Foto: JIT Colaborador
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CATORCE naciones tenían derecho a participar en los I Juegos, según especificaba el Reglamento General hecho público con antelación al certamen. También podían intervenir las mujeres en voleibol, natación y tenis, siempre y cuando tuviesen más de 15 años. Pero finalmente solo estuvieron en la liza tres países y ninguno llevó atletas femeninas.
Esto no le resta méritos a la primera fiesta deportiva regional, sin duda un acontecimiento histórico, cuya inauguración en la mañana del 12 de octubre de 1926 (cierre el 2 de noviembre) fue intencionalmente planificada para coincidir con el aniversario 434 de otro momento cumbre: el arribo de Cristóbal Colón a tierras de América.
Un total de 269 atletas varones de México, Cuba y Guatemala, el trío de respetados fundadores, se encargaron de dar vida a estas competencias, aunque los principales rivales fueron mexicanos y cubanos, puesto que los guatemaltecos apenas compitieron en algunas pruebas de atletismo, el relevo libre de natación, la esgrima y el tiro.
Los anfitriones hicieron valer en el terreno deportivo su mayor calidad y preparación en las condiciones de altura de la sede, imponiéndose en las lides de atletismo, natación, tiro, tenis y baloncesto, en tanto que los cubanos dominaron en béisbol, invictos, y en esgrima.
Campeones sobresalientes fueron el esgrimista cubano Ramón Fonst, primer monarca olímpico latinoamericano (San Luis 1904) y el clavadista mexicano Federico Mariscal.
El primero mayoreó a su antojo en las tres armas: florete, espada y sable, con un total de 24 victorias frente a un revés y solo siete toques recibidos en toda la contienda. Mariscal, por su parte, se mostró impecable durante las ejecuciones que le dieron una tripleta de medallas de oro en las pruebas de trampolín y plataforma.
*El autor, destacado periodista cubano, falleció el 16 de mayo del 2017. Escribió el libro Los juegos regionales más antiguos del mundo. Juegos Centroamericanos y del Caribe.
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