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La Habana
Año 66 de la Revolución
PELOTA VASCA
Marrero, hombre de primeras piedras

Por su destacada labor en Cuba, la Federación Internacional de Pelota Vasca (FIPV) decidió otorgarle la medalla de oro, su más alta condecoración.


Por: Rudens Tembrás Arcia
(jit@inder.gob.cu)
sábado, 19 de mayo de 2018 12:05 PM



Foto: Roberto Morejón

A GUILLERMO Marrero García-Barbón se le reconoce como uno de los padres de la pelota vasca en Cuba, dada su destacada labor en la promoción y proyección internacional de ese deporte, y por sus contribuciones a la edificación de frontones en toda la Isla.

Al dialogar sobre su intensa carrera como entrenador y directivo de la disciplina, se descubre a un hombre de primeras piedras, en sentido literal y metafórico, de ahí que la Federación Internacional de Pelota Vasca (FIPV) haya decidido otorgarle la medalla de oro, su más alta condecoración.

La ceremonia ocurrió hace apenas unos días, durante la visita a nuestro país de una delegación de la FIPV, que para la ocasión se hizo acompañar del bicampeón olímpico Alberto Juantorena, de Lázaro Mendoza, titular de la Federación Cubana de Pelota Vasca y Frontón, y otros directivos.

El encuentro de JIT con Marrero aconteció en el portal de su casa en la barriada de Fontanar, justo en el lugar desde donde vio pasar los aviones que bombardearon la capital en los días previos a la batalla de Playa Girón. «Fíjese que los cogí por la cola y los bajé», bromeó al describir la sensación de impotencia que aquel hecho le suscitó.

Y es que así de inusitada es esta persona que trabajó sin descanso hasta que dificultades de salud le obligaron a resguardarse en su hogar, junto a la familia. 

Su vínculo con el deporte comenzó a los 9 años, en el colegio San George, del Vedado, donde se unió al equipo de baloncesto. Esa pasión le acompañaría durante toda la juventud, al punto de alternar los encestes con la práctica de la cancha. En ello incidió mucho, sin dudas, que su primer profesor de educación física fuera el reconocido técnico de básquet Héctor Muñoz.

Al triunfar la Revolución, Marrero dio "rienda suelta" a sus sueños atléticos, al punto de intervenir en lides nacionales de baloncesto, tenis de campo y cancha. Sin embargo, en esta última descolló por sus habilidades y carisma, abriendo un sendero que le atraparía definitivamente.

La década de 1960 le permitió no solo jugar y convertirse en campeón nacional por dos años consecutivos, sino también iniciarse como entrenador y directivo, roles en los que ganaría notable prestigio.

De un lado surgieron relaciones de amistad con jefes de las FAR y el Minint que gustaban del juego y apoyaron su desarrollo general en el país, pero sobre todo al interior de las instituciones militares; por otra parte, en 1968 asumió la función de comisionado provincial de La Habana, tarea a la que imprimió un tremendo empuje.

Entre los aportes destacaron la disputa de eventos territoriales de tercera y segunda categoría, la construcción de frontones y la preparación de activistas que extendieron la especialidad por la extensa geografía habanera de aquellos tiempos.

En 1975 fue promovido a comisionado nacional de cancha, apenas un año después de graduarse como maestro de educación física y tiempo antes de que se licenciara en cultura física y deportes.

Ahí sus “revoluciones” aumentaron y la huella de su ejecutoria pasó a ser imborrable. Su memoria da cuenta de la realización de 23 competencias nacionales de primera categoría, cinco copas pioneriles de igual rango; diez ediciones de la lid Mártires de Bolivia, en Ciego de Ávila, más una con carácter internacional; 11 copas Capitán San Luis; el Campeonato Mundial Absoluto de La Habana 1990; la inclusión del deporte en los Panamericanos de 1991; un certamen del orbe juvenil en 1992; el campeonato continental de 1993 y una lid de la zona norte, centroamericana y del Caribe; además de los mundiales juveniles de goma y frontón corto en 1995 y 1997, respectivamente.

«En Cuba se conocía el Jai Alai (cesta punta) y la cancha, que se jugaba pegándole a una pelota de goma con la mano o la raqueta, de forma individual y por parejas. Las demás modalidades de la pelota vasca, que son 14, no “existían”», contó para resaltar el esfuerzo desplegado en la difusión de modalidades como el frontenis, la mano, las palas y el xare.

Otra tarea medular fue “legalizar” esta práctica en el país, para lo cual se constituyó en 1979 la Federación Cubana del Deporte de Cancha, que existió de esa forma hasta 1989, cuando se acordó denominarla Federación Cubana de Frontón, antesala de la actual.

«Organizamos eventos, levantamos cerca de 200 frontones y concretamos una labor de formación que incluyó cursos generales sobre entrenamiento, la redacción de estatutos y reglamentos; la asesoría para la elaboración de implementos y la edificación de instalaciones, así como para su uso, cuidado y conservación. De todo ello se editaron folletos que difundimos de un lado a otro de la Isla», destacó.

El movimiento alcanzado dejó resultados de nivel a partir de la década de 1980, un camino abierto por la medalla de bronce del frontenis en Vitoria 1986, la primera incursión cubana en lides universales de pelota vasca.

En esa justa, precisamente, a Cuba le fue otorgada la sede el XI Campeonato Mundial Absoluto, a disputarse en la capital en 1990. Tal reto impuso la construcción de un complejo de canchas que acabaría denominándose Raúl Díaz Argüelles: «Hice los diseños iniciales y “voltee” el primer camión cargado de piedras, de los cientos que se tiraron allí para extinguir el pantano existente. Fueron años de duro trabajo. El apoyo de Conrado Martínez Corona, entonces presidente del Inder, fue decisivo, así como la dedicación y los esfuerzos de Eugenio Nerey, jefe de la obra», aseguró con un brillo intenso en los ojos.

«El Mundial de La Habana fue un suceso, al igual que el evento de los Panamericanos. La popularidad de nuestro deporte creció y los triunfos también. Esa década y la siguientes nos trajeron campeones y medallistas del orbe, así como la asistencia a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992», rememoró.

Marrero ocupó cargos en la FIPV y la Confederación Panamericana de Pelota Vasca; asistió a disímiles justas internacionales y ha recibido reconocimientos y condecoraciones en su país y el exterior.

«Hemos contado con grandes pelotaris, muchos de los cuales se hicieron entrenadores y han mantenido el trabajo. Me enorgullecen los resultados obtenidos hasta hoy porque surgimos de la nada prácticamente», sentenció quien también se desempeñó al frente del raquetbol cubano en este siglo XXI.

«Aspiro a que sigamos en la élite, a que se rehabilite el Complejo Raúl Díaz Argüelles, y a que nuestro deporte sea por fin olímpico. Por eso apoyo el frontball, algo que los cubanos jugamos desde hace tiempo», concluyó con una sonrisa.    

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