Retener el reinado, gran reto para Cuba. Foto: Armando Hernandez

La Habana.- LA HISTORIA de los Juegos Centroamericanos y del Caribe pone en claro que solo dos veces las naciones  sedes celebraron menos cetros que los conseguidos en la incursión precedente.

Aunque el valor añadido que genera competir como local suele manifestarse en todos los eventos, las citas multideportivas regionales más antiguas del orbe acentúan la presencia de ese factor a partir de peculiaridades organizativas.

Sucede que a diferencia de lo establecido para las lides olímpicas y panamericanas, los anfitriones de las fiestas centrocaribeñas manejan con demasiada libertad los esquemas de competencia, y eso se traduce en adecuaciones a su favor.

Recordemos lo sucedido en Veracruz 2014, cuando México lo acomodó para “meter presión” a Cuba en una recta final de “todo o nada”. Y volverá a manifestarse en la justa pactada del 19 de julio al 3 de agosto en Barranquilla.

Allí, las últimas jornadas serán otra vez decisivas para la Isla, porque las anteriores se han concebido como fiesta para una Colombia que se sabe crecida y pretende sacar partido a cualquier imprecisión del gran favorito. 

El reto demanda aplomo, concentración total y mucha eficiencia, pues el bombardeo mediático exacerbará el entusiasmo de la afición a tono con los alegrones iniciales y existirán otros elementos sumados a las tensiones propias de la rivalidad deportiva.

Se ha dicho, pero vale repetirlo: la “libertad” asignada a los dueños de casa llega al extremo de que 141 de las 470 pruebas convocadas no pertenecen a los programas olímpico o panamericano, y 46 de ellas “pintan” para ellos.

Otras realidades como su demostrada progresión, contar con un amplio número de cupos exentos de pujas eliminatorias y nutrirse de la sapiencia de entrenadores y otros especialistas cubanos también son parte del apuntalamiento colombiano.

La eliminación de algunas pruebas carentes del quórum necesario y la merma pronosticada en torno a un México que hace cuatro años brilló en terreno propio, figuran igualmente en la lista de factores que alientan el entusiasmo de la nación sudamericana.

SIN EMBARGO...

La vanguardia de Veracruz 2014 acogió a Cuba confirmada en la cima con medallero de 123-66-65, por delante del inspirado México (115-106-111), incapaz de soportar el embate de los monarcas en la recta definitoria, y a Colombia (72-74-78) en la tercera plaza.

Las aguas tomaron su nivel respecto a lo acontecido sin los cubanos en Mayagüez 2010, donde México (127-125-123), Venezuela (116-106-99) y Colombia (104-84-74) se instalaron en los puestos del uno al tres.

Nótese que la ausencia de la principal potencia de la región permitió a los mexicanos festejar una cifra dorada imposible de igualar como sede, algo que no sucedía desde que sus ocho oros de Medellín 1978 dejaron a Colombia a uno de los alcanzados en Santo Domingo 1974.

En Barranquilla la delegación cubana aspira a acercarse a las 120 coronas, lo que obligaría a la colombiana a incrementar en casi 50 su colección anterior, un paso que la mayoría de los especialistas considera demasiado.

De tal forma,  las exigencias serán duras en ambos sentidos: Cuba por explotar al máximo sus potencialidades, porque no habrá después, y Colombia obligada a un “salto” que se ubicaría como el más espectacular desde el acuñado por México en 1990.

La tabla que sigue permite analizar cómo fluctuaron los botines de los países anfitriones, casi absolutamente superados ante su público y 14 veces disminuidos en las versiones que siguieron.

Ambas tendencias parecen llamadas a repetirse, pero Cuba vuelve a contar con lo necesario para evitar que suenen en toda su magnitud las campanas lanzadas al viento por quienes apuestan por el triunfo colombiano.