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La Habana
Año 66 de la Revolución
SENÉN RAMOS BENÍTEZ
Deuda saldada de un judoca

El judo ha sido su vida desde los inicios allá por el año 1972, en la recién inaugurada EIDE Capitán Orestes Acosta de su natal Santiago de Cuba.


Por: Roberto Méndez
(robemen@inder.cu)
domingo, 18 de febrero de 2018 07:15 PM



Foto: Roberto Morejón

SENÉN Ramos Benítez no distinguió en los tatamis domésticos como atleta, ni siquiera llegó a conseguir una medalla en eventos de primera categoría.

Sin embargo, el judo ha sido su vida desde los inicios allá por el año 1972, en la recién inaugurada Eide Capitán Orestes Acosta de su natal Santiago de Cuba.

Fue un caso curioso su entrada a ese centro sin haber practicado el arte marcial en un área especial, mas allí aprendió la técnica y sus valores.

Decidido a abrazar las glorias del deporte desde la posición de entrenador, se inició en la base en Isla de la Juventud y luego llegaron grandes satisfacciones, al comenzar en 1998 en el colectivo técnico del equipo principal masculino.

Durante varios años colaboró en la formación de atletas de la talla de Manolo Poulot y Yordanis Arencibia, entre otros destacados de la época, y desde el 2002 se multiplicaron sus dichas al ver las medallas de sus pupilos, al comenzar a laborar con los discapacitados.

Atesora como una gran dicha la participación y los metales obtenidos en nueve eventos mundiales, cuatro juegos paralímpicos y tres juegos parapanamericanos, durante los últimos 16 años, sin dejar nunca su labor en el adiestramiento de los atletas convencionales en la Esfaar Cerro Pelado.

Atraído siempre por la constante superación, ha podido adaptarse a la más difícil comunicación con competidores aquejados de baja visión y sus complejos procesos de calificación médica y clasificación deportiva.

Pensando en un difícil ciclo hacia Tokio 2020 y la preparación de su tropa, algunos ya cerca de los 40 años, JIT lo contactó en el centro de sus acciones profesionales diarias.

¿Cómo fue la llamada del deporte?

Resulta que se había inaugurado la Eide en un área de Vista Alegre, donde vivieron familias ricas antes de la Revolución, un reparto muy bonito. Para allí fui y con los ya fallecidos profesores Alfredo Rivera, Manuel Otero, Agustín de la Cruz, entre otros, aprendí todo de la disciplina.

Había comenzado solo unos días antes en un área, pero como estaba en una división de pesos altos enseguida me pasaron a ese centro en la categoría 13-14 años. Tuve poca suerte y por diferentes razones no pude participar en los juegos escolares.

Por ejemplo, en 15-16 años clasifiqué al ganarle a un rival que después sería de los grandes, Jorge Candebat, pero luego no pude asistir.

¿Y el paso a juveniles y mayores?

Tampoco tuve muchos logros. En los juveniles en 1979 llegué a la final y quedé en plata. Entre mayores, en las divisiones de 86 y 95 kg, no pude acercarme a los cuadros de medallas pese a que entrenaba mucho y era muy disciplinado.

¿Cuándo tomaste la decisión de ser entrenador?

Esa deuda como atleta traté de suplirla con los estudios y ser un técnico con resultados. Inicié la Epef allá en Santiago y la terminé aquí en La Habana, donde también hice la licenciatura en el entonces Instituto de Cultura Física Manuel Fajardo, en 1985.

En ese tiempo estuve en una misión en la Isla de la Juventud. Allí formé un equipo en el que entrenaba y competía a la vez, hasta 1987. Seguí en ese municipio como director de la Eide, jefe del departamento metodológico, en actividades deportivas y siempre también como entrenador. Esa era mi condición.

Para mí era sagrado eso de entrenar y me dediqué a la superación. Hoy tengo 56 postgrados entre nacionales e internacionales.

¿Cómo llegas al equipo nacional?

Entro a la preselección nacional masculina en 1998, como ayuda técnica con el profesor Justo Noda y para hacer una maestría, la primera en Cuba en nuestra especialidad. Ya en el 2000 me gradué entre los tres mejores alumnos y solicitaron me quedara acá.

Había muchos aspirantes de nivel y trayectoria como atletas, pero se decidieron por mí y eso me honra mucho.

El paso a entrenar discapacitados…

Ocurrió después de la copa mundial del 2001 en Brasil, cuando el colectivo decidió que los atendiera directamente, sin dejar mis responsabilidades con los convencionales.

Los resultados con los discapacitados despuntaron desde el siguiente año en el campeonato mundial de Italia, donde obtuvimos el primer lugar por países con los oros de Sergio Arturo Pérez e Isao Cruz. Esa fue la primera de cinco veces que hemos ganado a ese nivel, pues igual lo hicimos en individual y por equipos en Francia 2006 y en los Juegos Mundiales de IBSA en Brasil 2007.

Otros judocas como Víctor Sánchez, Yangalini Jiménez, Juan Carlos Cortada y Jorge Hierrezuelo han tenido grandes actuaciones en esas lides y a rango paralímpico y parapanamericano.

¿Pero hubo también capítulos tristes?

Sí, uno particular fue la retirada del oro por dopaje a Sergio en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. Nunca se supo cómo entró a su cuerpo la Prednisolona, que en ese tiempo estaba incluida en la lista negra y después ya no es considerada así. Finalmente no recibió sanción, pero tuvimos que devolver la medalla.

Otro caso fue el de Víctor en Londres 2012: llegó con tres oros mundiales y el bronce paralímpico de Beijing 2008, pero allí le retiraron la calificación médica. Dijeron que no cumplía las normas para baja visión y aunque esa explicación científica podía ser válida, no estuvimos de acuerdo en que se le excluyera porque estaba clasificado y el país había invertido recursos en su preparación. Por suerte eso cambió para Río de Janeiro 2016.

Hablando de clasificación… ¿Se ha complejizado en los últimos años?

Los eventos son muy lejos, los costos han crecido y hasta cada judogui cuesta 318 dólares. Asistir a los torneos es muy difícil. Por ejemplo: Isao se quedó fuera de Río de Janeiro 2016 por dos puntos.

Ahora el sistema cambió y se clasifican tres atletas ciegos, más la sede y el campeón mundial, es decir que el mejor nuestro entraría en el sexto de 12 posibles. A eso hay que sumar que quitaron dos plazas en las dos divisiones más pesadas para equiparar el número de mujeres y hombres.

Serán menos asistentes y debemos planificarlo todo bien. Además, hay muchos atletas convencionales en el mundo pasando a competir como discapacitados.

¿Y esa generación ya está en despedida?

Sí. Sergio tiene 50 años, Yangalini 39, Isao 35 e Hierrezuelo 34. Estamos en la búsqueda de talentos y tenemos incorporados a dos jóvenes como José Manuel Romero, de Guantánamo con 19 años, y a Yandris Montero de Santiago de Cuba con 20. Tratamos que entrenen y compitan en todo con los convencionales.

Antes se han sumado otros como Yordanis Fernández y Gerardo Rodríguez, bronce y quinto, respectivamente, en Río de Janeiro.

Entonces… ¿Cómo ves el panorama hasta Tokio?

Bien complejo, pero trabajaremos para tener buenos resultados en los Parapanamericanos de Lima 2019 y para clasificar a la mayor cantidad de judocas en Tokio 2020. Esperamos logros en las dos ocasiones.

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