve y ahora aparecerá en el listado de noviembre con 17,5 unidades de menos.

En los 11 matches enfrentadas las muchachas se vieron con varios elencos de fuerza como las luego campeonas chinas, Italia y Francia.

Esto es solo la exposición de algunos números. Estadísticas que nos ayudan a valorar una actuación, pero para nada los únicos ingredientes de un análisis, sobre todo porque en cada actuación influyen otros factores que permiten completar un criterio. Inclusive, con todas las aristas expuestas, siempre tendremos diferentes visiones.